El pasado jueves día 21 de julio falleció en Palma el ilustre radiólogo, el doctor Matías Enseñat, a la edad de 94 años tras complicaciones derivadas de una dolencia cardíaca. El doctor Enseñat era nieto de labradores e hijo de panaderos. Pudo estudiar gracias al incansable trabajo de su padre en el horno de su propiedad, cuyos esfuerzos por dar unos buenos estudios se vieron recompensados, pudiéndolo llevar a estudiar medicina en Barcelona, en el hospital Clinic, con el especialista más importante de aquellos años, el doctor Vilaseca, que lo acogió como a un hijo y le enseñó todas las técnicas –junto al doctor Canilla–, en Radiología y Terapéutica Física; enseñanzas que perfeccionó en el Instituto Curie de París y el Kranken House de Municha, se ganó la admiración de los catedráticos alemanes. Enseñat prefirió establecerse en Mallorca, siendo admirado por otros colegas de Palma y Barcelona, pues tal era el grado de perfección a la hora de hacer radiografías.
Como anécdota contaré que a punto estuvo de caer preso al pasar la frontera francesa en dirección España, pues Matías era amigo de un catedrático gallego que estaba afiliado al Partido Comunista Gallego. Cosa que pudo solucionarse al demostrar que era estudiante de medicina en los años 1945. Cuando se instaló en Palma, abrió su gabinete radiológico hasta el punto de llegar a ser, con el tiempo, el radiólogo privado del entonces rey Juan Carlos I, que, cada verano, pasaba por su despacho para hacerse las pruebas médicas en esa especialidad. Más tarde, Matías Enseñat fue el primer médico en realizar en Baleares, resonancias magnéticas.
Aparte de su entrega en cuerpo y alma a la medicina, fue un hombre tremendamente familiar, casado con Bárbara, su Bari, como él la llamaba en privado. Tuvo seis hijos, varios de ellos co profesiones sanitarias, y trece nietos y una bisnieta. Bárbara estuvo junto al amor de su vida hasta el último aliento, aferrada a sus manos y acariciándolo pensando solo en él y rogando a Dios no le abandonara. Su hija mayor, Isabel, estuvo pendiente de la evolución de su padre al ser, tanto ella como su marido, Antonio Gelabert, médicos. Hasta el último momento el doctor Enseñat dió ánimos y palabras de amor a todos sus hijos y esposa, y a los nietos que forman esta gran familia de valores éticos y moral cristiana, porque el doctor Enseñat, a pesar de su trato afable y generoso para con los pacientes y colegas, no era hombre de amigos, sino que había dedicado su vida entera a su familia.
Yo, que tuve la suerte de conocerlo, fui afortunado de contar con un gran amigo, un hombre que creía en mi trabajo como artista y que me ayudó para poder marchar a vivir a Nueva York y proseguir con mis estudios de pintura. Amante de las artes, en especial de la pintura de artistas como Ramón Nadal, Ankermann, Sorolla, Russiñol etc, su vasta colección no era la de un especulador, pues jamás quiso vender ni un solo cuadro de los que compró. Era un hombre culto de corte renacentista. Y mecenas de premios de pintura y escritura en Mallorca, pagado todo ello de su propio bolsillo. Vamos, un hombre como los de antes, que sentían la medicina y el arte como única salvación de un mundo cada vez más egoísta e individualista. El mundo de la medicina ha perdido a un gran hombre,un gran profesional y merecedor de un nombre en una calle de Palma. Descanse en paz y que Dios lo acoja en su seno. Mi más sincero pésame a su gran familia y, en especial, a Bárbara, su viuda, y a Isabel, y Mercedes, un beso muy grande.