Las casas de los mallorquines se han ido encogiendo con los años mientras los muebles antiguos mantienen las mismas proporciones. Si a esto se suma el tsunami de la decoración nórdica, que se rumorea que ya está en retroceso, se confirma que muebles tradicionales como el canterano, los imponentes armarios o arcones e incluso las camas que acogían a generaciones más pequeñas, han quedado fuera de la decoración actual.
Así al menos opina Daniel Cota, que lleva más de 50 años en la profesión de anticuario. Hasta hace poco tenía tres almacenes en el centro dePalma y ahora ha reunificado todas sus piezas en un atestado local de la calle Reina Esclaramunda.
«Ha habido una bajada de precios en el mueble antiguo por falta de demanda, mientras cada vez piden más objetos de decoración», según Cota. ¿El motivo? «Los jóvenes no tienen dinero para comprar grandes piezas y además sus pisos son cada vez más pequeños. Caben pocas cosas en una casa de 70 metros cuadrados».
Combinación
Su tienda es el mejor ejemplo del horror vacui: no hay ni un rincón sin ocupar por objetos de lo más variado, desde platos del siglo XVIII, cómodas de costilla, figuras de santos o columnas de antiguas iglesias.
Hay soluciones para poder combinar las antigüedades para viviendas más reducidas y habitantes más altos que sus tatarabuelos. «De las camas antiguas se aprovecha el cabezal con un canapé moderno», explicó Cota.
Aún así, reconoce que ha habido una bajada «del 50 por ciento en las ventas. Y también han bajado los precios de manera sustancial, hay piezas que se venden a la mitad respecto a años anteriores», señala el anticuario. Si antes los canteranos no bajaban de los 1.000 euros, ahora «es posible encontrar a partir de 150 euros en cantidad».
En interiorismo ahora se lleva «el mueble industrial y rústico y todavía hay gente que compra piezas antiguas para aplicarles el decapé. Pero cuando se pinta con pintura a la tiza un mueble le quitas la esencia y después devolverlo a su estado natural es muy costoso».
En Can Bum (Felanitx), Marina Torres sigue la senda de su padre Víctor, recolectando piezas de todas las épocas. «Tenemos desde el siglo XVIII hasta el mid century, hasta los años 60». Y todo esto en dos grandes almacenes donde se agolpan también objetos variados, decoración, coleccionismo, detalles industriales... Por eso mi padre lo llamó Can Bum», explica Torres.
Frente a la uniformidad de multinacionales del mueble, «nosotros ofrecemos piezas únicas de todos los precios». Sus canteranos oscilan entre los 450 euros y «el más caro de todos, de 17.000 euros. Son muebles que nos llegan de algún vaciado de casas». Torres es tajante: «La gente se ha hartado de tener la misma casa que todo el mundo y por eso recurren a la segunda mano». Lo más buscado ahora son las lámparas y mesas rústicas.
Por su parte, Sonia Bové, de Despuig 58, muestra su predilección por los muebles de estilo mid century, de mediados del siglo pasado. «Cogemos muebles y les damos la vuelta. A una puerta antigua le colocamos una base de hierro y se convierte en mesa del comedor. Desde que empezamos, hace seis años, hemos visto cómo la gente ha ido entendiendo el concepto de ver la belleza de lo reciclado». Bové advierte que «la gente se muda mucho y han pasado de vivir en Santa Catalina [donde tienen su tienda] para irse a los pueblos. Y ahí el cliente vende o compra sus muebles para sus nuevas casas».
En Persépolis, su propietario Jamil Missaghian advirtió que «la decoración nórdica está en decadencia y el minimalismo baja». Esta tendencia ha llenado de lineas limpias y simples los hogares de todo el mundo. «Las antigüedades no dan trabajo a nadie mientras que el minimalismo emplea a millones de personas que fabrican muebles».
Mientras tanto, hay una pujante generación de nuevos diseñadores que imprimen su propio carácter en el nuevo mueble mallorquín. Es el caso de la firma Feina, un estudio de arquitectura y diseño liderada por Aina Salvà y Alberto Sánchez.
«Compaginamos mobiliario y diseño. Buscamos materiales de cercanía, confortables y contemporáneos.Que sean funcionales pero sin dejar de lado la estética», explicó Sánchez. Frente al estilo nórdico, más correcto y elegante, «abogamos por un estilo más libre, desenfadado y posmoderno. Pretendemos hacer un mueble propio, alejados de las normas de estilo» y se muestra más próximo al posmoderno italiano.
Sus muebles tienen tratamientos naturales y se amoldan al espacio. Cada uno requiere una solución diferente. Según su opinión, «la tendencia es hacer nuestras vidas más ligeras, con menos cosas y trastos. Las casas y las familias son más pequeñas». Y un toque antiguo no viene mal, opina.
Lina Kjellvertz, diseñadora de Dusty Deco, sueca y residente en Mallorca, apuesta por muebles de alta calidad y larga duración. «Aquí hay otra manera de decorar. En Suecia queremos ser como los demás. Aquí hay más diversión. Miras pisos o casas en Idealista y tienen un encanto que nos inspira. En Suecia nos encanta el beige, gris, blanco y negro. Y aquí hay flores, rayas, colores y estampados por todos lados».
Kjellvertz y su marido Edin empezaron hace 15 años buscando piezas vintage de todo el mundo para su tienda de Estocolmo. Hace dos años decidieron crear su propia linea de muebles, «inspirada en las piezas que se han cruzado en nuestros caminos».
Sus clientes piden primero «lo más básico: sofás, mesas de comedor y alfombras y luego extras como divanes y aparadores». La reducción del tamaño de las viviendas enSuecia les ha obligado a «compactar alfombras y butacas de salas de estar».
Kilómetro 0
Otro ejemplo de este nuevo diseño mallorquín es Contain, la firma de lámparas y muebles deJuan Peralta y Mauricio Obarrio. «Lo que nos diferencia es que realizamos todo bajo pedido y el cliente puede elegir todos los acabados. Prácticamente diseña el producto con nosotros. Y todo esto se suma a que utilizamos material de aquí: Gordiola, Lafiore, Huguet... Son piezas muy personales y únicas». Su firma ahora recorre todo el mundo.