Kika Simó, mallorquina, fundadora de la ONG Niños de Topsia –Topsia es un barrio de chabolas de Calcuta donde los niños viven en la calle, sin escolarizar, expuestos a todo tipo de riesgos, entre ellos la explotación infantil– se encuentra ahora en esa ciudad de India, en el centro desde donde se organiza la tarea de rescatar niños de la calle, llevarlos a un albergue, proporcionarles alimentos y educación.
Aunque en estos días intenta no salir mucho a la calle, salvo para lo imprescindible, es testigo de lo que está sucediendo. Kika, que viaja cada año a Calcuta, se encontraba allí en marzo de 2020. «Tenía mi billete de vuelta a España para el 19 de marzo de 2020, pero lo cancelaron, y tres días después pasó lo mismo con todos los vuelos internacionales y nacionales, y entramos en confinamiento. Ahora los únicos vuelos internacionales permitidos desde la India son los que el Gobierno ha firmado con otros 28 países, entre los que no está España, o los que operan con fines de repatriación. Por eso, aún no sé cuando regresaré», explica. No obstante, y como ONG, asegura que ahora más que nunca tenemos hay estar aquí para ayudar y apoyar a los niños y a sus familias.
En Calcuta se está viviendo la segunda ola con mucho miedo. «Ya no es solo por el aumento de casos y muertos, sino miedo a un nuevo confinamiento, puesto que el del año pasado fue dramático. A los dos días, la mayoría no tenía nada para comer».
Kika Simó corrobora las dramáticas noticias que llegan estos días desde la India a través de los medios de comunicación: «Los hospitales están desbordados, no hay oxígeno, no hay camas y la gente se está muriendo en la puerta de los hospitales. Muchos deciden llevarse a sus seres queridos a sus casas, donde mueren por falta de oxígeno y asistencia médica». En opinión de esta cooperante mallorquina, se ha llegado a esta situación «por una mala planificación, unida a las variantes del coronavirus. Desde noviembre, la gente se ha vuelto bastante imprudente. Y añadamos también los recientes mítines políticos y el festival religioso de Kumbh Mela, que se ha realizado sin las medidas de seguridad».
Aunque se están administrando vacunas –India cuenta con dos vacunas anti COVID propias–, «muchos no confían en ellas y los más creyentes piensan que el virus no les contagiará jamás, y encima ahora hay escasez de vacunas y las personas ya vacunadas no reciben su segunda dosis». La pandemia está afectando, y mucho, a la vida ordinaria en la India, «sobre todo a la población más pobre del país, que ya luchó por sobrevivir durante los primeros meses de cierre. Comen y viven de lo que cobran al día, por tanto no tienen ahorros, y durante la pandemia muchos perdieron sus empleos. Las desigualdades también han aumentado en otras áreas, como la atención médica y la educación».
Apoyo a las familias
Kika Simó, que aún no está vacunada, da apoyo a 180 familias a través de Niños de Topsia, en un proyecto de educación. «Tenemos escolarizados a 137 niños, pero las escuelas, tanto concertadas como públicas, están cerradas. Antes, cuando salían de clase, venían al centro de la ONG, donde recibían clases de repaso y apoyo por parte de siete profesores. Pero hace dos semanas hemos tenido que cerrar el centro por el aumento de casos en Calcuta. Afortunadamente, seguimos recibiendo ayuda, ya que tenemos la suerte y honor de formar parte de la familia de la Fundación Hadas y Fundación Kalonge. Sin ellos, y las aportaciones de amigos de Mallorca, no podríamos hacer nada».