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¿Qué esconden los nombres de las calas de Mallorca?

La toponimia costera de la Isla cuenta con un patrimonio histórico muchas veces desconocido, recopilado ahora en un estudio

El misterio del Caló des Màrmols. El nombre de este lugar data del siglo XVIII, lo que supone un castellanismo «inexplicable» para la época, según Vicenç Rosselló, que se pregunta si los pescadores castellanizaban ‘mabres’ (el pez).

| Palma |

Cala Llombards es una playa de Santanyí muy conocida en Mallorca, pero seguro que para la mayoría de los lectores no lo es tanto el origen etimológico de su nombre. Procede de la possessió de es Llombards, llamada así por Pere Llombard, que fue propietario de la antigua alquería islámica conocida como Mandalmar, según testimoniaron escribanos catalanes medievales; y así lo documentó el filólogo Cosme Aguiló en su tesis La toponímia de Santanyí i ses Salines (2007).

De hecho, la denominación de las calas de la Isla que han llegado hasta la actualidad se nutre de nombres y malnoms de propietarios del litoral (Cala en Basset), pero destacan especialmente las referencias a las formas naturales de la costa, como Cala Major y Cala Murada. Estos topónimos también provienen de la cultura marinera (Cala Barques) o se refieren a animales (Cala Falcó) y plantas (Caló des Sivinar).

El geógrafo Vicenç Rosselló ha recopilado en un estudio publicado por la Societat d'Història Natural de Balears (SHNB) la denominación de las calas de la Isla, revisando documentación que va desde finales del siglo XVI hasta ahora, incluyendo la tesis de Aguiló. «La denominación de las calas presenta una riqueza patrimonial que vale la pena sistematizar», dice Rosselló. Según el trabajo, la mayor parte de los topónimos se han mantenido «fieles» a su origen, pero otros se han modificado por razones turísticas con el fin de hacerlos más atractivos. Es el caso de Cala Blava, que antes del desarrollo turístico se llamaba, primero, Cala del Moscar, y luego Cala Mosques.

El geógrafo Vicenç Rosselló.

La influencia de la naturaleza

La toponimia referida al medio es la más abundante, según Rosselló. Hay nombres que aluden a la situación, como Cala des Freu y Cala Solana. También reflejan el tamaño: Cala Gran, Cala Mitjana y Calallonga. De estrechas, el geógrafo cita tres: una en Artà para distinguirla de Cala Torta i Cala Mitjana; una en Felanitx y otra en la isla des Conills en Cabrera que «hace honor a su estrechez». Cala Murada, registrada por Joan Binimelis en el siglo XVI, alude a los precipicios situados por encima del meandro del riuet de sa Plana. Cala Enderrossall, en Llucmajor, se refiere a un desprendimiento de rocas. Cala Codolar (Escorca) y el Caló des Macs de Cas Català, ahora conocido por playa de Buganvilla, indican la existencia de guijarros (còdol en Catalunya; cudol en València o mac en Balears).

El mundo marinero impregna la toponimia costera de Mallorca, con nombres como Cala Bóta (un elemento habitual de la carga que llevaban los barcos); Cala de Llebeig, en sa Dragonera; Cala Antena (por la parte de la embarcación); Cala Déntol (por el pez) o Cala Gamba. Rosselló dedica su trabajo a su «compañero de aventuras», el geólogo Antonio Rodríguez Perea, que con motivo de su jubilación la SHNB le ha dedicado su último monográfico.

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