Sara Lobato Rubio nació un 31 de diciembre sobre una presa. Fue un parto de urgencia a medio camino del hospital y también de premonición poética para quien ha acabado siendo la decana del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Baleares. Aunque puestos a elegir, hubiera preferido llegar al mundo sobre un puente, «que me gustan más que las presas».
¿Tiene la sensación de asistir a cierta demonización de las obras de infraestructuras públicas que bebe de argumentos sobre saturación y destrucción del territorio?
—Creo que la obligación es la de estudiar, planificar y saber en qué estado estamos para tomar decisiones en base a eso. Las infraestructruras están estigmatizadas porque no se ha planificado bien, no se han hecho estudios de planificación coherentes con la realidad. Creo que es perceptible –y no hace falta ser ingeniero para verlo– que no vivimos lo cómodos que nos gustaría con las infraestructuras, los servicios o las dotaciones que tenemos.
¿Qué le viene a la cabeza cuando habla de infraestructuras anacrónicas en Baleares?
—Muchas urbanizaciones, mucho suelo urbano que no dispone de aceras para caminar. Y cualquier cosa que tenga que ver con el ciclo integral del agua: depuradoras, redes de pluviales, etc. Todos estos problemas salen a la luz en temporada alta porque la demanda se duplica pero no hace falta que sea verano para ver que las capacidades están agotadas: en Ibiza tenemos esa misma sensación en muchos meses de temporada baja.
¿El ritmo de creación de infraestructuras no se adapta al aumento de población residente y flotante en Baleares? ¿Estamos creciendo por un lado y no por el otro?
—Es así y eso es del todo incompatible. Es como si construyéramos un hospital y dijéramos que solo queremos tener mil pacientes cuando tienes una población de 2.000. ¿Qué haces? ¿Dejas en la puerta a los otros mil? Tienes que saber lo que quieres para dimensionarlo todo adecuadamente. Hay que ir al estudio y a la planificación, no hacer nada porque quieres ser otra cosa no te va a solucionar el problema, estudiar la solución sí.
Asume que se ha crecido de forma desordenada.
—Nuestra industria es el turismo. Tú llegas a Balears y te vas a hoteles de primer orden mundial. Y sales del hotel y te encuentras con infraestructuras de los años 80. La política industrial y económica no es coherente con la territorial. El parque hotelero está en 2022 y el resto de infraestructuras está al nivel de 20 o 40 años antes. Aquí las leyes siempre tienen disposiciones adicionales para reformar hoteles pero da igual si se sale a la calle y no tienes acera, y el de los ingenieros de caminos es un perfil profesional clave. Es más, a medida que ha ido desapareciendo de la Administración los problemas en infraestructuras se han multiplicado.
La lentitud burocrática es un problema añadido.
—Somos un sector que trabaja directamente para la Administración por el tipo de proyectos, por lo que toda esa lentitud nos afecta también directamente. Los ritmos no son razonables. Obras en fase uno del Plan Director de Carreteras vigente no se han efectuado y ya no lo van a hacer en plazo. En eso se puede mejorar. Invertimos mucho tiempo en tramitación y luego se nos exige que los proyectos se hagan demasiado rápido.
¿La falta de mano de obra disponible ha llegado también a su sector?
—Sí, en Ibiza por ejemplo ha habido ya falta de mano de obra este invierno con la reforma del parque edificatorio y otra obra pública. Era imposible encontrar trabajadores, con lo que la obra se demora porque no se pueden hacer dobles turnos. Es un problema generalizado en las Islas en todos los sectores.
¿Es su ingeniería un sector refugio por las salidas laborales?
—Es un sector refugio, pero nuestra ambición es que aumentemos de colegiados –somos 300- y que no les falte trabajo. Además, creo que somos el perfil más adecuado para amortiguar y adaptarnos a todo lo que viene con el cambio climático y la transición energética. O al menos uno de los que deberían liderar ese cambio. Tenemos un perfil multidisciplinar que hace que cuando se proyecta no solo nos centramos en ese proyecto, también en cómo se incorpora al territorio existente.
Su sector fue de los pocos no ralentizados por la pandemia pero sí ahora por la inflación.
—Ralentización no hubo porque nuestro sector fue de los pocos que pudo seguir trabajando durante la pandemia del coronavirus. Además, los fondos europeos ayudan a seguir en movimiento. El tema de los precios y la inflación sí nos ha afectado directamente. Desde que se hacen los proyectos hasta que se licitan pueden pasar años; ahora puedes verte empezando una obra adjudicada hace años cuyos costes ya no se ajustan para nada al presupuesto inicial.
¿Hay brecha de género también en su sector?
—La hay como en otros sectores en el sentido de que somos un porcentaje todavía pequeño de mujeres. Pero lo cierto es que no hay brecha salarial.
¿Es realista hablar de fomentar una recuperación de la industria en Balears para no tener excesiva dependencia del monocultivo turístico?
—Más que salir del turismo lo que tenemos que hacer es complementarlo. Nuestro nicho y eje económico es el turismo, pero si tienes instalaciones hoteleras en primera línea estas han de tener las infraestructuras adecuadas. Es decir, que el resto de sectores puedan crecer a su alrededor.
¿Hay fuga de talento?
—Seguramente la hay, pero sobre todo hay falta de la dotación necesaria para gestionar la capacidad de la gente y el reto importante que tenemos. Es necesario introducir nuevos profesionales.