Le conocen como el enfermero del Wanda porque, en plena campaña de vacunación contra la COVID-19, le grabaron instruyendo a los pacientes con un método que se hizo viral. Jorge Prieto es enfermero de urgencias, tiene de 26 años y una intermitente relación laboral con Mallorca, donde trabaja en una UVI. «He vuelto porque me desconecto del asfalto de Madrid. Aquí se va con más calma. La filosofía es diferente», dice. Acaba de publicar su segundo libro Llegar a tiempo, una recopilación de experiencias que incluyen la pandemia.
¿Por qué este título?
—Por dos razones: en nuestra profesión hay que robarle tiempo al reloj, por ejemplo con un ataque al corazón: con cada minuto que pasa hay un 10 % menos de posibilidades de supervivencia. Y porque en la pandemia la frase cobró sentido: un día estábamos tranquilos y al siguiente confinados y no llegamos a dar el abrazo o el beso que necesitábamos.
¿Es la escritura una terapia?
—Sí, al cien por cien. Empecé como una protección emocional.
¿La ha necesitado por la pandemia?
—Sí, al final la salud mental es igual de importante que la física y recurrir a profesionales no debería ser un tema tabú. El baile también es una forma de terapia y, aunque no soy muy bueno, cuando lo necesito me pongo bachata.
¿Se lleva lo vivido a casa?
—El día que deje de sentir dejaré el trabajo porque me habré convertido en una máquina. Las cosas se llevan a casa pero con terapia se llevan mejor.
Muchos compañeros pasan por depresión, ansiedad o han decidido dejarlo, ¿qué les diría?
—Es tan difícil... Que estaban en la profesión más bonita del mundo y pueden volver cuando quieran. Pero dejarlo es una decisión meditada y si se toma es porque debe ser necesaria.
En su libro cuenta que le motivaron mucho los aplausos de las ocho.
—Para mí fue como una terapia porque te levantaba el ánimo que la gente te aplaudiera sin conocerte, pero somos una sociedad que tiende a la inmediatez y olvidamos muy rápido. Ahora queremos estar como antes pero no hemos vuelto a la normalidad del todo, las ratios son horribles. Y la gente se enfada pero lo deberían pagar con otros.
Con su vídeo sacaba sonrisas a quien iba a vacunarse, ¿recomienda reírse de los miedos?
—Sí, el humor es un antídoto natural contra la depresión y en esa época fue clave para que el mensaje calase.
¿Por qué cree que se hizo viral?
—Por la situación. Yo daba una charla científica y no conseguía el objetivo. Las primeras eran un rollo y la gente después hacía cola para preguntar lo que acababas de contar. Cuando usas humor te atienden. Estudié dos años de Derecho y estuve en sociedad de debates, que te exponen en un auditorio y te ayuda.
¿Quién debe leer su libro?
—Es para la población en general, para que sepa cómo trabajamos y nos entiendan.