Jordi Borràs recopila en Tots els colors del negre. L'extrema dreta a l'Europa del segle XXI más de 14 años trabajando como fotoperiodista.
Mark Bray, autor de ‘Antifa. El manual antifascista', firma el prólogo de su libro ¿Qué pretende aportar esta obra?
—Acercar al público generalista el complejo mundo de la extrema derecha. Mis vivencias sirven como trama subterránea para que el lector empatice y entienda de manera involuntaria lo que explico. Como antifascista creo que la mejor manera para combatir a la extrema derecha es saber qué es, cómo identificarla y qué diferencias hay.
¿Por qué el fascismo, la extrema derecha y la ultraderecha no son lo mismo?
—Alguien de ultraderecha es una persona de extrema derecha que usa o legitima la violencia para conseguir sus fines. La extrema derecha es el nicho político que hay más allá de la derecha tradicional y que pone en duda los derechos humanos, o sea, el liberalismo político. Es anterior al fascismo, que es una ideología nacida en Milán en 1919 de la mano de Benito Mussolini, soldados que combatieron en la Primera Guerra Mundial y futuristas.
¿En qué se diferencian de la extrema izquierda?
—No se puede equiparar a los que cuestionan los derechos humanos y libertades básicas de aquellos que luchan, incluso con todos los medios, contra eso. Lo que se llama extrema izquierda, que dependiendo de quién lo diga se encuentra en un lado u otro, evidentemente tiene claro que la gente tiene los mismos derechos a pesar de su origen, religión o de la lengua que use.
ETA, de extrema izquierda, no lo tenía tan claro.
—Si buscamos ejemplos, encontraremos por todo. La realidad es que ETA hace años que no existe. En cambio, las inteligencias de diversos países europeos alertan de que el peligro más importante en Europa no es el integrismo islámico, sino el terrorismo de extrema derecha. También alertan de que la guerra de Ucrania puede servir como campo de entrenamiento para neonazis de todo el continente porque van a combatir y regresarán con experiencia militar, con la más que plausible posibilidad de que monten grupos armados en sus países. Nazis los hay en ambos bandos.
¿La vinculación del antifascismo con peleas callejeras promueve el auge de la extrema derecha?
—Este prejuicio ha hecho que campe sin problemas. En Alemania, donde he cubierto diversas manifestaciones antifascistas, este movimiento está compuesto por el sustrato mayoritario de la sociedad. Puedes encontrar el prototipo de joven encapuchado que lanza piedras, pero también socialdemócratas, la izquierda alternativa e incluso la Iglesia luterana haciendo misas en la calle. Aquí, la derecha, la extrema derecha y la izquierda socialdemócrata se ha dedicado a calificar al antifascista de violento. Esto es consecuencia de que ganaran los que tuvieron el apoyo del nazismo y el fascismo, sumado a una Transición que perpetuó a los criminales de una dictadura de inspiración fascista. Todo ha provocado una visión distorsionada sobre lo que es el antifascismo, y es gravísimo. Esto no lo he visto en Francia o Alemania, pero sí en Polonia y Hungría, gobernadas por la extrema derecha.
La extrema derecha europea ahora se desvincula de Putin ¿Qué vínculos tiene la española?
—En Europa están divididos, pero mayoritariamente son otanistas. Hay excepciones como Marine Lepen, que ha mandado quemar 1,7 millones de prospectos electorales donde salía dándole la mano a Putin. Esto tiene un origen en la financiación de su partido. Lo mismo con Víctor Orbán. En el Estado español, aunque Vox se muestra partidario de Ucrania, existen fisuras. Jordi de la Fuente es un declarado seguidor de la extrema derecha rusa, como Alexander Dugin, filósofo partidario del euroasianismo. Este espacio está en Vox; es minoritario, pero existe.
Steven Forti, autor de ‘Extrema derecha 2.0: Qué es y cómo combatirla', dijo que en el independentismo catalán hay sectores de extrema derecha ¿Es así?
—Después de patearme media Europa cubriendo manifestaciones de extrema derecha durante 14 años, no le he visto nunca. Afirmar lo que dice sin conocerlo... le diría que es un indocumentado y que hace un discurso peligroso y falso. Esto no quiere decir que no haya independentistas de extrema derecha, porque los hay. Pero no están organizados y son absolutamente marginales. Forti fue coautor de un muy buen libro (no por su capítulo) que se llama El catalanisme davant del feixisme (1919-2018). La tesis que sostiene es que no hay una extrema derecha independentista o catalanista, sino personas. El libro es muy exhaustivo y explica que, afortunadamente, Catalunya es un rara avis.