Antes fue Fátima, después Sara y ahora es Silvia la que se debate entre la vida y la muerte en un hospital madrileño, tras una operación de cirugía estética en la que todo falló. El afán por conseguir un cuerpo perfecto, acorde con unos estándares fruto de la publicidad, es lo que motiva cada vez a más mujeres a someterse a intervenciones con riesgos muy importantes, que la mayoría desconoce.
Desgraciadamente, todo lo presentan tan maravilloso que ninguna lee el consentimiento que han de firmar antes de entrar en el quirófano, porque estoy segura de que si lo hicieran más de una abandonaría la idea de someterse a una cirugía tan agresiva.
Es hora ya de que se informe exhaustivamente a todas las personas de las complicaciones que pueden darse, que no son pocas, y se exijan certificados de calidad a todas las clínicas que practican estas operaciones, que, lógicamente, son privadas, porque la medicina pública no las asume, pero lo verdaderamente importante es poner fin a este culto al cuerpo, a este afán de belleza perfecta, que a veces es mortal.