El viento sopla fuerte en un Port d'Andratx todavía sin vida. Son las 05.30 de la mañana de hace tres viernes. El pequeño llaüt de once metros de Insa Ba y Babu Sene, 38 y 39 años, arranca con pereza, como si le costara despertar. Babu se ha adelantado a la cita porque tiene que cortar pulpo y pota para encarnar los trozos en los anzuelos. El mar está tranquilo después de unos días removido por el paso de la borrasca Blas. Los chicos van a utilizar palangre – pesca artesanal en la que se lanza una línea con centenares de anzuelos con cebo– en Sa Dragonera. La luna acompaña la marcha. Va a ser un gran día, augura uno de ellos.
Insa y Babu conocen el mar desde que eran críos. Ambos nacieron en Senegal y ambos llegaron, como pudieron, a España en 2006. No se conocían hasta hace apenas dos años, cuando coincidieron en el Port d'Alcúdia donde trabajaban en el sector pesquero. A Insa le avisaron de que esta barquita estaba a la venta. Desde agosto de este año, los dos paisanos se convirtieron no solo en socios y empresarios, sino también en familia. La vida del pescador es una profesión dura. Los datos demuestran que hay un problema generacional en la pesca de Balears. En los últimos diez años, la presencia de migrantes se ha incrementado en todas las islas y modalidades. La mayoría son africanos y del Magreb y representan al menos un 15 % del total de los tripulantes, informa Toni Garau, secretario general de la Federación Balear de Cofradías de Pescadores.
Primeras veces
Hay muchas primeras veces en la vida de Babu Sene, como la primera vez que intentó salir en patera de su país, la primera vez que pescó en su pueblo cuando era un niño, cuando comenzó a rapear o cuando se cayó al agua desde un barco de arrastre en Galicia. Babu iba para médico del Ejército del Mar. Sin embargo, el sistema universitario de su país le borró de inmediato la idea. Luego se sacó un curso de Informática, diploma que nunca vería porque el centro vendió su certificado a otros estudiantes.
Él nació en la ciudad Joal-Fadiouth, al sureste de Dakar. «Allí no tocaba apenas la tierra, mi casa es el mar. Soy piscis, soy un 'pescao'». Cuando era un niño, solía jugar en la orilla al pilla-pilla. Recorría las islas colindantes sobre un cayuco con sus amigos. Babu llegaría por primera vez a La Gomera el 3 de septiembre de 2006. Se trasladó durante nueve meses al País Vasco, donde no solo aprendió castellano a la perfección, sino también se sacó un curso de inyección de plástico y caucho.
La corriente le llevó a Galicia, su hogar durante los siguientes años. «A los 15 días de trabajo en la lonja de Burela (Lugo), me pasaron a encargado, me responsabilizaba de lo que se enviaba a cada autonomía». Mientras relata su historia, va sacando con cuidado el palangre que lanzó por las aguas de Sa Dragonera. Son ahora las 08.17 horas y el mar se muestra generoso. Hoy la cosa va de dentons, doradas, morenas o pargos, entre otros especies. «Este año el precio del pescado ha subido. Las temporadas de la langosta y llampuga fueron muy bien. En esta profesión, si no tienes paciencia, no funciona», dice.
Babu consiguió la nacionalidad hace apenas tres meses, a pesar de sus más de 15 años en España. «Vine aquí porque quería una vida mejor». Se casó con una española, tiene dos hijas, Fatou y Ndiaye –una de ellas con otra pareja de Senegal–. Rapea a la vida como también al mar. «Por las noches me viene tal inspiración que me despierto y necesito apuntar los versos en un cuaderno». Acudía a Galicia en verano por bolos pero desde que se metió en este nuevo negocio no ha podido hacer conciertos.
Recorrido
Insa y Babu hablan del mar como algo caprichoso. «En Galicia había días en que podía dormir dos horas o cuatro. Allí no había tu tía», relata Babu. Insa, por su parte, dice que el mar es su mundo. «No conozco otra cosa que esto». Pasó cinco años en una piscifactoría de Lanzarote. El horario que tenía allí, que a veces eran jornadas de 24 horas, motivó su marcha. Antes pasó por Cartagena, Valencia y Lleida. En este último lugar, durmió en la calle durante meses. Trabajaba en el sector de la manzana.
Insa Ba nació al lado del río Senegal, en la ciudad de Saint Louis. Proviene de una familia numerosa de pescadores. En Mallorca tiene un primo y un hermano. Se casó con una española que conoció en Lanzarote y tienen dos hijos, de 7 y 8 años. El papel de Insa en este llaüt no solo es el de capitán, sino que perfila la ruta y decide el mismo día qué arte menor utilizarán para pescar.
El sol pega fuerte. Son las 10.30 horas pasadas. Observa con ilusión el género que han conseguido y calcula en su cabeza el dinero que ganarán. «Al no tener un sueldo fijo, si hay mal tiempo, no hay pasta. A veces cobras mil euros en una semana o 900 euros en un mes. Yo siempre he trabajado con artes menores. A mí me gusta esto, aunque nuestra vida es solitaria, pero no es difícil. Si un día no hay 'pescao', no pasa nada. Mañana habrá».
Ambos llegan, orgullosos, a puerto sobre las once. Los viandantes ojean la mercancía fresca que irá directa a la Lonja de Palma. «Hoy ha sido un gran día», repiten. Insa y Buba ordenan su barquita, la dejan lista para salir el lunes. Luego se irán a Sa Pobla, donde se hospedan de viernes a domingo con su familia y amigos. El lunes tocará venir al Port, a su pequeño piso de alquiler. A pescar. Al mar.
El apunte
Solo el 15 % de los productos pesqueros que se comercializan son de Balears
Desde la Federación Balear de Cofradías de Pescadores constatan que el 15 % de los productos del mar que se comercializa en este mercado es autóctono. La mayoría de las ventas, sentencia el secretario general, Toni Garau, proviene de grupos congelados, frigorizados y de producción de piscifactoría. Con ello, justifica que el precio de ciertos pescados sean caros, cuando la pesca es balear. Desde la Federación consideran necesario que «haya una inversión en la producción local, que se dé un valor. Todo lo que desde este sector hemos trabajado se debería hacer notar y diferenciar».