Los vecinos de es Fortí y Bons Aires han observado en los últimos meses más chabolas en las inmediaciones del parque de sa Riera y del antiguo canódromo de Palma. De hecho, en este último punto, hace «menos de un año», según apunta el presidente de la calle Jesús, Miquel Rosselló. La chabola se observa desde la acera. Está en una pendiente, muy próxima al torrente. Se trata de un hombre, extranjero, «que no es problemático», afirma. Una de las quejas que recibe es por su localización: «Está muy a la vista y los vecinos y los viandantes se paran a verlo y a comentar. Llama la atención», asegura.
Las diversas asociaciones de vecinos de las barriadas colindantes ya han comunicado situaciones como estas al Ajuntament de Palma. El presidente de la Asociación de Vecinos de Es Fortí, Salvador Maimó, determina que la solución para detener la «expansión de las chabolas» es que el Ajuntament cierre la entrada a sa Riera desde la calle Jesús. «Nos preocupa también que pueda provocarse un incendio y sea un riesgo para estas personas vulnerables».
Salvador Maimó ha visitado recientemente el último asentamiento de chabolas en la explanada que hay frente al cementerio de Son Valentí –donde anteriormente se depositaba allí mármoles para las lápidas–. Este jueves acompañamos a este vecino a la zona. Una de ellas es una barraca con diversos lujos: un pequeño oasis de plantas en buen estado y dos piscinas desmontables. En ese mismo descampado, hay otras tres chabolas más. «La Policía Local lleva el control de todas ellas, pero si no se pone una solución, continuarán entrando furgonetas para instalar más barracas», defiende Maimó.
En otro asentamiento, cerca del cauce del torrente, un hombre, de origen rumano, aseguró este jueves que el vecino de al lado «se ha ido de vacaciones a Rumanía». Esta misma situación se repite en la gran chabola justo debajo del puente –a las puertas del Skatepark: «La mujer mayor que vivía aquí con sus hijos falleció y han llevado su cuerpo a Rumanía para enterrarla según su tradición», informó Cati González, una de las propietarias de la colonia felina de sa Riera.
Ante todo, los vecinos aseguran que «no es gente problemática», pero sí que en alguna ocasión han causado algún altercado, sobre todo con los gatos de las barriadas o incluso «han llegado a quemar plástico para calentarse en invierno y el olor ha entrado por los edificios».