Sergio Tubío (Bilbao, 1978) es bombero y coordinador de la unidad de intervención en tentativas de suicidio (ITS) del Ayuntamiento de Madrid. Un episodio sumamente doloroso, que le marcó durante una de sus guardias, le llevó a formarse para actuar de la forma más eficaz en casos de tentativas de suicidio. Ahora, junto a sus compañeros de la Asociación Internacional de Estudios de Bomberos y Psicología de Emergencia, imparte cursos por todo el país, como el que ha organizado la Oficina de Salut Mental de les Illes Balears esta semana en Palma.
¿En qué consiste la formación?
— Ofrecemos las herramientas necesarias a las fuerzas de seguridad y a los profesionales de emergencias para actuar frente a una tentativa de suicidio. Porque hasta ahora nadie te preparaba para algo así. Lo primero que tienen que entender es que nos enfrentamos a personas que necesitan ayuda, y aunque estén pensando en suicidarse, quieren vivir. Cuantos más mitos falsos sobre las conductas suicidas echemos abajo, más eficaz será nuestra intervención.
¿Cuáles son las claves en una tentativa de suicidio?
— Cuanta más información sobre el caso y la persona tengamos, mejor. Si ha habido otras tentativas, si está en tratamiento farmacológico... todo dato ayuda. También es importante hacer un análisis de posibles riesgos: si existe posibilidad de electrocución o de caída, si la estructura es segura, así como llevar el equipo de protección adecuado. Saber todo esto hace que nuestro cerebro nos proteja, y cuanto más seguros nos sintamos durante la intervención, nos permitirá mostrarnos más tranquilos con la persona. Y eso es lo más importante: en una tentativa de suicidio, todo gira alrededor de la persona.
¿Qué busca una persona en esta situación?
— Normalmente necesitan atención. En nuestra sociedad hace falta más empatía y escuchar a los demás. Las personas que se encuentran en una situación así se sienten incomprendidas, desesperadas y solas. Son los rasgos característicos de la conducta suicida. No ven otra salida porque cuando han acudido a alguien, han recibido respuestas tales como ‘no digas tonterías', ‘no me hables de esto'... ¿Le suena este tipo de respuestas? Son habituales.
¿Existe la palabra mágica para poner fin a una tentativa de suicidio?
— Me gustaría decirle que sí, pero desgraciadamente no es así. Después de tantos años de trabajo puedo confirmar que no existe la palabra mágica ni la estrategia infalible, y a veces, aunque duela, no puedes ayudar a esa persona, y la situación sale mal.
En Balears se producen una media de 100 suicidios al año, ¿cree que la pandemia puede hacer que estas cifras aumenten?
— Los datos oficiales sobre suicidios se dan cada dos años, por eso no puedo asegurarlo, pero se intuye que sí. Me explico: la pandemia nos ha desestabilizado a todos, nos ha apartado de nuestros seres queridos... hay más factores de riesgo, haga cuentas.
¿Qué le llevo a fundar la unidad de intervención en tentativas de suicidio?
— Un caso que me marcó hace unos años. Nos tocó actuar en el suicidio de un adolescente de 16 años que se había precipitado. Imagínese el escenario. Unos días después entré en barrena, tenía hijos pequeños, y no me cabía en la cabeza que un chaval con toda la vida por delante tomase una decisión así. Pero lo peor es que me di cuenta de que si me hubiese tocado actuar para impedir que se tirase, no habría sabido cómo hacerlo. No tenía herramientas para hacerlo. Para poder seguir adelante, me puse a estudiar y de ahí nació el germen de la unidad.
Este tipo de situaciones deben terminar pasando factura psicológica, ¿Cómo se protegen?
— Sufrimos tanto lesiones físicas y emocionales, y contamos con un equipo de psicólogos que nos ayuda, son nuestros ángeles. El uniforme de bombero, de sanitario o de policía no nos protege de todo. Los profesionales de emergencias lloramos y sufrimos. Cuando normalizamos que no somos Superman, podemos pedir ayuda.