Hacia mediodía, cuando la muchedumbre se plantó ante las puertas del Parlament, un asesor del PP que había salido a la calle para ver qué ocurría y que no paraba de hacer fotos con el móvil a los manifestantes, comentaba, eufórico, a otro asesor de Vox: «Armengol está muerta. Me puedes creer, ¡está muerta!». Por supuesto, se refería a la ‘muerte política' de la presidenta. Es aún demasiado pronto para saber hasta qué punto la manifestación no autorizada de ayer ha restado crédito a la presidenta balear, pero lo que este asesor ‘popular' posiblemente quería subrayar es la diversidad de perfiles congregados para expresar su rechazo a la gestión del Govern.
Los había que respondían al perfil del conservador tradicionalista partidario de la ley y el orden, pero no eran pocos los que caminaban con una cerveza en la mano y el cigarrillo en la otra (en los callejones cercanos al Consolat de Mar incluso se olía a marihana quemada). Había algún miembro del grupo de ‘ultras' de la afición mallorquinista, pero también asistieron personas que en las últimas elecciones votaron socialista. Al pasar ante una relojería de lujo del Born, el grupo de la avanzadilla comenzó a gritar «¡Queremos un Rolex! ¡Queremos un Rolex!»; no obstante, la mayoría les ignoraba y perfería quedar en un discreto segundo plano, sin llamar especialmente la atención. Sí, respondían a un perfil diverso, pero tirando a la derecha, y todos compartían la idea de que Francina Armengol no les representa y que la gestión que su ejecutivo hace de la pandemia les deja sin trabajo.
Algunas voces asociaron la marcha con el auge de los populismos y hasta con el trumpismo. Es obvio que hay diferencias con lo sucedido la semana pasada en Washington –en este caso no se cuestionaba la legitimidad de unos resultados electorales–, pero también había similitudes –por ejemplo, el acoso o tentativa de acoso a una institución democrática: el Parlament. Celebrada sin la preceptiva autorización de la Delegación del Gobierno, la marcha avanzaba como dando bandazos. Sucedió, por ejemplo, en la plaza de ses Tortugues: cuando la policía cortó el tráfico para que subiera Jaume III arriba, la cabeza de la manifestación giró inesperadamente hacia el mar, hacia el Born, obligando a los agentes a reposicionarse. Parecía una reacción como infantil, al estilo de Donald Trump, y que no sabían muy bien a dónde iban, pero ya están en marcha. Ayer anduvieron más de cuatro horas.