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Las colonias de gatos, en el punto de mira

Un grupo de científicos, entre ellos Anna Traveset, del Imedea, critica su protección y alega contra la nueva ley estatal de bienestar animal

Un grupo de gatos callejeros se alimenta con la comida que se les deja en la calle. | Josep Bagur Gomila

| Palma |

Un grupo de científicos (entre los que se encuentra la investigadora del Imedea y delegada del CSIC en Balears, Anna Traveset), liderado desde la Universidad Pablo de Olavide y la Estación Biológica de Doñana, ha publicado una carta en la que señalan «las deficiencias» del anteproyecto de ley estatal de protección, derechos y bienestar animal que aprobó el Gobierno central el pasado febrero, cuyo enfoque, apunta este grupo, entra en conflicto con varias leyes y estrategias europeas para la conservación de la biodiversidad. La carta ha sido publicada en la revista científica Conservation Science and Practice y el grupo científico ha liderado la redacción de las alegaciones al anteproyecto de ley que, según su perspectiva, se deberán tener en cuenta para garantizar que la protección del bienestar animal no choque frontalmente con las estrategias de conservación de la biodiversidad.

El anteproyecto de ley presta especial atención a las colonias de gatos, es decir, grupos de gatos sin dueño que se mantienen gracias a la aportación continuada de comida y otros cuidados. La ley pretende garantizar la protección y el apoyo de estas colonias, tanto en la cuestión nutricional como veterinaria, a cuenta de las administraciones públicas, y reconocer un estatus oficial a las personas que los cuidan de manera voluntaria. Además, prohíbe su eliminación, reemplazando el sacrificio por el control de fertilidad, que es considerado más ético. «Esta estrategia sólo permite una reducción de la población cuando se aplica a un alto porcentaje de animales, durante largos períodos de tiempo y en lugares cercanos. Todo ello tiene un gran coste asociado e implica la aparición de otros impactos que también deben ser gestionados de manera simultánea», explica la investigadora Martina Carrete, de la Universidad Pablo de Olavide.

Martina Carrete.

Carrete afirma que «esta estrategia resulta con frecuencia ineficaz, de modo que al final el control de fertilidad se tiene que perpetuar infinitamente. En muchas ocasiones el número de gatos ferales –sin contacto con humanos- no sólo no se reduce, sino que sigue aumentando, lo que hace que sus impactos se mantengan y se intensifiquen a largo plazo». El investigador de Doñana Miguel Clavero señala que «los gatos domésticos son considerados los depredadores no nativos más dañinos para la biodiversidad. Numerosos estudios indican que estuvieron implicados en la extinción de más de una cuarta parte de las extinciones de aves, mamíferos y reptiles en los últimos siglos. Su depredación es la principal causa de la mortalidad de pequeños mamíferos y aves, por encima de atropellos, envenenamientos o la caza».

Cuidadoras voluntarias de una colonia de gatos.

En opinión de estos científicos, y al contrario de lo que se suele pensar, «que un gato esté bien alimentado no significa que no siga cazando. De hecho, en muchas zonas, los gatos callejeros son los principales depredadores, ya que sus poblaciones son mucho más abundantes que las de los depredadores silvestres más comunes. Los impactos sobre la biodiversidad que ocasionan los gatos son especialmente graves en las islas y esta ley socavará, sin ninguna duda, los planes de conservación de especies endémicas y amenazadas de Canarias y Baleares».

Equipamiento para el uso de una colonia de gatos en el campus de la Universitat.

Los científicos apuntan que «los gatos callejeros también tienen un papel fundamental en la dinámica de enfermedades debido a la alta densidad en las colonias y sus intensas interacciones, también con ejemplares con dueño. Por ejemplo, los gatos fueron la fuente del brote de leucemia felina que estuvo a punto de acabar con la población de linces de Doñana en 2007 y son el reservorio de Toxoplasma gondii, un parásito que genera serios problemas de salud pública». Además, sugieren que, para garantizar el bienestar animal, la ley debería enfocarse exclusivamente en la protección de los animales de compañía y, en el caso de los gatos callejeros, se debería minimizar su número en el menor tiempo posible y limitar al máximo el acceso al exterior de los domésticos.

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