Mercedes Lillo, de 31 años, ha vivido en primera persona los inicios de la COVID-19 en China. Trabajaba como profesora de inglés y español en una guardería infantil cuando se decretó el estado de alarma. Decidió volver a Mallorca hasta que se apaciguara esta pandemia, pero un año y medio después no puede regresar a Asia por la dificultad de obtener los permisos de residencia. Aunque sí atribuye la palabra «atrapada» en su caso, pues después de siete años en Cantón ha tenido que dejar el trabajo y su casa, tiene claro que quiere continuar su carrera en España. Sin embargo, su aventura la describe de apocalíptica.
«Volví a Cantón tras visitar a mis padres en diciembre de 2019. Después de dos semanas, escuché el virus en Wuhan. No era nada extraño, ya que aquí se ha hablado de muchos nuevos virus», narra. La situación empeoró, su colegio cerró y enseguida cogió un vuelo a Mallorca para continuar aquí con la cuarentena.
Explica cómo China reaccionó al primer minuto a esta pandemia, a la que preveían de mundial desde el principio. Asegura que la mascarilla fue obligatoria de ipso facto, se cerraron las fronteras y el avance tecnológico facilitó la gestión del virus. «Recuerdo los primeros días agobiantes cuando se declaró la pandemia», opina. El gobierno chino, asegura, «empezó con los meses a pausar los permisos de residencia. Mi empresa, por hacer un bien, me agilizó mis trámites para regresar allí lo antes posibles. La cosa era cancelar mis papeles para solicitarlos de nuevo, con la mala suerte que al cancelarlo el gobierno incluyó un nuevo requisito, una carta de invitación muy difícil de conseguir».
Mercedes no es la única «atrapada» en España. Conoce otras personas desperdigadas por sus ciudades sin poder regresar. Con la negativa a su favor, ha tenido que dejar su hogar desde hacía siete años, así como su trabajo. Se lamenta porque lleva todo este tiempo expectante a los cambios en el país asiático. «Si ahora tengo que volver a estudiar para encontrar aquí trabajo, lo haré», asegura. Su opinión sobre la gestión en España es clara: «Es cierto que no tenemos la capacidad ni la experiencia de China para controlar este virus, pero me parece muy fuerte que tras un año de pandemia no tengamos ya la crisis controlada».