Aunque parezca mentira, hubo un tiempo en que ni siquiera existía el GOB, pero en Mallorca ya había un grupo reducido, muy reducido, de jóvenes, muy jóvenes, que se sentían sensibilizados por la naturaleza de la Isla y que no dudaban en declararse admiradores incondicionales de Félix Rodríguez de la Fuente.
Unos cuantos de esos jóvenes de la Mallorca de 1971, que no llegaban a los 20 años de edad (y alguno de ellos era un niño, sin matices) decidieron que había que hacer un recuento de los voltors (Aegypius monachus) de la Isla. Existía un precedente muy duro e inquietante: los buitres se habían extinguido en todas las islas del Mediterráneo, pero en Mallorca todavía se podían observar ejemplares.
Ellos no lo sabían, pero esa decisión de unos cuantos jóvenes por su cuenta y riesgo abría el camino del ecologismo en Mallorca, en una época en la que, en nombre del turismo, ya se destrozaba una buena parte del litoral y de los espacios naturales de la Isla, y donde, además, la sensibilidad por la naturaleza era prácticamente nula.
Este periódico ha tenido el privilegio de reunir a algunos de esos auténticos pioneros para rememorar el episodio: Josep Antoni ‘Toño' Alcover, Pere Bosch, Jesús Jurado, Lluc Mas, Joan Mayol, Martí Mayol, Jordi Muntaner, Biel Pomar y Miquel Rayó. En la reunión faltan otros como Joan Adrover, Anthony Bonner, Aina Bonner, Mateu Bosch, Carles Fluxà, Xesc Moll y Joana Mayol (hermana de Joan y Martí, ya fallecida). Explican que «decidimos que el recuento debía efectuarse el 22 de agosto, domingo, así que, con muchísimo calor, una treintena de jóvenes nos repartimos entre algunas cimas y puntos altos a lo largo de toda la Serra de Tramuntana: Pal de Formentor, Puig Gros de Ternelles, Coll des Coloms -también de Ternelles-, Tomir, Puig Roig, Massanella, Coll dels Binis, L'Ofre, Teix y Galatzó. Nos repartimos en grupos y cada uno de ellos se dirigió a su destino la noche anterior para dormir allí. La observación debía iniciarse muy pronto y durar todo el día».
El material disponible era el siguiente: unos prismáticos, un reloj, un cuaderno, un bolígrafo y unos mapas militares de la época que no eran muy precisos. Al ver pasar un voltor, había que apuntar la hora y la trayectoria. Ahora, como mínimo, se cuenta con emisoras, fotografía digital, telescopio y ubicación por GPS.
El grupo recuerda que «observamos un total de 18 ejemplares, la mayoría de ellos vistos al mediodía. Con esos datos, elaboramos una especie de informe y lo presentamos a la única entidad que en esos años podía amparar de alguna manera nuestro trabajo: la Societat d'Història Natural de les Balears. Resultó un tanto frustrante comprobar que, posteriormente, el libro de actas de la Societat d'Història Natural recogió nuestro estudio como Censo de los cóndores de Mallorca».
En cualquier caso, ya se había abierto el camino. Otra frustración fue la presentación del informe a la delegación provincial del Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona). Allí les recibieron con la siguiente pregunta: «Ah, ¿pero hay buitres negros en Mallorca?».
A partir de los datos del recuento, Joan Mayol elaboró un cartel reivindicativo, con dibujo de Miquel Rayó, que puede observarse a la izquierda. Los recuentos continuaron anualmente y el GOB, fundado en 1973, los asumió al año siguiente. Desde entonces, se han realizado una treintena de recuentos de voltors, con centenares de participantes.
Anécdotas
También hay lugar para las anécdotas. Algunos grupos que acudieron a cimas cercanas entre ellas decidieron comunicarse a través de espejos, reflejando los rayos del sol. ¿Utilidad de esa medida? Ninguna. Era simplemente para hacer la gracia. O la iniciativa de Lluc Mas, que al año siguiente, en un alarde de modernidad, se llevó a una cima un walkie talkie. ¿Utilidad de esa medida? Ninguna. Nadie más de los jóvenes voluntarios tenía un aparato como ése. Por tanto, Lluc Mas no podía comunicarse con ninguno de sus compañeros. Sólo podía encontrar la frecuencia de algún radioaficionado.
Eran muy jóvenes y, por tanto, no tenían carnet de conducir. Así que, estando en una cima de Tramuntana todo el día, tenían que organizarse para regresar a sus hogares. Es decir, bajar de la montaña y llegar hasta un transporte público o hacer autoestop.
Aunque el material era muy rudimentario, tenían que pagárselo todo. Hay que recordar que eran unos jóvenes que apenas tenían dinero. En un recuento posterior consiguieron el patrocinio de una tienda llamada Deportes Palma, pero no fue a más.
Todos coinciden en que «nos lo pasamos muy bien. La verdad es que disfrutamos de todo el proceso: la organización, el camino hasta las cimas, el recuento en sí, la puesta en común de los datos... El voltor estaba protegido desde 1968, pero nadie se preocupaba de su conservación. Los que participamos en aquel primer recuento no nos conocíamos todos personalmente, pero de allí surgieron grandes amistades que, con casi todos ya jubilados, todavía perviven». Ayer fue el Día Internacional del Buitre. En Mallorca podemos celebrarlo gracias en buena parte a estos auténticos pioneros.