La presidenta del Govern, Francina Armengol, se mira tanto en el modelo alemán que no solo copia las restricciones de su homólga prusiana, Ángela Merkel, sino que hasta copia sus gestos. Cuando terminó su intervención ante la cincuentena de invitados, la presidenta tomó asiento y dejó su mascarilla en el atril, en una imagen similar a la de Merkel, que estos días ha circulado profusamente por las redes sociales. Armengol ni siquiera se dio cuenta y tuvo que ser su jefe de protocolo quien le acercara la mascarilla para que se la colocara de nuevo.
La tristeza general que se nota en las calles de Palma se coló este domingo a través de los centenarios muros de sa Llonja. A todos los asistentes se les tomó la temperatura, se les obligó a usar gel hidroalcohólico y tuvieron que pasar por dos alfombrillas para desinfectar las suelas de los zapatos. Dentro, un medidor de emisiones, como el que Iago Negueruela obligó a instalar en unos bares, que, de momento, siguen cerrados en su interior.
Apenas 50 personas estaban invitadas al acto, entre ellas las principales autoridades, y los galardonados tuvieron que ir solos y ni siquiera pudieron estar con algún familiar en un momento tan especial. Nada que ver con las celebraciones del año pasado, con la zona de sa Llonja y del Consolat de Mar repleta de puestos callejeros y de gente ignorante de que apenas dos semanas después se decretaría un durísimo confinamiento.
La presidenta y los consellers salieron muy probablemente del recinto en el coche oficial, así que se perdieron una escena que probablemente les habría molestado profundamente: un grupo de personas de mediana edad en la Plaça de la Drassana, tomando una consumición que suministra uno de los bares situados junto al Consolat de Mar. Todos incumplían al menos tres de las restricciones decretadas por la consellera de Salut, Patricia Gómez: beber en la calle, sin mascarilla y sin respetar la distancia de seguridad. Definitivamente, no aprendemos.