Ha pasado un año después del primer verano tras el confinamiento y aún prosigue el boom de la instalación de piscinas, ya sean de obra o portátiles. Tras el encierro de 2020, los mallorquines se han lanzado de lleno a dotar sus casas de campo, fincas, patios o jardines de una piscina.
«Hay muchísimo movimiento y tenemos lista de espera para instalar o construir una piscina», cuentan desde Hidrobalear. El año pasado había temor a un nuevo encierro en pleno verano, por lo que se explicaba el furor por conseguir una piscina, lo que supuso una espera de meses para conseguir cita con una empresa instaladora o páginas web incapaces de dar respuesta a la demanda y con piscinas portátiles agotadas.
Sin embargo, este año sigue habiendo muchísimo interés por dotar de piscina la vivienda. «Es como si quisieran pasar más tiempo en casa. Ya quieren su parcela privada y no les apetece ir a la playa. Y esto ocurre tanto con clientes nacionales como extranjeros», dicen desde Hidrobalear.
El cambio hacia una vida «más familiar» ha supuesto una mayor inversión en los hogares y «un repunte en la reforma de las casas. Se están invirtiendo en cosas que nunca habían llegado a hacer», cuenta desde esta empresa instaladora. Las solicitudes de información se suceden sin parar y advierten que «es impensable ahora mismo tener un chalet sin piscina. Antes la gente se conformaba con la playa, pero ya no es lo mismo».
Los precios varían según la tipología y las piscinas de madera para instalar cuestan entre 3.500 y 10.000 euros, mientras que es posible adquirir una portátil a partir de 1.000 euros. Las empotradas en el suelo oscilan entre los 15.000 y los 50.000 euros. Las piscinas desmontables más pequeñas cuentan con cinco metros cúbicos.
En Mascaró Suministres i Serveis han constatado la misma dinámica. «Tenemos lista de espera y hay algunos modelos que ya se han agotado. Los fabricantes se están encontrando con problemas para acceder a las materias primas». Para poder contar con una piscina es preciso esperar más de un mes, por lo que el desabastecimiento prosigue después de un 2020 en el que se ha vivido una auténtica fiebre por las piscinas.
«El año pasado creíamos que se instalaban más por miedo a un nuevo confinamiento pero este año no nos lo explicamos. Tal vez sea por una mayor sensación de seguridad al pasar más tiempo en casa», cuentan desde Mascaró.
El peligro de las piscinas hinchables en los balcones, que pueden desplomarse
El verano del año pasado una vivienda sufrió un derrumbe en Elda (Alicante) por la instalación de una piscina en una terraza. Aunque no lo parezca, es capaz de alcanzar con facilidad los 12.000 litros, lo que equivale a 12.000 kilos. Tal y como señalan los arquitectos, la estructura de un edificio está diseñada para que aguante 200 kilos por metro cuadrado, que equivale al peso de tres personas. Si se le añade una piscina repleta de agua, se llegan a los 600 kilos por metro. De esta manera, la estructura se resiente y puede ceder al peso. Algunas empresas de la Isla han llegado a negarse a instalar piscinas en terrazas y balcones para evitar estos accidentes. Se salvaría de esta prohibición las piscinas pequeñas hinchable de bebés, que apenas puedan tener un palmo de agua. Ya sea hinchable, desmontable o portátil, el propietario que quiera instalar una piscina debe pedir un certificado de solidez a un técnico.