El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, nombró a Esther Romero (Ibiza, 1982) nueva directora de Càritas el pasado 23 de mayo y al día siguiente se incorporó a su cargo. Licenciada en Pedagogía por la UIB, regresó hace un año a Mallorca tras pasar nueve años como misionera en Perú junto a su familia. Pasó el proceso de selección para su actual puesto. Quedó en segundo puesto y obtuvo el cargo al renunciar antes de tomar posesión la persona seleccionada.
¿Cómo afronta este nuevo reto?
— Es una responsabilidad grande que asumo con mucho entusiasmo e ilusión. Càritas es un referente en la atención social y, en el tiempo que llevo en el cargo, poco más de dos semanas, estoy conociendo los programas que se llevan a cabo. También me he reunido con los integrantes de la entidad para conocerlos personalmente, así como el trabajo que realizan; y con los párrocos de las parroquias.
¿Qué objetivos tiene?
— Son los trazados por Càritas en su III Plan Estratégico 2019-2023, que dan continuidad al trabajo y al compromiso de la entidad de transformación social y de desarrollo integral de las personas y de los pueblos. Mi principal objetivo es seguir creciendo en los servicios, proyectos y programas que Càritas realiza para responder a la demanda social.
¿Pretende dar estabilidad a la ONG y una línea continuista?
— Así es, creo que hay una necesidad de continuidad, así como una apuesta firme por el voluntariado. Casi siempre he trabajado en esta área y creo en el voluntariado. Hay que hacerlo atractivo.
Acaba de llegar, pero ya se debe haber hecho una idea de lo que ha supuesto la irrupción de la pandemia, ¿Cómo ha sido este año para Càritas?
— Las condiciones de vida de muchas familias empeoraron y la respuesta de Càritas se intensificó y amplió desde un primer momento. La crisis afectó a muchas personas que se acercaron por primera vez a Càritas, pero las que lo sufrieron con más fuerza fueron las que ya vivían una situación de exclusión social.
Entonces, ¿se cronifica la pobreza?
— Las personas que ya vivían en situación de vulnerabilidad han sufrido doblemente. Parecían remontar de una situación de falta de recursos y el parón causado por la pandemia les ha provocado caer de nuevo en una situación muy precaria. El informe Foessa de Càritas de finales de 2019 ya situaba a Balears como la tercera comunidad con más exclusión social. Esta realidad se vuelve a reproducir con intensidad y tendremos que seguir trabajando con intensidad los próximos años.
En 2020 atendieron a un 30 % más de usuarios, pero también recibieron más donaciones, ¿Crece la solidaridad en tiempos de crisis?
— Con la puesta en marcha de la campaña ‘Càritas ante el coronavirus' y con la continuidad de ‘cada gesto cuenta' son muchas las muestras de solidaridad realizadas tanto de donantes como de empresas. Muchos donantes particulares ampliaron sus aportaciones habituales y otros se acercaron por primera vez. También se han impulsado iniciativas no económicas, como recogidas solidarias de comida, juguetes y rifas en distintos centros educativos y de trabajo.
¿Qué papel ha jugado el voluntariado?
— Ellos son un pilar fundamental en la estructura y la acción de Càritas y han crecido en todos los lugares de la Isla. Durante 2020 se sumaron más de un centenar y ya superan los 650. Pero tampoco hay que olvidar a la labor incondicional de los trabajadores en el día a día; y a las 48 Càritas parroquiales, que hacen una labor impresionante.
Madre de siete hijos, estuvo 9 años en Perú
Esther Romero conoce bien la dedicación altruista a los más vulnerables. Hace diez años que se marchó con su marido y dos hijos pequeños a Perú, donde ejercieron de familia misionera. Regresaron a la Isla hace un año y es madre de siete hijos. El pequeño tiene cinco meses y el mayor, 12 años. A ellos dedica sus tardes.