Se va Gabriel Company, un outsider de la política, y su marcha tiende una alfombra roja para que Marga Prohens llegue a la cima del PP balear con todos los honores. Muy a su pesar, el paso de Company por la política queda indefectiblemente unido al nombre de su máximo enemigo, que no es Francina Armengol, sino José Ramón Bauzá. Él le introdujo en este mundo al nombrarle conseller y él posibilitó que Company arrasara en el congreso regional al presentarse como rival en aquel estrambótico intento de recuperar la presidencia del PP. Es casi seguro que la victoria de Company no habría sido tan holgada de ser otro el rival, pero la presencia de Bauzá en el ring provocó lo que siempre provoca su presencia: una polarización tan extrema que hasta los enemigos internos de Company se sumaron a su proyecto para cortarle el paso a Bauzá con una medida desesperada.
Company llegó al PP en el peor momento de su historia. Aniquilado en las urnas, obligado a hacer una oposición a la que le cuesta acostumbrarse, dividido en mil pedazos por el mesainismo de Bauzá y con una situación económica tan delicada que hasta le llevó a poner en venta su sede. Se va con un panorama mejor del que encontró al entrar. Sigue aniquilado en las urnas, pero los vientos le soplan a favor desde la apabullante victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid y ante el inevitable desgaste de gobiernos que han tenido que lidiar con la pandemia. Seguirá obligado a hacer oposición, pero ahora con el altavoz del Congreso de los Diputados, en cuya tribuna se comenzará a oír hablar del Govern de Francina Armengol. La situación económica interna es sensiblemente mejor a la que se encontró el aún líder del PP y ese partido dividido ha comenzado a reintegrarse, como acredita que Jaime Martínez, uno de sus rivales, sea presidente del PP de Palma. Aún quedan incendios en algunos municipios, especialmente en Calvià, pero es probable que la marcha de Company contribuya a que se resuelvan.
El balance de su mandato presenta, sin embargo, algún claroscuro por su problema a la hora de definir un proyecto político. Siempre ha dicho que su referente era el regionalismo de Alberto Núñez-Feijóo, pero en el congreso nacional del PP los de Balears se volcaron con el proyecto muy español de Pablo Casado.
Entre Vox y el PI, siempre se le ha situado más cerca del PI, pero a este PP no le ha quedado más remedio que hacer guiños a Vox, partido al que necesitará con mucha probabilidad si quiere gobernar de aquí a dos años. La sombra de Bauzá le ha perseguido también en el Parlament, donde sus rivales, que no enemigos, han aprovechado su paso por aquel Govern para atizarle.
Ahora se va por fin, dos años después de haberlo intentado sin éxito por la oposición de Pablo Casado. Su sanedrín, Antoni Fuster, Sebastià Sagreras, Llorenç Galmés y, sobre todo, Marga Prohens, toman el control de la formación. Su marcha da alas al partido porque muchos no veían en él al candidato de 2023, libera definitivamente al PP de la alargada sombra de Bauzá y facilita un eventual acuerdo con Vox, que con Company podría haber resultado más complicado. No es extraño que sus fieles hablen de sacrificio.