Con la frase que nos sirve para encabezar este artículo Sabino Fernández Campos, Secretario General de la Casa del Rey después de variados e importantes servicios bajo el régimen anterior, contribuyó muy mucho a desmontar la intentona golpista de hace hoy cuarenta años. Era la respuesta a la pregunta del General Juste, Jefe de la potente División Acorazada Brunete, sobre si el General Armada estaba en la Zarzuela.
La pregunta tenía entonces su cosa y hoy mantiene interés. Quizás no sabremos nunca toda la verdad sobre la actuación del entonces Jefe de Estado en esos días. La dimisión, más forzada que otra cosa según parece, de Adolfo Suárez, unos supuestos y nunca aclarados comentarios de Milans del Bosch en unas maniobras ante el propio Rey poco antes de ese 23-F, la amistad de Juan Carlos con el General Armada, su antiguo preceptor y amigo, las reuniones de éste o de sus emisarios con personas de diversos partidos políticos pocos días antes… son aspectos que nos señalan la complejidad de lo que pasaba esos días.
Recuerdo bien ese lunes, vigesimoprimer aniversario de boda de mis padres. Tenía 16 años y al salir del colegio me fui con unos compañeros a un centro donde se impartían clases de informática. Los responsables de la institución buscaban clientes e intentaban captarnos explicándonos el futuro de esa ciencia en ese momento en ciernes.
Llegué a casa donde estaba mi padre. Hacía poco que el convenio de hostelería había aprobado para los trabajadores un descanso de un día y medio. A mi padre le tocaba el lunes por la tarde y el martes. Mi padre me dio la noticia y nos sentamos esperando el telediario, obviamente de la única televisión existente entonces.
A las nueve en lugar del telediario apareció Pepe Domingo Castaño presentando el programa “300 millones” destinado a la comunidad hispanoamericana. Como pasaba el tiempo, mis padres me enviaron a la cama advirtiéndome antes de que no hablara de tema con nadie. Al día siguiente fui a clase, era martes y las primeras horas teníamos Educación Física, vulgo gimnasia.
Allí que nos fuimos a La Porciúncula donde no recuerdo muy bien lo que hicimos. Lo que si recuerdo es que a la vuelta teníamos clase de Historia con el Sr. Ferrando, fallecido hace unos dos meses. El bueno de D.Gabriel entró en clase como si quisiera seguir con el temario aunque era obvio que quería hablar de la intentona. No hizo falta presionarlo mucho. Licenciado en Derecho, el Sr. Ferrando gustaba de analizar tema de actualidad en gran medida para formarnos como hombres hechos y derechos, responsables de sí mismos y del futuro de la Patria.
Recuerdo perfectamente que el Sr.Ferrando nos dijo que no había acabado aquello en una desgracia en gran parte porque la gente no se había echado a la calle. Así fue. Ni se quemaron cubos de basura en el Paseo de Gracia, ni en la calle Serrano, ni en otros sitios. Ni siquiera se cortaron las calles y/o carreteras que llevaban a las universidades españolas.
La ciudadanía actuó con sentido común como la inmensa mayoría de mandos del Ejército y unidades militares. A nivel local el General Jiménez Riutort, entonces Jefe de Estado Mayor de Baleares, merece nuestro reconocimiento por lo que hizo, por lo que no hizo y por lo que se llevó a la tumba hace menos de un año.
La sensatez de la mayor parte de la ciudadanía española se puso de manifiesto en las manifestaciones del viernes siguiente, donde gentes de ideología muy distinta se unieron para defender lo esencial, la libertad, el respeto a las leyes y el futuro, un futuro en unidad en lo básico. Aquella generación de españoles que asumía como común los aspectos básicos de nuestra convivencia es, hoy, un ejemplo moral.
¿Sería posible actualmente una postura tan generosa y patriota? Personalmente creo que esa reacción deseable y hasta higiénica ni está ni se la espera. Al menos por ahora.
(*) Miguel José Deyá Bauzá es Historiador