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60 años de Obra Cultural Balear

Fue fundada el 31 de diciembre de 1962, aniversario de la entrada de Jaume I en Madina Mayurqa

Cuando Rafa Nadal hizo un café por la lengua. En 2009, cuando el tenista ya era una estrella mundial, cedió su imagen para fomentar el uso del catalán. | Pere Bota

| Palma |

«La Obra Cultural Balear (OCB) es necesaria y si no existiera habría que inventarla; ha tenido tanta fuerza porque es vital». Son palabras de Antoni Mir, que presidió la entidad entre 1991 y 2003. Su «vinculación total» con la organización se remonta a 1982, cuando se unió a ella e impulsó un proyecto para ofrecer clases de catalán en los barrios de Palma dirigidas a castellano-hablantes. La iniciativa fue un éxito clave para que a finales de la década las instituciones públicas se encargaran de difundir la lengua. Pero la propuesta de Mir partía de una experiencia acumulada. «No podríamos haber hecho nada sin lo que se hizo en los años sesenta y setenta; es una cadena y el testigo pasa de generación en generación», confiesa el expresidente. Hasta su llegada, la OCB había abanderado la enseñanza de catalán entre los que ya la hablaban y en la formación de profesores, después del largo período de castellanización impuesto durante la dictadura que redujo su uso casi al ámbito privado.

A finales de este año se cumplen 60 años de la creación de la entidad que, como refleja su logotipo compuesto por un payés que labra la tierra, sembró las semillas para recuperar la lengua y la cultura de las Illes Balears. La OCB fue fundada un 31 de diciembre de 1962, aniversario de la entrada del Rei En Jaume en la Madina Mayurqa musulmana. «En los sesenta alguna cosa se empezaba a mover dentro del franquismo; el turismo estaba al alza en Mallorca y el sector intelectual, que por entonces era exiguo, se juntó para crear una asociación de carácter social y cultural», explica la historiadora Lina Moner.

«Los impulsores fueron un conjunto de ilustrados de derechas, liberales conservadores, carlistas y regionalistas», añade. Entre los socios fundadores estaban Guillem Colom, Josep Capó, Miquel Fullana, Miquel Marquès, Bernat Vidal, Francesc de Borja Moll y Miquel Forteza. Este último presidiría la entidad hasta 1969, y le sucedería otro personaje clave en la historia de la organización: Climent Garau. «Parte de lo que soy se lo debo a él», confiesa el todavía presidente de la entidad, Josep de Luis, que este mes dejará su cargo, que será ocupado por una nueva junta encabezada por Joan Miralles. Otra figura de aquellos años que inspira a De Luis es Josep Maria Llompart. «Cuando ves el listado de presidentes que ha tenido la OCB da vértigo; es una responsabilidad brutal y un honor», afirma el dirigente.

Ignasi Ribas y Miquel Alenyà son otros referentes previos a la llegada de Antoni Mir, que De Luis considera «uno de los grandes», y su presidencia la califica de «brillante». Durante la época de Mir se consiguió que TV3 se pudiera ver en Baleares. «La llevamos a las casas para que cada uno pudiera elegir si quería verla», recuerda el expresidente. En su mandato también se crearon los premios 31 de Desembre, que todavía perduran. Asimismo, se adquirió Can Alcover, el centro que «acabaría con la OCB o la salvaría», según dijo Ignasi Ribas. «Fue un esfuerzo para tener un bien tangible», dice Mir, que continúa considerando un acierto su puesta en marcha.

La huella femenina

Aunque los pesos pesados de la historia de la OCB son hombres, Lina Moner destaca la importancia que tuvo desde los primeros años la filóloga menorquina Aina Moll, hija de Moll, con el cual colaboró en los dos últimos volúmenes del Diccionari català-valencià-balear. También recuerda el papel de Encarnació Viñas, pareja de Josep Maria Llompart. Además de organizar clases de catalán, en las dos primeras décadas de vida, la OCB potenció el uso de la lengua en revistas y en las misas, hecho que fue bien visto por un gran sector de la población, según Moner.

Mir asegura que hasta el gobierno de Cañellas (PP) permitió a principios de los noventa que los centros educativos escogieran las horas de enseñanza en catalán, «había un espíritu de primavera civil e ilusión». La OCB presionó y el Govern aprobó el Decret de Mínims, que estableció que el 50 % de la escolarización debía ser en catalán. Cuando José Ramón Bauzá «atacó la lengua estuvimos ahí, pero nos dejó exhaustos», dice De Luis, que apuesta por seguir ensanchando la base.

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