No había mucho donde elegir. La única alternativa a la reforma integral del Hospital de la Cruz Roja de Palma era el cierre. Las obras se iniciaron en la primavera de 2019 y se prolongaron por espacio de dos años y medio, coincidiendo de paso con el estallido de la pandemia. Al riesgo de desaparición por la obsolescencia de unas instalaciones que databan de la Guerra Civil hubo que añadir un proceso de modernización obligado a acometerse en plena emergencia sanitaria. La renovación del edificio ha permitido que a día de hoy se atienda a los pacientes en las condiciones que demanda la sociedad actual, logrando triplicar con ello el volumen de trabajo.
El hospital se edificó sobre la base de la antigua villa Can Buades, de 1936, para entrar en funcionamiento en 1949. Una estructura de más de 80 años de antigüedad que respondía a metodologías arquitectónicas implanteables hoy día y que podía suponer incluso un riesgo para la seguridad, por lo que hacía años que se tenía claro que no intervenir había dejado de ser una opción.
El proyecto empezó a tomar forma en 2015, momento en que «se tuvo que tomar la decisión porque no se podía esperar más», explica el director gerente de Cruz Roja, Xim Torrebella. «No se podía atender a los enfermos cómo se debía: las habitaciones, las consultas... Todo era muy viejo. No podíamos continuar de esa manera». Casi siete años y seis millones de euros después –convenio con Ib-Salut mediante– el hospital dispone de tres quirófanos, 15 consultas externas, zonas de equipamiento diagnóstico, dos salas de endoscopias, dos salas de ecografías, un equipo de resonancia, un laboratorio de análisis clínicos, 76 camas repartidas en 40 habitaciones, una farmacia y un gimnasio de rehabilitación y fisioterapia.
De cara a 2022, las previsiones fijan una actividad que prácticamente multiplicará por tres la habitual del centro antes de la reforma. En base a esos datos, entre otros servicios Cruz Roja de Palma atenderá este año a 63.000 pacientes en consultas externas, registrará 21.480 ingresos hospitalarios y realizará 7.200 intervenciones quirúrgicas, otras 16.800 ecografías y hasta 43.000 analíticas.
Estas nuevas instalaciones han permitido diversificar las patologías que se pueden tratar y prácticamente pasar a la primera división de la atención hospitalaria, aunque siempre «teniendo en cuenta nuestras limitaciones». En ese sentido, ese upgrade confirma al hospital como un aliado realmente efectivo para la red de sanidad pública en un momento en que la pandemia, dos años después de su irrupción, sigue contribuyendo al colapso de las listas de espera. «La idea es que dentro de nuestras posibilidades podamos atender cualquier cosa».
El camino hasta llegar a este escenario no ha sido fácil. Tener que resistir con medio hospital abierto en canal justo durante la fase dura del coronavirus (se iba renovando por bloques para mantener la operatividad) obligó a parar las obras durante cuatro meses y a tomar medidas extraordinarias para dar respuesta a las necesidades sanitarias: en plena crisis pandémica se llegó a un acuerdo con Juaneda Miramar para alquilar una planta entera que en ese momento tenían cerrada con el fin de desviar allí a entre 40 y 60 pacientes de Cruz Roja enfermos de covid. Después de la primera ola se decidió mantener el hospital libre de coronavirus y dedicarlo a otros servicios.
El aumento poblacional, la congestión de las listas de espera y la propia pandemia han propiciado un aumento de la actividad que se va a mantener en el futuro y para el que al menos ahora Cruz Roja sí está preparada.
El apunte
Un hospital privado integrado en la red pública: «Estamos para ayudarles»
Cruz Roja es un hospital privado sin ánimo de lucro. Las necesidades sanitarias de los últimos tiempos, no obstante, ha estrechado la colaboración con la red pública, hasta el punto de que «nos consideramos ya parte de ella: nosotros tenemos claro que estamos para ayudar y mejorar la sanidad pública. Todo lo que necesite Ib-Salut y esté en nuestras manos lo haremos».