En la semana del Orgullo 2021 cobran relevancia toda una serie de temas ligados al universo LGTBI+. En esta ocasión hablamos sobre asexualidad, una tendencia u orientación sexual que incluye a un número de personas cada vez mayor, a pesar de que algunos estudios cifran su prevalencia en un porcentaje cercano al uno por ciento, y que otros profesionales se resignan a admitirla como tal.
Por asexualidad se entiende la falta de atracción sexual por otras personas. No obstante ello no invalida las relaciones personales, en muchos casos atraídas por valores intelectuales o de afecto, exactamente igual que en las relaciones normativas.
Además, los expertos inciden en que algunos que se definen como asexuales tienen de facto relaciones sexuales, ya que fisiológicamente no tienen ningún impedimento para llevarlas a cabo.
Ello se explica por un abanico amplio de razones: algunos se sienten en deuda con sus parejas o quieren complacerlas; otros recurren a las relaciones sexuales con la única finalidad de procrear y quizás encontraríamos un buen número de razones más, ya que cada uno es un mundo.
A pesar de todo, algunos estudiosos no consideran la asexualidad como una tendencia sexual de pleno derecho. Entre tanto su popularidad va in crescendo gracias en buena medida a que esta realidad se ha popularizado de forma importante en los últimos tiempos en las redes sociales, y a través de distintas plataformas y comunidades en internet.
A las personas interesadas en la cuestión invitamos a ver atentamente el vídeo que acompaña a esta información. Su autora es la divulgadora Ángela Vicario, comunicadora y medievalista que, gracias a contenidos como este, descubrió hace unos años que no le pasaba nada malo, ni en la cabeza ni en los genitales: simplemente era asexual.
Entre un buen número de reflexiones Vicario incide en la obsesión hacia el sexo que, según su opinión, marca nuestra sociedad. Asimismo invita a compartir este material y «a mirar con otros ojos» para ganar en empatía y solidaridad, con la intención puesta en que nadie más se sienta un bicho raro o un salmón nadando a contracorriente por su forma de amar.