En 1929 en la revista La Nostra Terra se leía que se acaba de construir en Formentor un «bell casal de regust mallorquí» y un año después el Fomento de Turismo editó en la imprenta Ordinas el folleto ‘Formentor en Mallorca', publicidad del hotel del mismo nombre recién inaugurado por el magnate argentino Adam Diehl.
En este prospecto se lee: «De un gusto discreto y moderno, ofrece todo el confort apetecible en un sitio alejado del mundo y sin embargo cerca de él». Ahora, una reforma modernizará este edificio sin que el conjunto pierda su sabor e historia. La responsabilidad recae sobre el Estudio Lamela, que fundó Antonio Lamela (1926-2017), autor de un libro sobre la arquitectura mallorquina, y que ahora dirige su hijo Carlos.
Este gabinete ha proyectado muchos hoteles en Mallorca, así como algunos de los edificios emblemáticos como la terminal T4, en colaboración con la prestigiosa oficina de Richard Rogers; el centro Canalejas o el call center del banco Santander en Querétaro. Con Carlos Lamela conversó Ultima Hora en su estudio de Madrid.
Tras reformar y ampliar todo el complejo Canalejas de Madrid con un majestuoso hotel Four Seasons, ahora van ustedes a levantar el futuro y muy suntuoso hotel Formentor para esa misma cadena de lujo.
— No me gusta la palabra suntuoso, preferiría usar la palabra emblemático, por ser un hotel excepcional debido a su historia y también por la relevancia de los huéspedes que en él se alojaron, además de por su relación con Mallorca. Sin duda es uno de los hoteles míticos del Mediterráneo. Para nosotros es un gran reto profesional y estoy convencido que conjuntamente con todo el equipo humano que interviene en el proyecto lo vamos a llevar a buen puerto. Nuestro trabajo va a consistir en preservar y enfatizar su esencia. Vamos a mantener arquitectónicamente esa ‘línea blanca' en el paisaje, pero, claro, casi cien años después de su apertura, y respetando su volumen vamos a modernizarlo con grandes profesionales como nuestros socios arquitectos Ángel Sánchez Cantalejo y Vicente Tomás, y la ingeniería ARUP. Todo, con la necesaria humildad y ese gran cariño que tenemos por la Isla.
¿Qué van a dejar y cuáles van a ser las nuevas realidades?
— El hotel va a renovarse completamente, pero mantendrá su filosofía y su esencia vital con la misma volumetría. Es nuestro gran reto en esta obra, ese equilibrio entre una necesaria adaptación a la modernidad y el vínculo con una historia que tienen muy pocos hoteles en el mundo.
El hotel Formentor tiene una tradición literaria sin parangón en España. Valdría la pena recordar de algún modo a Cela, Borges, Robert Graves, Miguel Delibes, Italo Calvino, Alberto Moravia o incluso al gran pintor mexicano Roberto Montenegro que vivía en el Port de Pollença y frecuentaba el bar…
— Todo lo que sea reconstruir la historia del Formentor y entrelazara su hilo conductor es importante. El principal inversor del hotel Formentor es un importante grupo empresarial mexicano con quienes tenemos una excelente relación. En México se hace una excelente arquitectura moderna producto de su acervo histórico y de sus buenos arquitectos.
Los jardines del Formentor, por donde pasearon tantos artistas, ¿cómo va a enfocarlos?
— Somos muy conscientes de que por el hotel Formentor pasaron algunas de las estrellas cinematográficas más importantes del siglo XX, y queremos trabajar esa idea para ponerla en práctica en los jardines.
Hacer un homenaje a esos actores de alguna forma podría ser una idea muy sugerente...
Tanto su padre como usted están muy vinculados a Mallorca, ¿cómo comenzó esa relación?
