Lleva tres días en Palma gestionando visados y otras cuestiones que afectan a población cubana que vive en Balears. También tenía que haberse reunido con la presidenta del Govern, Francina Armengol, pero la audiencia se suspendió ya que se informó desde el Consolat de Mar que la presidenta había llegado afectada de su estancia en Madrid y había optado por suspender su agenda por haber pasado por la COVID-19 hace unas semanas. Durante su estancia en Palma, Alain González también se ha visto con el presidente de la casa de Amistad Mallorca-Cuba, Gerardo Moyá, y ha conversado con este periódico.
¿Qué población cubana reside en Balears y por qué cree que vino a este archipiélago?
—Serán unos 10.000 cubanos o de origen cubano residiendo aquí. Como todos los emigrados del mundo, la gente va donde cree que le puede ir mejor.
¿Y no quieren regresar?
—Sí, todos quieren regresar. De hecho, hay gente que no se ha ido del todo, que también tiene residencia allá. Hay de todo.
Sabrá de las denuncias sobre la falta de respeto a los derechos humanos y de las denuncias sobre el trato en las cárceles...
—Eso forma parte de la campaña que sufrimos desde hace más de 60 años por parte de los Estados Unidos para justificar su bloqueo contra un pequeño país que eligió ser libre e independiente y en el que se respetan los derechos humanos. Nos acusan pero qué le vamos a hacer. No tienen dónde agarrarse y ya estamos acostumbrados: el país más poderoso del mundo intentando apoderarse de un pequeño país.
Barack Obama y Raúl Castro se dieron la mano en 2016 y eso parecía el inicio de un proceso de mejora de las relaciones...
—No tuvo mucho fruto por la llegada de Trump, que inició un proceso de vuelta a posiciones arcaicas. Trump ya pasó, pasará Biden y todos los que quieren apoderarse de Cuba para hacer de ella un nuevo Puerto Rico.
¿No cambiará con Joe Biden?
—Hasta ahora no ha demostrado ningún interés en que cambien las cosas. Al contrario, ha decidido mantener la misma estrategia que su antecesor.
Lo que sí hay son inversiones de empresas hoteleras de Baleares.
—Sí, y no sólo de Balears. Cuba está abierta a la inversión extranjera. Ha habido cambios para que cubanos que inviertan cubanos que viven fuera.
¿La gente que ha salido de Cuba puede invertir allá?
—Sí, claro. Estamos abriendo la economía y hay mucho interés en ese proceso. Tanto por parte de quienes están fuera como de quienes se han implicado desde dentro para desarrollar la economía del país y quieren implicarse en el proyecto. A las empresas de Balears a la que aludía les ha ido muy bien y también han recibido amenazas de los Estados Unidos. Pero no han hecho caso. Por algo están ahí, porque el modelo económico de Cuba le da buenos resultados.
La población cubana no tiene acceso a sus instalaciones y funcionan con una economía paralela...
—¿Y eso quién lo dice?
Gente que ha estado por ahí...
—No, no. No hay nada más alejado de la realidad. Y por eso le pregunto quién lo dice. Porque no se corresponde con lo que yo conozco.
¿Qué le habría planteado a la presidenta del Govern de haberse reunido con ella?
—Se lo habría dicho a ella.
¿Cómo son, en general, las relaciones entre España y Cuba?
—Atraviesan por un buen momento. Son alentadoras y van bien pese a la campaña del país más poderoso del mundo y que parece no haberse dado cuenta que ya no es el protagonista único de las relaciones internacionales porque ya no vivimos en un mundo bipolar y otros protagonistas. Además, y por lo que se refiere a España, las relaciones van más allá y tienen unos años de historia en común. Hay hasta lazos de sangre.
No sé si está enterado de lo que supone la silla de Maceo y de su regreso a Cuba...
—Sí, y hasta he tenido ocasión de verla en el Palacio de los Capitanes Generales tras el gesto generoso y valiente del pueblo español de hacer que regresara a Cuba.