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Pandemia de coronavirus

El periplo, puerta a puerta, de los sanitarios para cumplir con la vacunación

Margalida Roig y Elena Forteza, enfermeras del Centro de Salud de Manacor, acudieron el jueves a seis domicilios.

| Palma |

Si es usted mayor de 80 años y está esperando a que un sanitario acuda a su domicilio para vacunarle, no se asuste si lleva una mochila a cuestas, una bolsita decorada de osos pandas, o si llega empapado por la lluvia o sudando por el calor. También analice su vestimenta. No se quede con la bata blanca, eche la vista a sus deportivas o el calzado cómodo. Porque la vacuna contra la COVID-19 hace kilómetros a pie.

En cada centro de salud hay un grupo de sanitarios que suministra la vacuna Pfizer en sus propias casas. Algunos han llegado a inocular en más de 24 domicilios; otros calcularon con sus aplicaciones móviles que habían dado 10.000 pasos. Se conoce como la vacunación rural, la más campechana por la relación con el paciente pero también la que más historias y hogares permite conocer.

El PAC de Manacor tiene cerca de 2.000 tarjetas sanitarias de personas mayores de 80 años. En la tercera semana de vacunación de esta población, el ritmo está siendo favorable. Ya inoculan a los de 87 años y algunos de 86. Los enfermeros de este centro acuden a una veintena de domicilios los días programados para vacunar, que son los miércoles, jueves y viernes.

La ruta

Cada lunes, el equipo formado por 24 sanitarios planifica la semana y gestiona las llamadas de los pacientes que se vacunarán en los próximos días en sus domicilios. Mientras un grupo hará trayecto, el resto suple las tareas diarias de sus compañeros en el centro. Los martes llegan las dosis de Pfizer y, como no vacunan en los hogares, aprovechan para llamar y confirmar los pacientes que el día siguiente se inocularán.

Nos situamos en el jueves pasado, día 18. Las enfermeras Margalida Roig y Elena Forteza preparan el vial  (se aseguran de que, una vez fuera de la nevera, esté a una temperatura de entre dos y ocho grados) con las seis jeringuillas y una bolsa decorada con osos pandas. Cogen una nevera, la máquina para mirar el índice de coagulación entre algunos pacientes que toman Sintrom y medicamento ante un posible shock anafiláctico.

Una vez perfilado el recorrido que harán durante la mañana, cogen el coche y se desplazan hasta un punto estratégico para ir luego caminando a los domicilios. En la calle Felanitx, Miguel Matamales y Antònia Fonts, de 89 y 86 años respectivamente, van a vacunarse de la primera dosis de Pfizer a la vez. Llevan 63 años casados y esperaban a las enfermeras algo ansiosos. Sentados en el comedor, las sanitarias extienden un ligero protector azul absorbente sobre la mesa. En él, Elena y Margalida preparan las seis inyecciones, de las cuales dos se inocularán a este matrimonio y las siguientes al resto de pacientes confirmados.

«Nos ha pasado que en un mismo domicilio conviven una persona mayor de 86 años y otra menor a esas edad. En ese caso, no podemos hacer excepciones y solo vacunamos al que le toca», dice Elena. Un caso así aparece en el tercer domicilio. Ramón tiene 88 años y su mujer 84. En este caso, solo él recibirá la primera dosis.

¿Y por qué no se pueden desplazar las vacunas, ya constituidas, con el coche?
A este pregunta responden las enfermeras que «las vibraciones del vehículo pueden alterar la composición».

En la calle Moliners, Catalina Galmés, de 86 años, se esconde durante unos segundos una vez tocamos al timbre. Su marido, Melchor Llull se muestra decidido, pero luego Catalina sale sonriendo. Falsa alarma. Así que mientras ella se sienta y recibe la primera inmunización, él lo hace de pie. Sin miedo.

Son ahora la una y cuarto del mediodía y las enfermeras terminan la primera jornada para luego afrontar Margalida dos vacunaciones más y Elena un servicio sanitario en la Unidad Básica de Son Macià, donde allí además inocula cada viernes por la mañana en los domicilios de ese pequeño pueblo manacorí.

Núcleo urbano

Mari Carmen Fernández, enfermera del Centro de Salud Emili Darder, en Palma, hace un símil para ponernos en situación: «hacemos las gestiones telefónicas entre descanso y descanso o cuando podemos. Suena como de guerra pero es así». El equipo va en consonancia para no perder la distracción de la vacunación, tanto en el propio centro como en las viviendas. Antònia Gelabert y Lidia Marí acudirán a diez inmuebles. Nos situamos ahora en el viernes y el día se presenta grisáceo con precipitaciones. En la avenida de México, Miguel Oliver y Consuelo Pérez, ambos de 85 años, están cansados de estar encerrados en casa. Hace un año que ella no baja de su doceavo piso. Es la realidad que afronta mucha gente mayor, incapacitada por una enfermedad y todavía más por el virus. La mayoría recibe la vacuna sin más miramientos. Otras, primero le preguntan a la enfermera «si es buena» y luego ya sí enseñan el brazo para el pinchazo.

Quien hace estos kilómetros, conoce la evolución de la pandemia. No solo han hecho una radiografía del silencio en la calle, sino de la soledad en el hogar.

Todos los centros de salud disponen del ‘a domicilio'

El Ib-Salut informa que todos los centros de salud de Mallorca cuentan con este servicio a domicilio. Sin embargo, hay ambulatorios con más tarjetas sanitarias de personas mayores de 80 años que en otros. Los que tienen un mayor porcentaje son Es Blanquer y So Na Monda, en Inca; Ses Roques Llises, en Vilafranca; Arquitecte Bennàssar y s'Escorxador, ambos en Palma, y el centro de salud de Manacor. Aquí hay 2.000 personas inscritas en el centro con una edad superior o igual a ochenta. Sin embargo, cada ambulatorio no está supeditado solo por el criterio poblacional. Puede haber pequeños pueblos con un alto grado de envejecimiento.

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