El cónsul honorario de Rusia en Baleares, Sebastià Roig Montserrat, ha anunciado que continuará en el cargo al menos el tiempo que dure la guerra en Ucrania. Sus motivos: no dejar desatendidos a los cerca de 2.000 rusos censados en las Islas a día de hoy (más los turistas que puedan necesitar de alguna gestión), ya que una dimisión, alega, implicaría que todos estos ciudadanos se tuvieran que desplazar a Barcelona o Madrid para realizar sus trámites.
«Quiero que quede claro que no es por cuestiones políticas», ha recalcado para añadir que salvo algunos episodios aislados -«insultantes» declaraciones en redes sociales, los cubos de pintura arrojados a la placa del Consulado en las últimas semanas...- no ha recibido presiones para abandonar el cargo, y mucho menos de instancias oficiales. «Creo que tengo que estar hasta que esto acabe al servicio de los ciudadanos rusos en nuestras islas», asevera para defender el papel de su oficina: «Estoy muy contento de mi trabajo como cónsul honorario y no me arrepiento de nada de lo que he hecho». Cuestionado sobre la situación actual en Ucrania admite que «Putin me ha decepcionado. No es tonto pero se ha llegado a una situación que es desastrosa».
«A todos nos afectan las imágenes de muertos sean de la nacionalidad que sean», señala el cónsul honorario. «Humanamente y en lo personal es muy difícil sobrellevar toda esta situación, a menos que te saltes todos los telediarios», admite a la vez que en los últimos meses incluso ha tenido que mediar entre los integrantes de un matrimonio ruso-ucraniano cuya relación se había enrarecido por culpa de la guerra.
Roig, que fue alcalde de Campos y también fundador de la ONG Infants del Món (que ha traído a niños de orfanatos rusos, uno de ellos adoptado por el propio Roig), ha señalado que antes de estallar la guerra estuvo pensando seriamente en dejar el cargo «por motivos de edad y de salud». Sin embargo, en la situación actual, considera, sería más difícil de lo normal encontrar un sustituto, de modo que todos esos ciudadanos rusos residentes en Balears se quedarían desatendidos.
«Oligarcas en Mallorca ha habido dos y ya no están», ha señalado en referencia a Petrov y Romanov para indicar que la inmensa mayoría de los rusos de las Islas es de clase trabajadora y que no han tenido noticias de incidencias con ellos, salvo «algún caso de bullying en alguna escuela». Asimismo, afirma que después de los episodios de los cubos de pintura se planteó retirar la placa del consulado, opción que finalmente desestimó «para poder seguir haciendo el trabajo que hacemos». Además, «me consta que la Policía está vigilando», asevera.
El consulado balear lleva abierto desde 2017 y está adscrito a la demarcación del Consulado General de la Federación de Rusia en Barcelona. Roig ha señalado que la oficina -que como entidad honoraria no recibe fondos de la Administración rusa, sino que es financiada por Roig de su propio bolsillo: «No tengo ningún tipo de sueldo ni de gastos de representación»- tiene en estos momentos 34 tramitaciones en marcha, entre visados, pasaportes y otras gestiones, y que al cabo del año puede atender a cerca de 2.000 solicitudes. Los otros cinco cónsules honorarios que hay en España -Galicia, Comunidad Valenciana, Andalucía, Canarias y Castilla y León- tampoco han dejado sus cargos. «He estado hablando con el embajador ruso en España -Yuri Korchagin- y le he estado insistiendo para que también se quede».
Por último, el cónsul honorario ha lamentado además las repercusiones que está teniendo la guerra en el mundo del arte y la cultura rusa. «Me sabe mal que se hayan suspendido tantos eventos», señala para referirse a actuaciones y eventos previstos en la propia ciudad de Palma y que han acabado siendo cancelados, como el del ballet ruso en el Auditórium.