En el Hospital Joan March hay un bello retrato colgado de una joven mujer haitiana. Se llamaba Farah Christy Joseph, tenía 34 años y su historia consternó a todo el equipo de Cuidados Paliativos. Llegó para morir en Mallorca. Tenía un avanzado cáncer de cérvix y su última voluntad era traer a su hija Taisha Cazeau a la Isla para despedirse de ella.
La historia tuvo un final feliz a pesar del amargor que produce la muerte de una madre. Un grupo de voluntarios de la Asociación Dime, que se dedica a acompañar al final de la vida de los pacientes, hicieron todo lo posible para que su deseo se cumpliera. Taisha acaba de cumplir ahora 18 años y quiere contar todo lo que hizo por ella su gran heroína de esta historia: «Mi madre ha hecho de mí la persona que soy ahora». Farah C. Joseph llegó a Mallorca en 2018 para curarse. Le habían aconsejado seguir con el tratamiento oncológico fuera de Haití. En Can Pastilla tenía a un hermano con el que estuvo algunos meses hasta su ingreso final en el Hospital Joan March.
Su hija, menor aún, aterrizó en Son Sant Joan en 2019 con un sentimiento extraño:«Era un país nuevo para mí y sabía que no venía para hacer turismo. Las circunstancias fueron raras. Cuando llegué, mi madre ya estaba ingresada en el hospital. Prácticamente yo vivía allí con ella, exceptuando las veces que iba a casa de mi tío para preparar comida».
Taisha rememora los momentos que vivió con su madre en Haití. Porque para entender el presente hay que conocer el pasado. Ella se crió casi sin padre. Murió tiroteado –era policía– cuando tenía solo nueve años. Las situación allí no era segura para nadie. «Mi madre ha sido una mujer que ha trabajado mucho. Ella me enseñó desde muy joven a hacer muchas cosas, desde cocinar a limpiar. Con 10 años, lo tenía todo controlado», asegura. Taisha, que siempre ha sido muy buena estudiante, descubrió poco a poco que su madre enfermaba porque Farah ocultó el cáncer a su hija durante algunos años hasta que se marchó. «Mi madre y yo estábamos solas».
Traer a Taisha
Marilén Tugores, Pere Batle y Marga Rosselló son algunas de las personas responsables de que Taisha pudiera despedirse de su madre. La niña aterrizó un 23 de marzo de 2019. Durante ese año y dos meses en Haití sin su madre, sus tíos se encargaban de ella. Meses antes de que llegara su hija, Farah consiguió el alta y pasó un tiempo en casa de su hermano. Los voluntarios, a pesar de ello, la visitaban cada dos por tres. Ella nunca se sintió sola en Mallorca. Se la llevaban a pasear por el Castillo de Bellver. Pero su cuerpo no aguantó más y volvió a ser ingresada.
Marilén Tugores rememora que 15 días antes de que llegara Taisha «pensábamos que no aguantaría, pero lo hizo. Ella estaba ya bastante mal. Su hija casi no reconocía a su madre. Se la encontró en el último momento de su vida. Había perdido mucho peso, su color». Farah falleció el 9 de mayo de 2019 en la habitación 217. Todavía ese número es recordado no solo por su hija, sino por los voluntarios de Dime y por el equipo sanitario del hospital. Se celebró una emotiva despedida y el cuerpo fue enterrado dentro del nicho propiedad de Pere Batle, una de las personas que más tiempo pasó con Farah. Pere sabe francés y hablaba con ella en este idioma. Ayudaba a traducirle lo que decían los médicos.
Recuerdan a Farah como una mujer «muy buena, pero con carácter, y digna. Muy pudorosa por su enfermedad. Educada y amable con todos nosotros. Era agradecida. En su habitación le montábamos saraos, siempre había gente», explica la voluntaria Marga. Vivió la enfermedad con «mucha dignidad» hasta el final de sus días. De hecho, hasta el final luchó por sobrevivir. Taisha confiesa estar «muy agradecida por todo lo que hicieron por ella, tanto los médicos, enfermeros como los voluntarios, y por todo lo que me han ayudado», expresa. Cuando Farah falleció, la niña tuvo que afrontar una nueva vida sin su madre. Al principio, pasó una breve estancia con la familia de la iglesia evangelista de Can Pastilla, que se involucró mucho con Farah y su enfermedad. «En ese momento, no sabía nada de español, teníamos que utilizar el traductor todo el tiempo». Pero aprendió el idioma en un abrir y cerrar de ojos. Los voluntariosla matricularon en el Liceo Francés. Los libros, para Farah, fueron una «vía de escape».
Los fines de semana, Marilén acogía a la niña en su casa y también itineraba por otros domicilios de los voluntarios de Dime. Así hasta que consiguieron una residencia de monjas para ella. Sin embargo, llegaría la pandemia y Marilén la tuvo en su hogar durante ocho meses. Los primeros años de instituto fueron complicados. No llegó a conectar con los compañeros. Pero todo eso cambió cuando se pasó al IES Ses Estacions. «Allí he estado mucho mejor. No quiero echar la culpa a nadie del Liceo Francés, simplemente llegué en una etapa muy difícil», considera.
El tutor de Taisha, hasta la fecha, era un tío que tenía en Haití. Los voluntarios han luchado mucho para que la joven se quedara en Mallorca, puesto que, una vez falleció su madre, su destino era regresar a su país. Comenta Taisha que habló con su tío y éste marchaba con su familia a Estados Unidos. Le ofreció ir con él pero ella se negó. «Ahora estaría en Haití, siendo huérfana, no estaría estudiando y lo más probable es que fuera ama de casa». Taisha piensa en el futuro y se visualiza ayudando a la gente. Ha aprendido a afrontar la adversidad, ser buena persona y con valores.