Andrea Romina es uruguaya, de Paysandú, una localidad que toma el nombre del paso de unos jesuitas que en el siglo XVIII iban a evangelizar a los indígenas de esta zona situada en una de las orillas del río Uruguay, casi en la frontera con Argentina.
Andrea, que es una buena comunicadora, o al menos esa es la impresión que nos da a poco de tratar con ella, rompe el denominador común de los uruguayos: si a estos los une el mate y el fútbol, a ella no le gusta el balompié, pero sí el mate. De hecho, cuando hablamos con ella había ido a comprarlo.
Estudió en su país Educación Física, consiguiendo una beca para proseguir los estudios en Cuba durante cinco años, cursando los cuatro primeros en el centro de La Habana Campo, en La Habana, y el quinto en Santiago. «Pese al tiempo que estuve allí, no conocí mucho de Cuba, ya que como estudiante solo ves una parte, ya que vives, como quien dice, en la escuela, saliendo de allí solo en determinadas ocasiones y a determinados sitios. Eso sí, pese a no saber mucho de Cuba, sabía que había revolucionarios y contrarrevolucionarios, aunque yo, por ser extranjera, no me metía en según qué cosas, y mucho menos en cuestiones políticas».
Conociendo mundo
Durante los años de becaria en Cuba se echó un novio venezolano, también becario como ella, «aunque mi primera relación sexual la tuve con un chileno, también becario. Porque una de las cosas buenas que tienes saliendo de tu país, para llegar a otro en el que te relacionas con mucha gente que van a lo mismo que tú, en este caso a estudiar, es que te liberas más y abres la mente, también mucho más de lo que hubieras hecho en el caso de seguir en tu casa.»
«Reconozco –sigue– que conocí muchas cosas del mundo gracias a estar en esa escuela. En ella había estudiantes de muchos países, pero yo me hice más con los caribeños, seguramente porque les gusta el baile y porque les va la fiesta. Y a mí, lo uno y lo otro también me van mucho. Finalizados aquellos cursos, en los que además de divertirnos y conocer gente, estudiábamos mucho, me dieron la licenciatura de Educación Física, que al llegar a Europa me la homologaron a medias, ya que solo puedo dar clases, ser monitora de natación, socorrista de piscinas municipales y gimnasios».
Al margen de esto, Andrea, que sobrepasa un pelín los 40, pero que goza de una forma espectacular, basta verla vestida, en bañador, desnuda… ¡Como sea!, se dedica, como hobby, a la meditación, «a viajes chamánicos en busca de tu animal de poder… Entre otros –matiza– yo he tenido el águila, protector de tus sueños, y que te ayuda a volar en busca de esos sueños; el lobo, que es protector y familiar, con el cual me identifico. También he hecho viajes oníricos, masajes tántricos, no genitales… Y soy también partidaria del nudismo, entre otras cosas porque es lo más natural: nacemos desnudos y nos vamos sin nada».
«Por otra parte –dice–, por el hecho de que te desnudes delante de alguien no significa que tengas deseos de hacer el amor, sino que te desnudas porque así te sientes mejor. Por eso me gusta también quitarme tabúes, cosa que se consigue a base de conocerte mejor, viendo y aceptándonos cómo somos».
Los 40, muy buena edad
Asegura que los 40 «es una buenísima edad, ya que ves las cosas con más cabeza, sabes hasta dónde puedes abarcar y has ido acumulando una experiencia que te permite hacer frente a situaciones que siendo más joven probablemente no podrías resolver, en el sentido de que ves cómo te vienen algunos, y ves también las intenciones que traen. También en esta edad sabes decir no con rotundidad, siempre y cuando no te convenza lo que te proponen. Y, pues que a mis 41, a pesar de todo, me considero sexy».
Como cualquier mortal, Andrea está pasando la pandemia, que contraataca a base de mucho sentido común, respetando las normas, «aunque también me ha servido para desarrollar mi espiritualidad, descubriendo que en la vida, además del trabajo y el dinero, hay otras cosas, y lo he hecho a base de conocer los ciclos de la Tierra y la Luna, recorrer las tierras de mis antepasados y ver lo que estas me reservan, hacer diversos caminos, como el de María Magdalena, conocer los distintos ciclos de la mujer, premenstrual, menstrual, ovulatorio, viendo lo que cada uno te reserva…»
«También he descubierto –nos cuenta– que me encanta disfrazarme. Solía hacerlo, pero ahora más. Y a veces me disfrazo de lo que me gustaría ser, por ejemplo, una sirena. De lo cual no solo me he disfrazado, sino que me he bañado y he tomado el sol. Como si fuera una de ellas».
Andrea está soltera y sin compromiso. «Será porque no me quieren», dice, conteniendo la risa y añadiendo a continuación que «para sentirme amada y aceptada, primero he de amarme y aceptarme a mi misma. Y aunque creo que lo uno y lo otro lo he conseguido, me da la impresión de que aun no ha llegado el momento».
Como no podía ser de otro modo, es muy activa en redes sociales. Está en Facebook, con su nombre, y en Instagram como @rominahbl. «Ahí no tengo muchos seguidores, pero estoy en ello. Pero en Tik Tok me siguen miles…».
Estudia interpretación
Por último, sabe que a través de la redes se puede ligar «y ligar enseguida y eso que a lo mejor ni te conocen personalmente, pero te proponen, desde salir, a cualquier otra cosa... Por eso, a mí lo que me gusta es el cara a cara, vernos y hablarnos sabiendo quiénes somos, porque, si no, a veces te llevas sorpresas… Te imaginas cómo es la otra persona y luego a lo mejor ves que nada tiene que ver con lo que te imaginabas».
Romina, que es socorrista en piscinas y monitora, a causa de la pandemia, está en el paro, «mientras tanto estoy aprendiendo interpretación, por lo que, además de recibir clases, me apunto a todos los castings como extra que puedo, incluso, si es necesario, me voy a Barcelona».
Confiesa que del cine se queda con todo; aceptaría cualquier papel, aunque si le dieran a elegir, se decantaría por… ¿Cómo os lo diría? «En realidad –nos saca de dudas ella–, si me dieran a elegir un papel en, por ejemplo, algo parecido a Las 50 sombras, yo sería quien manejaría el látigo. Y es que me gusta siempre tener en mi mano el mando de la tele.»