Un viaje a los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia) demostró a un grupo de 25 mallorquines, menorquines e ibicencos la fortaleza de un pueblo en guerra. Era 1987 y el Sáhara Occidental ya estaba inmerso en un conflicto con Marruecos. Allí pasaron diez días como voluntarios. Durante su estancia, los saharauis les pidieron dos condiciones una vez volvieran a Balears: hacer difusión de su causa y que los más pequeños pudieran ir los veranos con familias mallorquinas de acogida. Entre ese grupo se encontraba Catalina Rosselló, que ha sido, junto con otras personas, la artífice de la Associació d'Amics del Poble Sahrauí y actualmente la presidenta de esta entidad. «Creamos la asociación con unos objetivos muy claros, desde promover todo tipo de apoyo político y humanitario hacia este pueblo hermano para que consiguieran su autodeterminación hasta organizar actividades de sensibilización».
En 1987, la asociación creó el proyecto Vacances en Pau. Ese mismo verano ya vinieron a las Islas 15 niños del Sáhara Occidental. «Los primeros años los alojamos en el albergue de Platja de Palma y más adelante se puso en marcha la acogida en familias. Vimos que hubo muy buen resultado», rememora Rosselló. Tras el éxito del movimiento en apoyo a los saharauis con los programas de verano, que se extendió por todo el país, un grupo de familias del programa Vacances en Pau intentó ir más allá con las acogidas permanentes. Así, en 2002, surgió Escola en Pau en homenaje a la asociación.
«Había muchos niños con ganas de aprender y que no contaban con esta posibilidad en su territorio. Traerlos a estudiar fue algo difícil, pero nos encontramos con gente luchadora y acogimos en el primer año a 23 niños de entre ocho y doce años con el programa Madrasa», comenta la presidenta de esta entidad, Carme Barceló.
El programa Madrasa enseguida cogería fuerza. Esta asociación ha sido pionera en todo el territorio estatal en cuanto a la acogida de menores para facilitar la estancia temporal por estudios. Es en 2018 cuando Escola en Pau pasó a constituirse como Federación de Asociaciones Madrasa (FAM) junto con otras entidades y actualmente está presente en prácticamente todas las comunidades. «Al principio se estableció que la edad mínima para ser un niño de acogida era de ocho años, pero ahora consideramos que la edad óptima está entre los diez y once, pues ellos, cuando todavía son tan pequeños, necesitan el contacto con sus padres», dice.
En estos momentos, un total de nueve niños son acogidos por familias mallorquinas. «Cuando empezamos en 2002 había mucho más, pero desde la crisis de 2011 tuvimos menos solicitudes de los padres y madres que acogen, a pesar de que la demanda en los campamentos saharauis es la misma», reconoce la presidenta de Escola en Pau. Los menores pasan un total de nueve meses con sus familias en Mallorca, mientras que los dos meses de verano se marchan a su territorio. Desde la entidad confirman que «más de la mitad de los niños que comienzan el programa Madrasa se quedan a largo plazo». Para sostener tanto Escola en Pau como la Associació d'Amics del Poble Sahrauí, cuentan con subvenciones de las instituciones y, aparte, de donaciones privadas. Con todo, han conseguido, en todos estos años, ser fieles a sus objetivos, que no son otros que ayudar a los niños del Sahara, «que consigan ser los mejores embajadores de su pueblo».