PAula Mallorca 2021, Biennal d'Educació, no defraudó y cumplió las expectativas de los numerosos docentes, y no docentes, que este sábado se reunieron en la Sala Rívoli de Palma para asistir a la primera jornada intensiva de este encuentro de la educación y la cultura. Presentadas por Víctor Sánchez, las experiencias expuestas fueron muy variadas y sorprendentes, siempre en caminos diversos para la exploración de nuevos modelos educativos.
Inició la jornada el arquitecto y profesor de Urbanismo Rafa Rivera, quien reivindicó la recuperación de la calle como espacio para el juego y el encuentro ante «una ciudad actual que pone obstáculos y que hace que el espacio público pierda su valor, cuando es la base de nuestra cultura y de nuestra manera de ser. Los niños han sido desahuciados de la calle. Debemos cambiar las instrucciones de una calle que se ha convertido en inhóspita. Asumamos el protagonismo y recuperemos el encuentro en la calle para cambiar el mundo».
Macarena Trujillo, profesora en la Politècnica de València, explicó la presencia de las matemáticas en la calle a través de números, lenguajes, geometrías y proporciones. Como Rivera, también reivindicó un cambio de instrucciones: «¿Qué es una ciudad sin juego? Nada. Incluso los bancos para sentarse no han sido diseñados para los niños». Trujillo apeló a «la capacidad de encontrarnos en una sociedad que debe moverse por la educación, la cultura y la ciencia».
María Rodrigo, doctora en Psicología, reclamó un mayor protagonismo del ajedrez en la educación. Rodrigo explicó cómo, motivada por sus padres, aprendió a jugar al ajedrez con 5 años y, lejos de aburrirse, quiso seguir aprendiendo. Hizo su doctorado sobre el ajedrez como tratamiento terapéutico hospitalario y recordó que «el Congreso de los Diputados aprobó la implantación de este juego en las escuelas. Diez comunidades ya lo han hecho, entre ellas Baleares, con un total de 25 centros». La doctora en Psicología señaló que «el ajedrez trabaja y refuerza la cognición, la inteligencia emocional, el autoconocimiento personal, las habilidades sociales, la toma de decisiones e incluso la creatividad y la tolerancia a la frustración. En niños con trastorno por déficit de atención e hiperactividad mejora su concentración y su capacidad emocional».
En una mesa redonda posterior entre Rivera, Trujillo y Rodrigo, coincidieron en que «lo que no es divertido no es sostenible» y en que «no podemos dar la espalda al placer de aprender, seas niño o adulto. Y si lo has hecho superando un reto, se solidifica el aprendizaje». También apelaron «al clima y al ambiente en el aula, que deben ser gratos para generar participación, empatía y confianza, y donde los alumnos puedan preguntar sin miedo. De esta manera, el aprendizaje se multiplica. Y el error o el fallo sirven también para aprender, no deben penalizarse».
Competencia digital
Ya por la tarde, Yolanda Martínez, directora del IBSTEAM, de la Conselleria d'Educació, explicó la función de este organismo: «Nos dedicamos a impulsar la competencia digital y los planes digitales de los centros. Con la COVID, aceleramos la transformación digital y habilitamos dispositivos para alumnos vulnerables, asesoramos a los centros y formamos a los docentes. Un total de 8.500 docentes de Baleares han sido formados y se han repartido casi 8.000 dispositivos. En 2024, más de 14.000 docentes deberán acreditar su competencia digital y un número similar de alumnos vulnerables contarán con dispositivos. La transformación digital ha llegado para quedarse, pero va más allá de la educación y llegará a las familias».
Puri Martín y Maria Antònia Vallespir explicaron la experiencia del CEIP Pare Bartomeu Pou, de Algaida, en su programa de Pensament Computacional i Robòtica, con su horario de clases e introducido en todas las áreas, «con el fin de fomentar la creatividad y el pensamiento lógico, así como las habilidades sociales y la inclusión. Con la robótica educativa, el alumno adquiere más autonomía y la equivocación y su solución forman parte del aprendizaje, no generan frustración. Los alumnos hacen sus propios proyectos y los viven».
Moderadas por Regina Cortès, unas intervenciones especiales fueron las de los alumnos con altas capacidades Joel Reyes (8 años), Favour Aigbedo (15 años) y Álvaro Puig (16 años) quienes detallaron sus bajadas de rendimiento y su aburrimiento en las clases. Reconocieron que sus altas capacidades les someten «a la presión de unas expectativas muy altas, siempre esperando que saquemos las mejores notas». Rechazaron el encasillamiento y Joel indicó muy claramente que «esperan que siempre saques un 10 y no tiene por qué ser así. Tengo la presión a mí mismo de hacer algo importante por los profesores que me han ayudado». Los tres también rechazaron el estereotipo de niños raros que no tienen amigos y no practican deporte. Joel lo dijo igual de claro: «No llevo gafas, tengo amigos y me gusta el deporte». Sí expresaron su preocupación por la posibilidad de despertar envidias entre sus compañeros.
La psicóloga Amanda Far trató precisamente las altas capacidades «en alumnos que no tienen por qué ser brillantes y destacar en todo. El primer problema es la detección de las altas capacidades. La evaluación temprana permite la intervención temprana. Y los padres tienen que olvidarse de que, por mucho que estimulen a sus hijos, no van a crear una alta capacidad. Hay que naturalizar a estos niños para que dejen de ser los raros y puedan usar su inteligencia mediante la motivación. Se trata de que tengan la capacidad, y no la obligación, de llegar donde quieran».
Alumnos diferentes
Finalmente, la psicóloga Rocío Salas expuso la Estrategia de Programación Multinivel, que permite flexibilizar el currículum, aceptando las diferencias entre alumnos: «Todos trabajan el mismo contenido, pero los alumnos eligen la propuesta de aprendizaje que les presenta el profesor, que actúa como guía. El objetivo es que todos sean competentes aquí y ahora en una educación realmente inclusiva, sin grupos ni segregaciones que hacen que el alumno se sienta diferente. Los alumnos refuerzan la autonomía, el control, el autoconocimiento y la implicación en el aprendizaje. Se evitan la frustración y el quedar descolgado. El trabajo de cada uno a lo largo del curso es reconocido y valorado, y tiene más peso que un examen, sin tener que jugárselo todo en un solo día».