Este jueves a las siete de la tarde, Carme Pinós (1954) recogerá en La Lonja el Premio Nacional de Arquitectura 2021 otorgado por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana. Fue la responsable del primer Parc de ses Estacions de Palma, que a los dos años se levantó para dar paso a la Estación Intermodal, y dirigió la rehabilitación del hotel Son Brull, en Pollença, y la Torre Cube, en Guadalajara (México), uno de los mejores rascacielos del mundo.
¿Por qué recoge en Mallorca este premio nacional?
—Me lo sugirieron desde el Ministerio. Sabían que tengo una estrecha relación con Mallorca, no dejo de tener la Isla en mi corazón. Cuando me dijeron que había la posibilidad de celebrar la entrega en sa Llonja me pareció una pasada.
¿Podemos considerar entonces este premio un poco mallorquín?
—Cada día me siento más mallorquina, aunque sea catalana. Es mi tierra de acogida y aquí tengo una casa pequeña, en la Serra de Tramuntana, muy bien situada, donde disfruto de la puesta de sol y de muy buenos vecinos en un pueblo maravilloso. Es donde me siento muy feliz y planeo retirarme. Veremos lo que me depara la vida pero espero acabar mis días aquí.
¿Está pensando ya en retirarse?
—Para el retiro me falta. Me quedan aún muchas cosas, espero que me las dejen hacer. La jubilación será a medio plazo.
Cuando mira hacia atrás, ¿qué destacaría de su trayectoria profesional?
—No haber tirado nunca la toalla, seguir siempre con mis convicciones adelante. No ha sido fácil, pero he llegado a algún lugar y no me he doblegado por el mercado ni por las modas. Desde los inicios con Enric Miralles [el arquitecto que fue su pareja y con el que trabajo hasta su divorcio en los 90] hasta después.
¿Cree que es un ejemplo para las profesionales de hoy en día?
—Cuando comencé había muy pocas mujeres con estudio propio. Costó pero ahora tengo el premio nacional y la semana pasada estaba en Nueva York recogiendo el premio de la American Academy of Arts and Letters. A algún sitio he llegado. Creo que sí, soy un ejemplo. Cuando doy conferencias, muchas chicas se acercan y quieren saber de mí.
¿Qué proyectos tiene ahora?
—Con la COVID se pararon los grandes proyectos pero los tengo más pequeños. He vuelto a retomar una bodega en Ribera del Duero y aquí tengo previsto un centro relacionado con el aceite. Sobre todo hago casas privadas.
¿Y la vivienda asequible?
—Estoy llevando a cabo un proyecto de vivienda social, todo un barrio, en el condado de Veracruz, en Xalapa. Son 44.000 metros cuadrados de vivienda social que llevo a cabo junto con el gobierno mexicano. Es un reto trabajar con instituciones y con presupuestos muy bajos, pero está saliendo bien. La arquitectura es un servicio para la sociedad.
¿Cómo se puede arreglar el problema de la vivienda en Palma?
—Desde la política hay que hacer vivienda social si no queremos que la juventud se vaya. Si no pueden alquilar una casa, vivirán como siervos en la Edad Media, compartiendo piso. No es el futuro.Si dejas el mercado libre, que es depredador, lo va a coger todo.
¿Qué cambiaría de Palma?
—Nunca he entendido esa carretera frente al mar. Sé que hay un proyecto de Elías Torres que cambiará una parte del Passeig Marítim, que estará muy bien. Pero la relación entre el Palau de Congressos y el mar, con esa carretera llena de coches... Hay mucho que arreglar.
¿Se acabó la época de los arquitectos estrella?
—No son tanto los arquitectos sino los encargos. Los políticos necesitaban proyectos como el Guggenheim, que cambió la arquitectura. Luego todos querían su propio Guggenheim, un disparate. Un arquitecto es un arquitecto, hay que tener personalidad propia y alejarse de la manipulación de los políticos que quieren justificar actos que no son como tienen que ser.