Un año después, las palabras que conocemos más son: confinamiento, pandemia, desescalada, incidencia, PCR, test de antígenos, respirador, cribado, asintomático, anticuerpo, tasa de positividad, número reproductivo o toque de queda, junto a mascarilla, gel hidroalcohólico, las distancias de seguridad y la ventilación.
En este año, se han puesto en marcha cientos de medidas, a veces unas contrarias a las anteriores. Desde planes de desescalada, pruebas piloto para el regreso de turistas, cierre de actividades económicas, cierre perimetral de municipios o la obligatoriedad de mascarilla, que han surfeado sobre las tres (o cuatro, según comunidades) olas.
El gran protagonista del año: el virus SARS-COV-2, un virus que, por su fácil transmisibilidad y graves consecuencias para la salud, ha obligado a seguir una serie de medidas y protocolos para protegernos de lo que, a día de hoy, sigue siendo una amenaza.
La gran protagonista del año: la COVID-19 que ha causado más de 106 millones de contagios y más de 2 millones 300.000 muertes
Los protagonistas ante él y la protagonista del año: profesionales sanitarios y profesionales de residencias de ancianos con el sistema sanitario contra las cuerdas, en una crisis sin precedentes. También el sector educativo ha marcado una diferencia con otros sectores al convertirse en un espacio de lo más seguro.
Qué han ocasionado? Un cambio drástico en la sociedad en la forma de pensar, de viajar, de trabajar, de comer, de comprar, de relacionarse y, en definitiva, de vivir.
¿Qué se ha hecho mal para que se haya generado una mortalidad tan alta?
El Sistema de Monitoreo de la Mortalidad diaria (MoMo) en España utiliza la información de mortalidad por todas las causas que se obtiene diariamente de 3.929 registros civiles informatizados del Ministerio de Justicia. En este año de pandemia, las muertes no esperadas ascienden a 79.579. El Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria ha contabilizado en España 8.733 muertes más de las esperadas este pasado mes de enero, un 22 por ciento más, una cifra inferior a la de fallecidos por coronavirus contabilizados por el Ministerio de Sanidad en este periodo, que ascienden a 8.940. En comunidades, como Madrid, han vivido hasta cinco períodos de exceso de mortalidad, cuatro en 2020 y un quinto este mismo año. En concreto, este quinto periodo en Madrid se ha producido del 10 de enero al 2 de febrero del 2021 con un exceso de mortalidad del 31,3 % (1.006 exitus por encima de lo previsto). Además, se ha observado hasta un 30 % de exceso en el colectivo de menores de 65 años.
En el último periodo analizado, que se extiende del 4 de enero al 2 de febrero, las defunciones esperadas eran 39.505, pero se han producido 48.238, es decir, 8.733 más, de las que la inmensa mayoría se han concentrado en el grupo de edad de mayores de 74 años (6.932), lo que eleva la sobremortalidad en este colectivo a un 24 %.
La del grupo de entre 65 y 74 ha sido del 21 %, con un total de 1.102 defunciones en exceso; la de menores de 65 se reduce al 13 % con 655 muertes no esperadas en este tiempo.
Se detectaron excesos de mortalidad en las 17 comunidades autónomas y en todas ellas se aglutinó en los grupos de edad de mayores de 74 y entre 65 y 74 años.
El/la ciudadano/a ejemplar: una persona que, en general, está en casa, que no tiene muchas reuniones con gente externa y que, en los días de alta incidencia, no mantiene reuniones con gente que no sea de su burbuja de convivientes. Y en el ambiente laboral, el lavado de manos es casi tan importante como la mascarilla.
¿Fatiga pandémica o falta de miedo?
El virus, en general, afecta por igual a toda la población. Lo que sí que es cierto, es que, si un anciano se contagia, la probabilidad de morir es mucho más alta. Una razón por la que quizás muchas personas, con menos miedo a contraer la enfermedad, no cumplan las medidas de forma tan estricta. Lo que iremos viendo es que, a medida que vayamos vacunando a gente muy mayor, los que van a ingresar en hospitales serán ya gente más joven. Y algunos de estos irán igualmente a la UCIs por neumonías o complicaciones. De hecho, los profesionales que trabajan en las UCIs están comentando que últimamente sí que ven neumonías muy graves en gente más joven. La fatiga pandémica de la que se habla mucho últimamente también ha influido considerablemente en la pérdida de respeto al virus. No hay que olvidarse de que todavía nos queda camino por recorrer en la lucha contra la Covid-19. Debemos concienciarnos de que esto no se acaba la semana que viene. Es una carrera de gran fondo. Cada ola es una maratón. Y para no tener olas y olas de contagios, todo el mundo debe esmerarse mucho. Tanto la población como los políticos.
