La regidora Sonia Vivas ha remitido a los medios de comunicación una carta abierta dirigida a sus compañeros de la Policía Local tras la supuesta fiesta celebrada en el interior del cuartel de San Fernando.
Reproducimos de forma íntegra la misiva:
«Me dirijo en primer lugar a los funcionarios que, desde hace años, habéis secuestrado la Policía Local de Palma. A esos que desde el minuto uno en que pedí amparo a la Justicia por el acoso que padecía, convertisteis mi día a día en el mayor de los suplicios.
A esos que habéis abierto las puertas de la Comisaría a delincuentes que han cumplido y cumplirán condena de nuevo, por maltratarme durante años dentro del mismo cuartel en el que los recibís entre risas, abrazos y alabanzas.
A los que tenéis amordazados a todos los policías honrados y honestos, mientras apuntáis con una pistola a la cabeza de todo el sistema de derecho. A los que sembráis el miedo fuera y también dentro. A los que me llamabais mentirosa por denunciar un acoso del que muchos de vosotros erais conocedores.
A los que generasteis corrientes de opinión sobre mí para que me fuera imposible resistir el día a día en mi puesto de trabajo, provocando para que me fuera. A los que dejasteis de hablarme, de saludarme y os levantabais de la mesa del bar si yo llegaba y me acercaba al grupo.
A los que me fabricasteis cinco expedientes administrativos, retorciendo el reglamento, para lograr echarme a la calle de cualquier manera. A los que hicisteis recogidas de firmas pidiendo que la Jefatura me expulsara, porque hice público el montaje policial de mis acosadores, con el que trataron de encerarme en la cárcel siendo inocente.
A los que justificasteis el montaje policial, diciendo que era normal que ellos reaccionaran ya que yo les denuncié primero. Repitiendo el mismo patrón que cuando justificabais las patadas en la cabeza de un oficial a un detenido en el calabozo, porque según vosotros el tipo le insultó y el pobre compañero perdió los nervios.
Esta carta es para todos vosotros, para los que acudisteis a mi juicio para tratar de amedrentarme. Concentrándoos en la puerta de la Audiencia y repartiendo panfletos con mi fotografía en blanco y negro, donde explicabais a la gente que pasaba por la calle que yo era una mentirosa.
A los que coreasteis con risas y aplausos a mis verdugos, al tiempo que se negaban a declarar. Dando un espectáculo dantesco y provocando que tuvieran que llamaros las juezas al orden. A los que, durante mi declaración, que duró más de cuatro horas, me insultabais en voz baja buscando insistentemente que perdiera las formas durante el juicio. Sin lograrlo.
A esos que os habéis esforzado en pintarme como una mala persona, para poder tener un solo argumento de peso, con el que construir algo sólido, que justificara que me merecía el acoso.
A los que me habéis perseguido judicialmente presentándome hasta seis denuncias en dos años. Todas archivadas. A los que pedisteis mi expulsión definitiva cuando, destrozada por vuestros ataques, me concentré en la puerta del Ayuntamiento sola y con una pancarta, anunciando que iba a encadenarme al día siguiente si no se me echaba una mano para sobrellevar todo lo que me hacíais.
A los que os reíais por los pasillos cuando entré al cuartel escoltada por un agente de policía para poder recoger las cosas de mi taquilla. Ese fue el último día de servicio para mí tras la denuncia a mis maltratadores. El último día de trabajo de una víctima que no había hecho más que pedir ayuda y seguir trabajando.
Sé que no se sabrá nunca la verdad de lo que pasó en esa fiesta que organizasteis hace escasos días y que ahora, es un motivo más de vergüenza para toda la Institución.
Sabed que he sabido de vuestros movimientos y de vuestro proceder para lograr tapar las bocas de quienes os vieron. Comportamientos con vuestro sello porque podéis y porque os dejan hacerlo, ya que San Fernando es vuestra casa, al menos, de momento. Y lo es porque todos os tienen miedo.
Esta carta es para daros las gracias por pintar la realidad de lo que he vivido ahí dentro, bajo vuestro yugo, de una manera tan clara. De un modo tan nítido y perfecto.
Esperabais que me hundiera, que enfermara, que no fuera capaz de remontar la increíble presión de grupo que ejercisteis sobre mí. Y ahora mi verdad os persigue y os resuena como un eco.
Os habéis sorprendido con mi fortaleza y por eso habéis hecho todo, absolutamente todo, lo posible para destruirme.
Lejos de eso y pese a haber atravesado por la oscuridad más negra, haberme dejado parte de mis mejores años por el camino y haber pagado un precio muy alto en salud, felicidad, familia y pareja, aquí sigo. Mirándoos a los ojos para recordaros vuestra bajeza.
Me habéis hecho pagar el más alto de los precios, pero gracias a ese viaje a los infiernos ahora nada ni nadie me puede apartar de mi abrazo interno.
Y ahora me dirijo a vosotros. A los buenos, a los honrados, a los trabajadores, a los honestos.
¿Hasta cuándo les vais a seguir permitiendo esto?
¿Hasta cuándo compañeros?».