Alberto Saéz con sólo 14 años ya sabía que quería dedicarse a la hostelería: lo tenía muy claro y persiguió con tanta fuerza su sueño que a los 30 años pudo materializarlo y abrir su propio restaurante: el Kodiak Gastrotapas.
Pese a las dificultades que conlleva arrancar un negocio, le iba muy bien. En sólo cinco años había logrado convertirse en un restaurante conocido en Palma, tenía seis trabajadores y la proyección de abrir un segundo local. En enero de 2020 estuvo mirando locales con terraza por la zona del Conservatorio. Sin embargo, este sueño se vio truncado con la llegada de la pandemia. En marzo se aprobó un estado de alarma y un confinamiento domiciliario, así como el cierre de la restauración.
Desde el fatídico 14 de marzo, en que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció las medidas citadas con anterioridad, su sueño se convirtió en una auténtica pesadilla.
En ese momento tuvo que empezar a tirar de sus ahorros, ya que tenía que seguir pagando el alquiler del local, los impuestos... Alberto asegura que lo tuvo que hacer sin recibir ayudas. «Aguantamos como pudimos, fue una época muy dura», confiesa.
En mayo se produjo la ansiada reapertura, pero el Kodiak Gastrotapas tuvo que esperar un poco porque primero abrieron las terrazas y no tiene. Cuando llegó el turno de los interiores, lo hicieron con un aforo reducido. Pese a ello, decidió no despedir a ninguno de sus trabajadores, aunque esto le acarreaba pérdidas económicas.
Sin embargo, los rebrotes y el aumento de contagios de COVID-19 complicaron las cosas y en octubre no pudo renovar a un empleado que finalizaba el contrato. En diciembre llegó una de las decisiones más duras: despedir a una trabajadora que llevaba tres años en el Kodiak. «A nivel emocional fue muy duro», reconoce. Además, destaca que tuvo que hacer frente al pago de un despido improcedente, que mermó aún más sus ahorros.
La estocada definitiva llegó en diciembre, cuanto Salut volvió a cerrar la restauración en Mallorca. Alberto explica que lo está pasando muy mal. «Me levanto y me acuesto viendo las noticias, algunos días tengo que tomar ansiolíticos». Los esfuerzos para no hacer sufrir a sus seres queridos son ingentes, «intento disimularlo por mi mujer y mu hijo de seis años»; ellos son su principal apoyo. Toda su familia, con diferentes negocios, se está viendo muy afectada por la crisis derivada de la pandemia.
El cierre se prolongará, como mínimo hasta finales de febrero, y las ayudas son insuficientes. Desde el inicio de la pandemia, asegura que ha recibido 1.500 euros correspondientes al mes de diciembre y hace unos días ha recibido 2.400 euros correspondientes a ayudas de agosto. Sin embargo, sus gastos desde el 17 de diciembre rondan los 20.000 euros. Para poder hacer frente a los gastos ha tenido que «pedir un préstamo muy grande».
Pese a este panorama, no pierde la esperanza y está convencido de su sueño volverá a resurgir y podrá reabrir en cuanto se levanten las restricciones. No pierde la ilusión y, de hecho, sigue trabajando en la carta del Kodiak: ya tiene siete platos nuevos para sorprender a sus clientes. Esto le mantiene con fuerzas para seguir adelante.