Muchas mujeres salen de la tienda de Yuleysi Ramírez, en las galerías Velázquez de Palma, llorando. No de dolor, sino de la emoción de gustarles el reflejo que de ellas ven en el espejo. Puede parecer una nimiedad, pero sentirse a gusto en momentos muy duros a nivel físico y psicológico, ayuda a recuperar fuerza y motivación. Yuleysi se dedica a tatuar cejas, mediante la técnica del microblading, a muchas mujeres con cáncer de mama. Cuando se les cae el pelo, debido al tratamiento, algunas optan por lucir su nuevo aspecto al natural, mientras que otras, tratan de conservar un aspecto parecido, ante lo que el lápiz y el maquillaje se tornan elementos indispensables. «Existe mucho complejo. Hay hasta quienes duermen maquilladas», explica Ramírez.
Se ha preparado durante años, estudiando Arte en su Cuba natal y Arquitectura de Cejas durante su estancia en Reino Unido. Ello le ha permitido un conocimiento extenso sobre la técnica, que pone en práctica en su clínica de Palma. Trabaja con cuidado y mucho respeto a lo que fue en su día la ceja natural: «Tatúo donde un día hubo pelo».
Existen dos principales técnicas en cuanto a tatuar las cejas. Por un lado, la micropigmentación consiste introducir pigmentos en la dermis (la capa media de la piel), lográndose un resultado muy duradero y de aspecto similar al de cualquier tatuaje sobre otra zona del cuerpo. Por contra, Yuleysy trabaja el microblading, dibujando pelo a pelo e introduciendo pigmentos entre la dermis y la epidermis (la primera y la segunda capa cutánea), con el que se consigue un tatuaje de aspecto hiperrealista y semipermanente (al año y medio se hace necesario un retoque). «Con esta técnica se despierta el folículo piloso que está dormido y algunas clientas que vuelven para hacerse el retoque ya tienen pelitos donde antes no había nada». El precio de una sesión asciende a 220 euros.