El estreno del carril bus-VAO ha servido para confirmar lo que se esperaba de nuestras autoridades: que la autopista del aeropuerto, en hora punta, será algo así como la carretera de Saigón en 1975, cuando los vietnamitas del sur y los americanos huían enloquecidos por el avance del Vietcong. Un caos. Con todo, tampoco debe extrañarle a nadie porque si ya era una ratonera antes de este genial invento, cuando había un carril más, imagínense ahora.
A las nueve de la mañana, cuando el acceso a Palma es tan complejo como entrar en Tokyo, solo se le puede ocurrir a una mente privilegiada privar a los ciudadanos de una tercera parte de la vía. En la mañana de este miércoles el desconcierto era total en el carril bus-VAO: coches con un solo ocupante que circulaban alegremente por aquella pista casi desierta y que contrastaba con el carril central atestado y el derecho colapsado. Lo que supone que desde la salida del aeropuerto hasta El Portixol se tardan más de cuarenta minutos. Es decir, casi una hora en cubrir siete kilómetros.
Lo de hoy ha sido una prueba con conejillos de indias en forma de conductores, de esas que tanto les gustan a las autoridades, pero en breve, cuando el sistema ya esté implantado, entrar en la capital balear puede convertirse en una proeza épica, como escalar el Everest sin sherpas. Y salir por la vía de cintura a 80 kilómetros, añadirá más heroísmo a la gesta. Todo eso sin contar que debemos esquivar radares y cámaras, ávidas de multas. Para evitar el nuevo carril bus-CAOS siempre nos queda una posibilidad: aparcar en el Port de Pollença y bajar caminando. Que más o menos tardaremos lo mismo.