Nada más entrar, por sorpresa, en una de las aulas del IES Son Cladera, varios alumnos saludan a Manuel Blanco: «Bon dia, director». Este respeto era impensable hace solo cuatro años, cuando imperaba la conflictividad y muchos alumnos se fugaban. Ahora, en cambio, la puerta del centro está abierta todo el día y no se escapan. «Lo han normalizado», dice Blanco, y recuerda que cuando empezó a dirigir el instituto en el curso 2019-2020 «el panorama era desolador».
A su llegada aplicaron un plan de choque agresivo para que los estudiantes vieran los límites. Entonces se pusieron hasta 1.300 sanciones y expulsaron a muchos alumnos. La vía punitiva, sin embargo, fue acompañada por una «revolución pedagógica» que ha transformado completamente el centro. Sobre todo, lo ha pacificado: desde que empezó el curso en septiembre solo se han puesto dos sanciones. «Hace cuatro años hubiera sido imposible mantener esta entrevista en mi despacho; continuamente surgían problemas, era la jungla», admite Blanco tras atender sin ningún contratiempo a este diario durante casi dos horas.
El director no esconde que la tasa de repetición sea muy alta: supera el 15 % cuando la media es inferior al 10 %. Sin embargo, destaca que, con los cambios pedagógicos, el rendimiento académico está mejorando cada año. En 2019, casi el 80 % de los alumnos de 1º de la ESO, pasaron de curso, mientras que el 84 % de esos mismos estudiantes aprobaron en el curso 2021-2022. La misma tendencia se repite en todos los cursos, pero Blanco destaca que «flaquean» en Bachillerato. Por esta razón, son el primer instituto de la Isla que introduce la opción de hacerlo en tres años en vez de dos. Cabe decir que el centro se creó en 2019 al escindirse del IES Juníper Serra, que ahora es un Centro Integrado de Formación Profesional.
«Atendemos alumnos y familias para las cuales el instituto no es su plan A; ahora empieza a serlo», comenta Blanco, y destaca que es un centro de atención preferente, con un 40 % de alumnos con Necessitats Específiques de Suport Educatiu (NESE). Por ello reciben recursos adicionales y el número de docentes por estudiante es más alto que en otros institutos: unos 60 profesores para casi 400 escolares.
«Ante esto, las clases magistrales no servían, debíamos hacerlas más atractivas», dice el director, de manera que hace cuatro años comenzaron a trabajar por proyectos: el docente plantea a los alumnos un tema de investigación con unos objetivos concretos y les guía para que los consigan cooperando. «Esto, que para muchos centros es muy innovador, para nosotros es la Prehistoria», asegura, porque en los siguientes cursos dieron otro paso para trabajar por ámbitos.
Las materias dejan de ser «compartimentos estancos» y se apuesta por el trabajo en red. El profesor de Matemáticas se coordina con el de Física, de Inglés y Biología. El objetivo final es eliminar las asignaturas, pero antes están agrupando sesiones múltiples de dos horas, en vez de dar clases de 55 minutos. También pacifica el centro porque no hay cambios de clase.
Para evitar que los alumnos se desconcentren, el docente cambia cada 25 minutos la dinámica de la clase e incluso el mobiliario. De hecho, este curso introducirán la co-docencia, es decir, que el profesor de Lengua Castellana enseñe en la misma aula con el de Geografía. «Educar de manera transversal es una mejora cualitativa muy importante», defiende Blanco, y asegura que en el centro se fomenta el esfuerzo y que no «regalan» notas.
El apunte
Lectura matutina, radio escolar y huerta colectiva
El instituto dispone de un Plan Lector que obliga a que los alumnos cada mañana, entre las 8 y las 8.30 horas, lean un libro y luego reflexionen al respecto. Este año también tendrán una radio escolar que, en este caso, se usará para dinamizar el catalán. Asimismo, el centro tiene un huerto donde se enseñan diferentes materias juntas.