Algunas lecciones de una pandemia: Lo que sabemos de la COVID-19 un año después
Los largos meses de aislamiento e incertidumbre y las dolorosas pérdidas nos han dejado valiosas lecciones, pero la pandemia también ha incrementado nuestro acervo de conocimientos científicos.
Desde el descubrimiento del coronavirus SARS-CoV-2, la ciencia ocupó la escena central, con el trabajo del personal de salud como primera línea de defensa y la articulación de grupos internacionales de investigación para responder a múltiples incógnitas, en una carrera contra el reloj.
La ciencia es y ha sido un esfuerzo colectivo. Con todo, la investigación en torno de la COVID-19 se ha desarrollado con rapidez. Casi de inmediato, se secuenció el genoma del SARS-Cov-2 y, para el verano, más de 270 posibles fármacos ya estaban en investigaciones clínicas. Y aunque aún no se tiene un conocimiento definitivo para detener la pandemia, sí hay herramientas muy útiles
Casi un año después, las conclusiones científicas son claras: la COVID-19 se transmite, sobre todo, por el aire. El contagio por superficie queda en segundo plano, por lo que los esfuerzos deben centrarse en mejorar la ventilación e instalar limpiadores de aire. Para los hombres es el doble de peligrosa la enfermedad: pasan más por el hospital, son más de doble de los que terminan en la UCI y mueren más. Se han detectado más positivos entre ellas, resultado también de que se han generalizado los test con varias vueltas incluso en las residencias, donde la población femenina es mayor, o entre los sanitarios, donde también son mayoría.
En el recuerdo quedará la distopía en la que nos sumergió la primera ola, cuando en apenas una semana se fueron precipitando los acontecimientos hasta que el 15 de marzo, quedó confinada España. Cincuenta días de encierro en casa salvo para ir a la compra. La fiebre del papel higiénico, los balcones, las videollamadas con la familia y sobre todo el aplauso cada día las 20h a los sanitarios pasarán a la historia. Días en que los profesionales de los hospitales combatían un enemigo desconocido y que en el archipiélago, en poco más de un mes, se cobró la vida de muchas personas. Días en que la magnitud de la ola no queda reflejada en las gráficas de esos días por la escasez de pruebas, reservadas para pacientes graves a su ingreso, de riesgo o personal esencial.
La salida de los niños a la calle el 27 de abril marcó el inicio de la desescalada, que en cuatro fases de quince días se prolongó hasta mediados del mes de junio y que dio paso a un intento de vuelta a la normalidad, bautizado en ese momento de «nueva normalidad». La gente salió de sus casas, volvió a verse y reabrieron los negocios, confiando en que el coronavirus ya había quedado atrás. Se volvió a las aulas de manera escalonada y con semipresencialidad, se cerraron barrios o municipios y en apenas dos meses las reuniones sociales pasaron de un máximo de 15 a 6 personas. Y las residencias de ancianos siguieron teniendo importantes problemas para la vida de las personas mayores.
Pese a la relativa buena situación, la incidencia del virus rebotó con fuerza a partir del Black Friday, convirtiéndose en la temida tercera ola a partir del Puente de la Constitución y trayendo una escalada de nuevas restricciones que sentenciaron de alguna forma la Navidad y la última esperanza de muchos negocios de salvar el año. Y elevaron las cifras, sobre todo de mortalidad, de un mes de enero y parte de febrero de una manera muy dura.
Del malestar a las protestas
Después de que la última ola, la tercera, haya devuelto en este principio de año a los hospitales a la situación de las peores semanas del confinamiento, las duras restricciones del último mes, con el cierre de bares, restaurantes y grandes superficies, toque de queda a las 22 horas y la prohibición de reuniones sociales y familiares más allá de convivientes, parecen ahora doblegar nuevamente la curva de casos después de sumar muchas nuevas muertes desde diciembre.
Lento ritmo de vacunación
Con España con una incidencia acumulada muy alta aún, a pesar de estar en bajada clara, las malas experiencias de repuntes después de doblegar las dos últimas olas, el lento ritmo de la vacunación, el temor al efecto de las cepas y variantes que ya circulan por el país, marcan el debate de cuándo empezar a levantar las restricciones y poder recuperar poco a poco una normalidad que no será tal hasta dentro de bastantes meses.