La Semana Santa ha sido la prueba del algodón de lo que se avecina, pero los datos registrados en volumen de negocio, ocupación hotelera y llegada de turistas y visitantes a Mallorca y resto de islas hay que analizarlos en un contexto de excepcionalidad. Es cierto que lo sucedido en 2020 y 2021, a causa de la pandemia, ya ha quedado en el olvido, pero ahora imperan otros imponderables que van a mediatizar la cuenta de resultados de las empresas turísticas y del tejido productivo balear.
La inflación está disparada desde enero, los costes energéticos al alza, el encarecimiento de las materias primas no se detiene y el impacto de la guerra ruso-ucraniana se alarga en el tiempo más de lo esperado. Este cúmulo de circunstancias van a condicionar los balances de las empresas hoteleras, restauración, transporte, comercio, alimentación y otros servicios en Mallorca y resto de islas de mayo a octubre. La situación ha mejorado muchos enteros en lenguaje bursátil, pero si hay un segmento de mercado que queda al margen de estos condicionantes, éste es sin duda el turismo de lujo y del cual se está beneficiando Mallorca porque se ha convertido en su destino refugio en el Mediterráneo.
Touroperadores y hoteleros coinciden, asimismo, en señalar que los anuncios de las administraciones de que Balears va a tener una temporada turística récord en 2022, superando los registros de 2019, pueden ser ciertos siempre y cuando los costes energéticos y de las materia primas se contengan a lo largo de las próximas semanas y meses. La realidad se va a imponer, porque no hay una clara tendencia de que esto vaya a ser así, sino todo lo contrario. Los distribuidores de productos de alimentación, bebidas y limpieza en las Islas afirman que los precios de algunos productos han subido hasta un 160 % en los dos últimos meses, estando la media en torno a un 30 y 40 %.
En una coyuntura tan compleja y con tantas incertidumbres, las empresas están adoptando todas las estrategias comerciales adecuadas para limitar riesgos y asegurar su viabilidad futura. La primera reacción se ha producido en el sector hotelero de Mallorca, Menorca, Eivissa y Formentera, en el sentido de que han optado por no hacer ofertas para el verano, ya que los descuentos que hagan no cubrirán luego los gastos generales de explotación. La situación es ésta, guste o no a las administraciones. Es entendible que en un verano preelectoral de cara a 2023 se saque pecho con los indicadores de paro, ingresos y previsiones económicas.
Es cierto que Balears está en una posición privilegiada, pero también es cierto que el hecho insular es un handicap difícil de soslayar en una situación en la que el transporte de las mercancías queda sujeto a todo tipo variables: fletes marítimos, falta de productos y aumento de precios. A esto hay que sumar la falta de mano de obra cualificada, que ya es palpable a nivel sindical en el sector turístico y supone una vuelta de tuerca más a las empresas. Las patronales de los touroperadores británicos y alemanes, DRV y ABTA, respectivamente, ya han incidido en esta cuestión y alertado que el daño de imagen en el destino puede echar por la borda cualquier reactivación posible.
En este suma y sigue, hay que contabilizar también los movimientos de los destinos competidores de Balears en la cuenca mediterránea, donde Turquía, Grecia y Egipto siempre marcan la pauta. Se avecina guerra de precios, pero los países cuya divisa no es el euro lo tienen más fácil para abaratar los viajes de los europeos en detrimento de los de la zona euro. En esta previsión también hay que poner encima de la mesa –que es lo que esperan todos los protagonistas socio-económicos, políticos y laborales– que la evolución vaya a mejor. Este toque de realidad para rebajar expectativas sobrevaloradas con previsiones infladas es lo que toca. En positivo, decir que Balears es el destino mejor conectado del Mediterráneo y en cuanto cambien estos imponderables negativos la reactivación será cuántica.