— De una forma muy curiosa. Corría 1959 cuando mi padre proyectó su primera obra importante, el edificio de viviendas de la calle O'Donnell 33 de Madrid, y el constructor era la empresa bilbaína Donato Lasa. Un miembro de la familia se casó en Mallorca, y mis padres acudieron a la boda hospedándose en el Hotel Bahía que había sido recientemente inaugurado y construido por la misma firma. Se quedaron impresionados por la belleza paradisíaca de la Isla, y tal es así, que decidieron alojarse unos días en el hotel Formentor. A raíz de ese viaje, mi padre le propuso a la familia Lasa que tenían que emprender algún proyecto en la isla para tener la excusa de poder volver a menudo a Mallorca, y entonces comenzaron a tantear la posibilidad de comprar unos solares en el paseo Marítimo. Es entonces cuando conocieron a Mateo Tomás, aparejador, una personalidad muy conocida en la Isla y padre de Vicente, que es hoy mi socio arquitecto en el proyecto del hotel Formentor. Es decir, mi vinculación con Mallorca viene de familia. En la década de los sesenta del siglo pasado, mi padre construyó relevantes edificios en Mallorca, sobre todo en el paseo Marítimo de Palma.
Don Antonio, su padre, fue un estudioso de la arquitectura histórica de Mallorca. ¿Qué le contaba a usted de sus investigaciones?
— Cuando acabé la carrera, y este año se cumplen cuarenta años, mi padre retomó el tema mallorquín. Estamos en la década de los ochenta, él iba a menudo a Mallorca y yo con él. Se empezó a interesar por los viajeros que habían pasado por la Isla en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, y a su vez por las grandes villas o possessions que salpican toda la geografía isleña. Comenzó a tomar notas, a hacer dibujos, y salió el libro que menciona en 1985. Por su tema fue un adelantado respecto a otros que se publicaron después. También nos interesamos por modernizar la arquitectura en la Isla. Entonces hicimos la sala Tito's que puede ser discutible por su estética postmoderna, pero que ahí está.
Se ha demonizado mucho el boom del turismo y las construcciones que se hicieron junto a la costa mallorquina...
— Cuando un país invierte en el sector turístico, es inevitable tener que construir edificios para alojar a los visitantes. Hay que partir de esa premisa, bien es verdad que se puede proyectar y construir de mejor o peor forma. Ni todo lo que se construyó durante el boom del turismo fue acertado, ni todo lo que se hizo fue malo. Pero es más productivo que nos centremos en lo que se hizo bien. Hay una arquitectura moderna de muy buena factura y bien planteada en Mallorca, como por ejemplo el clásico hotel de Mar, también conocido por el color de su fachada como el Chocolate Palace, y que proyectó el gran arquitecto barcelonés José María Corderch. Curiosamente justo al lado, hay un complejo proyectado por mi padre y al que yo le tengo mucho cariño, y que es el conjunto Rocamarina. Hace unos meses estaba yo en la terraza del Hotel Maricel observando en la lejanía el Rocamarina y como éste se elevaba sobre el terreno con sus característicos soportes circulares y con toda su jardinería pasando por debajo, junto a las rocas de la costa y con los diferentes bloques estilizados, que se encuentran perfectamente mantenidos, con sus perfectas barandillas de vidrio... tan es así que no me pude resistir y me acerqué a visitarlo. Conversé con el conserje, anunciándole que era hijo del arquitecto que lo construyó: «Es usted hijo de don Antonio»; «así es», y me mostró una placa en la que aparecía el nombre de mi padre, placa ya desgastada por el salitre y que me emocionó poder leer. También me comentó el conserje que iba mucha gente a ver el conjunto, que se mantienen muy bien todos sus edificios y que se cotizan al alza tras casi 60 años de la inauguración.
Franco iba de tanto en tanto a ver cómo subía el hormigón postensado de las torres suspendidas de Colón (Madrid). Intentó que su padre fuera ministro de la Vivienda, ¿por qué no aceptó el cargo?
