En los análisis electorales, es habitual recurrir a tópicos que explican de forma simple qué ha pasado. Uno de ellos, muy socorrido para analistas de todo tipo, es decir aquello de que las elecciones no las gana la oposición, sino que las pierde el gobierno, lo cual resulta completamente inexacto si se analizan todos los ciclos electorales que se han celebrado desde las pasadas elecciones autonómicas. Repitió mandato Pedro Sánchez, repitió Urkullu, repitió el independentismo en Catalunya aunque con cambio de presidente, Feijóo en Galicia, Ayuso, Mañueco en Castilla y León y ahora Moreno Bonilla en Andalucía. Todos han ganado las elecciones desde los gobiernos y esa es una constante que se ha mantenido invariable.
Esa circunstancia, la victoria de quien gobierna, insufla ánimos a la izquierda balear y es la realidad a la que se agarra para verse de nuevo en el Consolat en menos de un año. El PSIB y Francina Armengol buscan ese paralelismo con Andalucía para destacar que los ciudadanos están confiando en los gobiernos que han gestionado la pandemia, pero también el PP de Marga Prohens se mira en el espejo andaluz para concluir que la ola conservadora que ha empezado en Ayamonte pasando por Tarifa llegará al mar balear.
Equivocado es decir que las elecciones las pierden los gobiernos y erróneo es también pretender que lo de Andalucía tendrá una traslación directa en Balears dentro de un año. La estructura territorial y de partidos andaluza poco tiene que ver con la realidad balear. En las Islas hay una pluralidad de partidos insularistas que no se dan en Andalucía y que impiden hacer una comparación solvente.
Si se consolida la tendencia de que los ciudadanos votarán la seguridad de un gobierno en el que se han apoyado durante la pandemia, Armengol parte con ventaja, aunque hay elementos sobre la mesa poco tranquilizadores para la izquierda.
El PP ha arrasado en Andalucía porque la izquierda no fue a votar, de forma que los votos depositados fueron mayoritariamente de derechas, de ahí el resultado de Moreno Bonilla y la subida –escasa, pero subida– de Macarena Olo na. Las urnas han plasmado en Andalucía la desafección y desmovilización de la izquierda. No ha ido a votar por razones diversas, entre las que está que los ciudadanos no perciben que los gobiernos de izquierda estén siendo útiles para resolver sus problemas, pese a mejoras innegables que ha aprobado Pedro Sánchez.
En Baleares pasó lo mismo en el año 2011. José Ramón Bauzá sacó 35 diputados con el 46,36 % de los votos. Cuatro años antes, Jaume Matas había conseguido 28 diputados con el 46,02 % de los votos. La izquierda no fue a votar en 2011, muchos votos se perdieron en partidos que no lograron representación y Bauzá arrasó. El PP tiene el viento de cola porque la derecha está movilizada, pero ahora mismo la mayoría absoluta de Marga Prohens se antoja muy difícil. La estrategia de los ‘populares', entre el ayusismo y el morenismo, será clave para contener el voto de Vox, que en Madrid y en Andalucía ha sido cortocircuitado con políticas opuestas.
Pero es aquí donde entra otra singularidad balear: el PI. Su desaparición institucional perjudica a la izquierda porque este partido es garantía de que, si sus votos son necesarios, no habrá un gobierno con Vox. Pero, ¿y si resulta que el voto no necesario es el de Vox y sí el del PI? Por tanto, está claro: Baleares no es Andalucía.