Enric Ballesteros (Barcelona, 1958) es doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Centre d'Estudis Avançats de Blanes, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Este miércoles, organizada por la Fundació Marilles, ofreció en Palma la conferencia La Mar Balear: prioritats per a la seva conservació.
Aunque usted tiene su sede laboral en Blanes, en Girona, su relación con el Mar Balear es larga.
— Sí, vine por primera vez a Balears por un interés naturalista a los 17 años, siendo estudiante, aunque ya había visitado las Islas con anterioridad. Desde entonces he tenido una intensa relación con el mar de Balears y, especialmente, con sus pescadores, que me han aportado mucha información. Al final, he realizado más proyectos de investigación relacionados con Balears que con Catalunya.
¿Qué propone para conservar el Mar Balear?
— Bueno, primero tengo que decir que son propuestas personales, no hablo en nombre de nadie más. A partir del estudio de las características y de las vulnerabilidades de especies y hábitats marinos, mi primera propuesta se refiere a la protección de los sistemas de zonas calmas, es decir, las que han recibido los impactos más fuertes. Por ejemplo, la Badia de Palma, los puertos de Eivissa y Maó, o Portocolom. Todas estas zonas han sido las preferidas por las embarcaciones para protegerse desde los romanos. Han sido sometidas a una gran presión urbanística, cuando cuentan con ambientes muy particulares, con especies y hábitats en peligro crítico de extinción. Crías de peces acuden a estos sistemas para desarrollarse. No debemos degradar más estas zonas y hay que protegerlas de proyectos urbanísticos o de ampliaciones portuarias.
¿La segunda propuesta?
— Intentar que, en 2030, el 30 % del Mar Balear sea área marina protegida y que de esta superficie, un tercio sea reserva marina, es decir, un 10 % del Mar Balear, con prohibición para todo tipo de pesca.
¿Qué áreas marinas protegidas propone?
— El sur de Formentera hasta los mil metros de profundidad; todo el canal entre Menorca y Mallorca, incluido el Cap de Formentor; todos los montes submarinos –Émile Baudot, Ausiàs March y ses Olives–; y el oeste de Eivissa, entre es Vedrà y Portinatx. Estas áreas marinas protegidas supondrían un importante incremento respecto a las existentes y habría que establecer planes de gestión, sobre todo en pesca. Ahora no cuentan con ninguna protección.
¿Más propuestas?
— Una tercera y última sería la protección de tiburones, rayas y mantas –elasmobranquios–, lo que supondría la prohibición de la pesca con palangre de superficie. Estas especies tienen una tasa de reproducción muy baja y algunas de ellas ya están en peligro crítico de extinción. No se trata tan sólo de proteger estas especies, sino de evitar el desequilibrio natural que representaría su desaparición.
En líneas generales, ¿cómo ve el estado del Mar Balear?
— Según con qué lo comparemos. El Mar Balear tiene una ventaja: no está sometido a los efectos de grandes industrias o ríos contaminados. En este sentido, sufre unos impactos menores y está en mejores condiciones que Catalunya, Comunitat Valenciana o Murcia, pero está peor que Córcega y más o menos como Cerdeña. Ha habido un esfuerzo de concienciación en los últimos 20 años respecto a la necesidad de proteger el mar, pero también es verdad que no se ha degradado tanto como en este mismo período. Pero bueno, si no fuera por esa concienciación, estaría mucho peor.
¿Qué hacemos con el turismo?
— El espacio marino balear sufre una sobrefrecuentación, una excesiva ocupación. Puede haber usos compatibles, pero no podemos olvidar que el mar es un espacio natural, no de ocio. Hay que reducir esa fuerte presión humana.