La música es color, arte y alegría. La música emociona, se siente y se vive desde las entrañas e incluso en muchas ocasiones es capaz de levantar el ánimo. La música es poder. Así que como si se tratara de un orquesta donde cada músico es imprescindible, Danny Martínez, CEO de Raza Producciones, pone en marcha un proyecto sociocultural junto a la Fundación Natzaret. Se trata de una iniciativa lúdica y artística cuyo principal objetivo es ayudar a los menores tutelados IMAS a través del aprendizaje de la música. Esta iniciativa se cimienta bajo una premisa clave: la cultura musical es un torrente de ritmo, concentración y compañerismo. Una forma de desarrollar valores y principios que van más allá del propio aprendizaje y que favorece un ambiente ameno y repleto de concentración. Esta propuesta supone una oportunidad para que los menores descubran sus posibles habilidades y cualidades y donde se pretende crear unidad.
Danny Martínez, el autor material de la iniciativa, explica con un contagioso frenesí que «de momento tenemos previsto dos materias que darán comienzo en septiembre: una de guitarra flamenca y otra de percusión. Las clases estarán divididas en dos grupos con un máximo de seis alumnos por actividad. En un futuro esperamos incorporar más modalidades como cante, baile, elaboración de guitarra artesanal con profesionales del oficio, etc». Por su parte, Guillem Cladera, gerente de la Fundación Natzaret sostiene que «se trata de un proyecto muy interesante, una iniciativa que no solo supondrá un aprendizaje, sino que es un itinerario para despertar la sensibilidad y una ocasión para que los jóvenes puedan conectar a través de la música. Los menores tutelados no tienen muchas oportunidades de acceder a actividades culturales que tengan que ver con la parte más afectiva, por eso este curso es tan interesante».
A día de hoy, la Fundación Natzaret tienen en acogida a 42 menores. Cada uno de ellos con una historia de vida difícil. «Tenemos una imagen del menor tutelado errónea. De hecho ahora mismo tenemos trabajando con nosotros a un educador que fue un niño en acogida en la fundación y ahora es mi compañero. Y otra chica que el año que viene se licenciará en medicina», apunta Cladera. Y añade que «nuestro principal propósito es ayudarles en su desarrollo personal y estar a su lado para todo lo que necesiten. Intentamos que sus heridas emocionales se vayan curando, por eso este proyecto es un regalo para nosotros »
Para llevar a cabo la financiación de esta actividad, la Fundación Natzaret y la organización invitan a las empresas a apadrinar a los jóvenes. El objetivo es que cada entidad acoja a un mínimo de dos menores para que estos puedan acceder a los instrumentos necesarios y a las clases. Empresas como Shamrock, Valparaiso y Edificam Illes se han sumado ya a la causa. De igual forma, Musicasa ha donado los cajones para las clases de percusión. Cualquier empresa o particular que desee apadrinar puede hacerlo a través del siguiente correo electrónico: martinez360projects@gmail.com
Profesores
Benjamín Habichuela abraza a su guitarra como si se tratara de la primera vez, sus dedos pasean tranquilos y enérgicos por las cuerdas como si hacer música fuera fácil. Va creando acordes con soltura y con ese brío que tanto lo caracteriza. Pero detrás de toda esa habilidad y maestría hay más de 40 años de historia como guitarrista flamenco. Benjamín Habichuela, que lleva décadas dedicándose a formar a futuros de la guitarra flamenca, entremezclará las aulas del conservatorio de música para instruir a los menores tutelados de la Fundación Natzaret.
Con voz redonda y un quejío que no intenta ocultar, Benjamín Habichuela explica que «es un proyecto que me ha emocionado desde el primer momento. Quiero que los chavales entiendan la música, que les sirva física y mentalmente. Será una experiencia muy positiva que nos enriquecerá a todos. Además, ¡la música amansa a las fieras!».
Con algo menos de experiencia pero con una clara pasión por lo que hace está Benji Habichuela (hijo de Benjamín Habichuela), un músico con un don innato. Con el duende. Sus manos repicando en el cajón van creando ritmo bajo un compás que transmite alegría y espontaneidad. Y eso mismo es lo que pretende transmitir como profesor de la materia. Los alumnos aprenderán a tocar el cajón pero cuando se les pregunta sobre la metodología, padre e hijo coinciden. «Iremos sobre la marcha, no tenemos un esquema definido porque cada alumno es único». Asimismo, Benji Habichuela añade que «la empatía será la clave del éxito. Serán clases espontáneas para ver cómo los chicos van reaccionando. Hay que ponerse en su piel y emplear la inteligencia emocional».