Mar Leza (Palma, 1984) es doctora en Biología y profesora de la UIB. Durante los últimos años ha tenido una especial presencia mediática por su lucha contra la avispa asiática (Vespa velutina), aparecida en Mallorca en 2015. Esta lucha, compartida con otras instituciones, ha tenido éxito al ser Balears el primer territorio europeo que ha erradicado esta especie exótica invasora. Sin embargo, no es ni mucho meno una victoria definitiva ni se puede bajar la guardia.
Aunque se ha recalcado que no se puede bajar la guardia, no debe ser habitual conseguir la erradicación de una especie invasora.
—Desde luego, no se consigue en la inmensa mayoría de especies exòticas invasoras. Para todas ellas es obligatorio un plan de control y erradicación, y la avispa asiática era una de las pocas que lo tenía. Ahora hay que aplicar un plan de posterradicación.
¿Por qué no hay planes para todas estas especies?
—Es una obligación que la Administración no cumple, si bien hay que reconocer que en muchos casos resulta complicado, con medidas adaptadas a cada especie.
Con la avispa asiática se han logrado los objetivos en poco tiempo, ¿no es así?
—Si no empiezas a erradicar una especie dos años después de su introducción, luego es prácticamente inviable y sólo puedes aplicar medidas de control.
Su éxito habrá despertado el interés de otros territorios afectados.
—Aquí han venido personas interesadas en nuestro trabajo de tres comunidades autónomas, ocho países europeos y de Corea del Sur. Gran Bretaña aplica nuestro método de fijar una triangulación de tres puntos de alimentación para saber de dónde procede las avispas. Este método lo aprendimos de los agentes rurales de Catalunya en 2015, cuando detectamos la avispa en Mallorca y prácticamente no sabíamos nada sobre cómo atacarla.
Al final, el equipo del Consorci de Recuperació de Fauna -Cofib- aprendió rápido y ahora es muy bueno, hasta el punto de localizar varios nidos en unos días de rastreo, cuando al principio tardábamos un mes en detectar uno. Además, los técnicos del Cofib conocen muy bien la Serra de Tramuntana. Los agentes catalanes nos decían que en invierno iba a ser todo más sencillo porque los árboles pierden las hojas y es más fácil ver los nidos. Claro, aquí tenemos pinos y encinas, que no pierden las hojas. Es verdad que ser un territorio insular ha facilitado las cosas.
El problema es mucho más grave en el norte de España.
—Sí. En Galicia eliminan los nidos de escuelas y hospitales, como molestias urbanas. Cuando hay miles de nidos, como ocurre en el norte de España, nuestro sistema de triangulación no es tan resolutivo. Mientras tanto, queman o disparan contra los nidos, pero lo hacen de día, cuando no todas las avispas se encuentran allí. Si les destruyes el nido, las avispas asiáticas construirán otro. A nivel particular, si alguien ve una avispa asiática, no debe matarla, sino avisarnos. Así podremos seguirla y saber dónde está su nido. Incluso fracasó el sistema de colocarles un chip. Con el chip puesto, su movilidad se reduce, lo que no nos sirve de nada, y tiene la capacidad de quitárselo.
Pero seguir una avispa no debe ser fácil, ¿no?
—Nosotros incluso contábamos con un falconer. Al final, la avispa caza abejas y se comporta como un halcón. Un falconer tiene en cuenta incluso las corrientes térmicas al seguir un ave o un insecto.
¿Cuál habría sido el impacto en Mallorca de una expansió de la avispa asiática?
—Habría sido a tres niveles. El primero, un impacto ecológico en un ecosistema insular y frágil como el nuestro, con más de 200 especies de abejas y avispas, de las que una veintena son endémicas. Si desaparecen de Mallorca, desaparecen del mundo. El segundo impacto sería económico, sobre la apicultura y la agricultura por falta de polinizadores. Y el tercer impacto sería sanitario, pues habría personas alérgicas a sus picaduras. En el norte de España, las avispas asiáticas se están alimentando directamente de las uvas de las viñas. Las abejas muestran estrés ante la presencia de la avispa asiática y eso las debilita ante sequías o parásitos, llegando a desaparecer sus colonias. En Mallorca ya tenemos un déficit de polinización de los almendros. Si a ello le añades un depredador de polinizadores, la situación se agravaría.
¿Podría volver?
—Sí, de la misma manera que vino y corremos el riesgo de que nos reprochen haber dado la avispa asiática por erradicada si el año que viene vuelve a hacer acto de presencia. En cualquier caso, la erradicación no significa que podamos olvidarnos de ella y ahora trabajaremos en el plan de posterradicación que he mencionado, con un estudio genético para determinar su procedencia y una propuesta de medidas de bioseguridad, con una red de trampas en puertos y aeropuertos. Lo ideal serían períodos de cuarentena para determinados productos.
¿Qué hacemos con la importación de especies exóticas invasoras en general?
—Tener mascotas exóticas es un ejemplo de acto irresponsable. No son animales domésticos y, evidentemente, una jaula no es su hábitat natural. Aunque se prohíba la importación de una especie, se busca otra parecida para mantener el mercado. Y luego, cuando el animal crece, muchas veces se abandona. Ha ocurrido con el mapache, que como cría es muy gracioso, pero de adulto es agresivo y territorial. La globalización y el cambio climático no ayudan. En los ecosistemas insulares, la introducción de especies invasoras es la primera causa de pérdida de biodiversidad. Es importante concienciar a los ciudadanos, también a los niños, de cómo funciona un ecosistema.