A Dídac Gómez le gusta la mecánica desde pequeño. Este año cumple 15 años y ha pasado el curso escolar en un taller de mecánica de Inca. Ha compaginado esta práctica con sus clases en el IES Binissalem. «Me dieron esta oportunidad y la cogí. Aunque ya sabía algo –su hermano es mecánico–, me gusta arreglar motores. En un futuro me veo así».
Cristofer Orellana, de 15 años, se ha manejado con sobresaliente entre la náutica y el instituto. También ha compaginado la educación obligatoria con práctica en el Club Náutico de s'Arenal. «Ya tenía ganas de ver el mundo laboral, quería salir un poco del instituto porque las cosas no me iban bien», reconoce. La náutica le llamó la atención desde el principio, aunque ahora, si tuviera que elegir, «quizá escogería el motor de coches», comenta.
Y a Marta Fernández, también quinceañera, eso de tratar con gente y hacer peinados siempre le ha seducido. Ha hecho sus prácticas en la Academia Llongueras, en Palma, mientras intentaba a la par lidiar con las asignaturas del instituto. «Me gustaría entrar en Formación Profesional (FP) Básica de Peluquería y Estética. Me ha sorprendido mucho», asegura.
Este año, 297 estudiantes de Mallorca han formado parte del programa Alter, que ofrece escolarización compartida, esto es, la opción de que hagan prácticas laborales mientras estudian la ESO. El sistema está centrado para alumnos de entre 14 y 16 años –en periodo escolar obligatorio–, con dificultades para adaptarse a los modelos educativos tradicionales.
En este programa, que parte de la Conselleria d'Afers Socials y participa el Consell d'Educació, han colaborado un total de 297 empresas y se han realizado convenios con 33 municipios de las Islas, de los cuales tres se han incorporado este año. La mayoría de los jóvenes que se acogen a este sistema son chicos, un 68 %, mientras que el resto (32 %) son alumnas.
Motivación
La educadora social Mónica Román acompaña a los alumnos durante sus experiencias profesionales. La pérdida del interés del alumno con los estudios es uno de los problemas capitales a los que se enfrenta el sistema y también estos profesionales. «Para evitar su fracaso, se les ofrecen alternativas como este programa», explica.
Por ejemplo, Cristofer dice sin pudor que él siempre ha sido un chico «revoltoso, me distraía con facilidad en clase». No le ha ido bien el colegio y tenía ganas de buscar otra salida. «El Cristofer de ahora está centrado y tranquilo. Si sigo así, me veo un buen futuro». Mónica evalúa su participación en el Club Náutico como «muy positiva», y prosigue que «muchas veces hablamos de alumnos con dificultades y que ello les arrastra una desmotivación porque lo que hacen en el instituto no les acaba de gustar. Uno de nuestros grandes retos como educadores sociales es cuidar su autoestima y decirles que sí pueden».
El programa Alter ofrece una formación laboral de dos años. El 95 % de estos alumnos aprueba y continúan. La educadora social Sandra Pozuelo añade que, una vez finalizan este servicio completo se les valora para derivarlos a la FP Básica. Los jóvenes eligen sus tres preferencias, que van desde informática, mecánica, reparación de bicicletas, peluquería y estética, chapa y pintura, mantenimiento o sector náutico entre otros, detalla Sandra.
Marta Fernández era de suspender mucho en clase. «Me llevo muy bien con los profesores pero no con las asignaturas», se ríe. Así que, como su hermano hizo un año de mecánica de coches en Alter, «me dijo que estaba bien. Por eso quise probar». Expresa que ha sido «brutal» su evolución y que «necesitaba un cambio porque no hacía nada en clase. Yo soy más de lo práctico que de hincar codos».
Dídac Gómez y Cristofer Orellana acudían a sus respectivas formaciones de 9.00 a 13.00 horas. Este es el horario clásico, que lo cumplen tres días a la semana. Los dos restantes, acudían a clase en la misma franja horaria. Pero Marta Fernández se acogió a un horario de tarde en la peluquería Llongueras.
Entre las tareas de Cristofer, por ejemplo, destacaba el mantenimiento diario de las Zodiac, o incluso en algunas ocasiones ayudaba en las reparaciones de otros barcos más grandes. En el caso de Marta, pasó una pequeña formación con la cabeza de un maniquí con la que desempeñaba los peinados y las técnicas de peluquería.
Dídac se dedicaba a cosas diversas: desde cambiar las pastillas del freno, quitar y poner ruedas, cambios de aceite y hasta ayudar a pasar la ITV. «Ha sido un diez como persona y como aprendiz», le dice su jefe del taller durante la entrevista. Maria de la Salut Tur, su educadora social durante todo el curso, es una veterana en el municipio de Inca. Defiende que este joven ha superado con creces sus prácticas en el Taller Llorenç Quetglas. Eso sí, Dídac asume que «al principio fue un poco duro, pero luego lo pillé todo». Pone la mirada a un año más en el programa Alter si este año no consigue entrar en la FP Básica.
La pasada semana, los 297 alumnos de este programa recibieron su diploma en sus correspondientes municipios, y algunos lo hicieron el pasados martes en Palma. Es el documento que les avala que ‘si pueden'. Este programa lleva implantado desde 2005 y arrancó en la primera edición en cinco municipios y con 35 alumnos. Hoy el curso ofrece hasta 301 plazas y ha creado convenios con 33 municipios. «Es una forma de buscar alternativas a los jóvenes para que puedan continuar con su formación escolar», informa la consellera d'Afers Socials, Fina Santiago, quien a su vez destaca los convenios con empresas públicas, como la EMT, para hacer las prácticas laborales.
Para la realización de estas prácticas, el Govern destina una cantidad económica a las empresas que se adhieren al programa. «Hemos conseguido con este programa veterano que muchos alumnos no abandonen el sistema escolar. Ellos así aprenden conocimiento a través de la práctica», sostiene Santiago. Favorecer su autoestima es el mensaje que muchos han encontrado tras cruzar el puente al mundo laboral. Si el sistema no se adapta a ellos, aquí ven una alternativa con la que se ven capacitados.