Raquel se disponía a pasar unos días de descanso y relax en un establecimiento hotelero de Mallorca. Había acudido con su marido, los niños y la suegra, pero poco después de llegar supo que no iban a ser unas jornadas como las había imaginado. En el hotel se alojaba también un numeroso grupo de jóvenes, muchos de ellos menores, llegados de la Península nada más concluir el curso escolar. Tenían muy claro cuál era su expectativa de viaje, a juzgar por el testimonio de esta residente en Palma, y lo más preocupante: no demostraban un gran respeto por mantener las medidas de higiene y seguridad que todos hemos aprendido en la pandemia de coronavirus.
Las imágenes que acompañan esta información son relevantes. Hasta ahora se habían visto botellones y excesos en la vía pública o en la playa. Este es diferente, al darse en un establecimiento sujeto a toda una serie de normas. La imágenes se grabaron el pasado viernes 18 de junio por la noche en un hotel de Llucmajor. En él aparecen decenas de jóvenes bailando, cantando y bebiendo, sin apenas distancia entre ellos. Las imágenes han sido tratadas para garantizar su privacidad. Prácticamente todos ellos no utilizan la mascarilla. Algunos prefieren llevarla en la muñeca o el codo más que colocarla donde puede protegerles de la infección de la COVID.
«Entre los chavales había algunos mayores pero la mayoría eran menores. Lo sé porque a pesar de que bebían y fumaban como si nada, dentro mismo de la piscina, portaban la pulsera naranja como mis hijos», explica esta clienta que no quedó muy conforme con la estancia de hotel en Mallorca. «En el comedor se sentaban como querían, no había apenas gel desinfectante», recuerda.
«La fiesta del viernes se fue de las manos, y quizás por ello muchos comentaban al día siguiente que les habían dado un toque, que no podrían liarla tanto ni hasta tan tarde. Algunos se compraron pulseritas de color azul para camuflar las que les correspondían, y tener acceso a la barra libre». El sábado prepararon una fiesta en las pistas de tenis, que fue un poco más contenida. «Pero eso era dentro del hotel, fuera de él y en las habitaciones, a saber. También hablaban de party boats».
Si es más o menos comprensible que los chicos relajaran excesivamente las medidas, dada su edad y la fatiga pandémica acumulada en todo este tiempo, no lo es tanto que lo hicieran en el hotel que les dio habitación, ni tampoco en la empresa que organizaba algunas actividades que contrataron.
En ambos casos, la familia mallorquina que se topó con el grupo de jóvenes peninsulares con ganas de fiesta aduce que el control fue mejorable. «No es muy justo, gastas un dinero y lo organizas para tener un fin de semana diferente y al final, mira».