— Sabemos que Franco iba a ver la obra con frecuencia porque mi padre era muy amigo del entonces jefe de la ‘Casa del Generalísimo', que era quien acompañaba a Franco algunos fines de semana, y por la tarde, o por la noche, se acercaban a ver las torres de Colón durante su construcción, ya que le llamaba mucho la atención su proceso constructivo de ‘arriba hacia abajo', algo inusual incluso en el mundo entero. Desgraciadamente en estos momentos, su actual propiedad, con el sorprendente y lamentable beneplácito del Ayuntamiento de Madrid, está haciendo una triste y desfigurante reforma que va a intentar cambiar la morfología de lo que es un edificio emblemático de la arquitectura moderna española y mundial. En cuanto a la propuesta recibida para la cartera de ministro de la Vivienda, aquellos días los recuerdo perfectamente, pues es un tema que lo vivimos en familia. Llegó la citación a través del típico motorista enviado desde la Presidencia del Gobierno con la propuesta. Mi padre, lógicamente, no pudo aceptar tan importante responsabilidad, en primer lugar porque nunca quiso meterse en política y también porque hubiese tenido que cerrar su Estudio, que en aquel era el más grande de España, y en un momento que estaba con mucho trabajo, con decenas de proyectos en marcha un gran equipo humano que mantener, de modo que así tuvo que transmitírselo al entonces presidente el almirante Carrero Blanco
Su padre conoció al gran arquitecto Alvar Aalto, ¿qué nos podría decir de ese encuentro?
— En la década de los cincuenta mi padre fue a Helsinki con mi madre, entonces estaba muy de moda la arquitectura finlandesa. Llamaron a Alvar Aalto, los recibió al día siguiente. Nada más entrar en el despacho se encontró mi padre con una gran foto que mostraba unos edificios que había hecho él en el paseo de la Castellana. Y le dijo a Aalto: «Arquitecto, estos edificios son míos». Habían sido publicados en una revista alemana, y de allí reprodujo la foto Alvar Aalto. Lógicamente mi padre estaba muy orgulloso de eso y pasó un exquisito rato con el gran arquitecto finlandés que era simpatiquísimo.
Usted proyectó el estadio de Son Moix, pero no está de acuerdo en cómo se ejecutaron las obras.
— Nosotros ganamos el concurso de Proyecto y Obra del nuevo Estadio de Son Moix en colaboración con el arquitecto Francisco González, y las cosas salieron finalmente razonablemente bien. Luego hubo una ampliación para aumentar el aforo, eliminando la pista de atletismo, para cuya obra no fuimos consultados. Este hecho es la constatación de la general falta de consideración que hay muchas veces con la propiedad intelectual de los arquitectos. Como colectivo no hemos sabido defender nuestros derechos profesionales.
La reforma del paseo Marítimo de Palma, donde su padre construyó varios hoteles, ¿cómo debería ser?
— En los paseos marítimos hay que respetar la esencia de la ciudad. Ahora tenemos la suficiente perspectiva para poder valorar esos edificios de los cincuenta a los ochenta. En la entrada de este Estudio habrá visto una foto de La Caleta (1961-64) con sus balcones volados. Cada vez que la veo me impresiona que hubiera entonces promotores y arquitectos que fueran capaces de plantear tanta calidad. No valorar este tipo de arquitectura sería un error.
¿Qué sensación se tiene tras diseñar y ejecutar el considerado por las más importantes revistas de arquitectura internacionales el aeropuerto más bonito del mundo, la T4 de Barajas?
— La Terminal 4 aparece ya en muchos libros de arquitectura como una de las veinte obras más importantes del siglo XX, y además nos comentan muchos usuarios del aeropuerto sobre su espectacularidad. Es sorprendente ver cómo mucho viajeros allí hacen fotografías con sus teléfonos móviles a su llegada... yo lo observo continuamente. Usted comprenderá que es una gran satisfacción haber podido hacer esta inmensa obra de arquitectura en colaboración con Richard Rogers. Fue una experiencia fantástica. Más de un millón de metros cuadrados edificados entre el edificio principal y el satélite... la obra más grande del mundo en su momento, realizada de una vez.
¿Cuál es el arquitecto que más considera?
— Tengo gran admiración por Norman Foster. Es una persona que me ha impresionado, tiene humildad y mucha capacidad de escuchar. Elegante, buen compañero, a mi juicio es el arquitecto más importante de los últimos cincuenta años. Tengo también lógicamente muy buena relación con Richard Rogers y con Renzo Piano.