Mallorca lleva años dándole la espalda al campo. Es una hecho. Hemos abandonado la tierra atraídos por los cantos de sirena del sector servicios que, con una pandemia de por medio, ha demostrado lo efímero y volátil del negocio. Para muestra, un botón. El informe elaborado por la Conselleria d'Agricultura, Pesca i Alimentació sobre el estado de la agricultura en Baleares es demoledor: entre 2006 y 2016 se ha perdido un 21 % de la superficie agraria útil de las Islas frente a un 7 % de pérdida media en el resto del país. El cambio de usos del suelo derivado de la presión urbanística, del turismo y del abandono de la actividad resulta mucho más acusado en nuestra Comunitat.
El retroceso es muy grave en prácticamente todos los subsectores productivos. La producción de cereales ha caído entre 2008 y 2018 un 52,1 %, los tubérculos un 7,3 %, las hortalizas un 16,3 %, los cítricos un 10,1 % y el impacto de la Xylella sobre la producción de almendra, unida a la crisis del sector, se ha dejado un 55 % de la producción. Hay sectores que han aumentado su producción como la algarroba, la aceituna y la uva de vinificación, pero no compensan el retroceso de los anteriores, lo que determina que la producción agraria total haya caído un 22 % en una década.
Mismo escenario encontramos en todos los sectores ganaderos, que retroceden entre un 4,1 % la producción de huevos, y un 95,2 % la producción de aves, llegando casi a su desaparición. Mientras el censo reproductor porcino ha disminuido desde 2006 un 40 % y el ovino un 33 %, mientras que, en España, la disminución ha sido solamente del 9 y del 13 por ciento.
El abandono de la Serra
La Serra de Tramuntana, por la peculiaridad del territorio, así como por el aumento del turismo en los últimos años, se ha convertido en el alumno aventajado de este declive del sector primario. Por eso, se han organizado toda una serie de actividades englobadas dentro de la primera Setmana Gastronòmica de la Serra de Tramuntana, con el objetivo de poner en valor el patrimonio culinario de esta zona de la Isla, reuniendo cooperativas, productores locales y reputados cocineros de la Serra. La chef María Solivellas, al frente del restaurante Ca Na Toneta, en Caimari, critica que tanto para instituciones como para residentes y pageses, lograr la declaración de la UNESCO en 2011 fue la meta, «cuando en realidad debería haber sido el principio de todo. Tenemos que trabajar de forma conjunta. Y eso es un reto en una sociedad tan individualista como la mallorquina. En especial en la Serra, que es una isla dentro de la Isla. Pero no nos queda otra. ¿Cómo no se ha creado aún un sello de calidad de la Tramuntana? Si no colaboramos, la cocina de montaña, la gastronomía propia de la Serra, corre el peligro de desaparecer», advierte Solivellas.
Según el análisis de la asociación Tramuntana XXI, esta zona de la Isla está sufriendo un proceso de abandono aún más acelerado, principalmente debido a la recesión del sector primario. Este hecho se vincula directamente con el cambio de modelo alimentario y de relación con el territorio que tiene la sociedad actual. «Trabajar el campo en la Serra de Tramuntana es más arduo que en otras zonas de la Isla. Las fincas son más pequeñas, la labranza más laboriosa por la idiosincrasia del terreno y la rentabilidad, menor», enumera Marta Ferriol, directora técnica de Tramuntana XXI, al tiempo que afirma que todo esto hace que los costes de producción de un litro de aceite se triplican en la Serra en comparación con producirlo en el Pla de Mallorca, por ejemplo. «Ahora el agricultor no solo tiene que saber producir, también tiene que saber venderse. Por eso el relevo generacional en el campo cada vez es menor, y la función agrícola de muchos terrenos de labranza se pierde», agrega Ferriol.
Aunque les sorprenda el dato, el 42 por ciento de la superficie del Archipiélago, unas 220.000 hectáreas, está catalogada como forestal, la mayor parte pinar, encinar o bosques mixtos, mientras que el resto es suelo urbano o agrícola. Y la masa forestal, créanlo, no deja de ganarnos terreno. El abandono del campo acarrea problemas tales como depender cada vez más de los productos que llegan por mar, con su coste en la huella ecológica, pero también el crecimiento sin freno de la masa forestal, con el consabido aumento del peligro de incendios en zonas como la Serra, declarada patrimonio mundial de la humanidad por la UNESCO, y donde casi la mitad de la superficie agrícola ha perdido en la última década su función. En la actualidad hay nueve millones de metros cúbicos de combustible vegetal acumulado repartidos por Balears. Y creciendo.
Paisaje cultural
La conexión entre paisaje, personas y gastronomía es el hilo conductor de Foodscapes: oficis, aliments i paisatges a la Serra de Tramuntana, estudio que ha presentado esta semana María Cifre, doctora en Antropología Ambiental, y que intenta hacer hincapié en la necesidad de que el sector primario, la gastronomía propia de la zona y el turismo vayan de la mano. «Están surgiendo ideas como crear una web sobre el paisaje gastronómico; preparar un listado con todos los puntos de venta de productos de la Serra; dar visibilidad a proyectos agroecológicos y de gestión forestal sostenibles ya existentes; crear itinerarios y rutas gastronómicos; elaborar un conjunto de historias de vida dando voz a oficios vinculados con el agro... podemos hacer tantas cosas para reivindicar las raíces de la Serra», señala Cifre, al tiempo que apuntilla que «es necesario revertir el abandono del sector primario. El declive del campo lleva a la pérdida de nuestro patrimonio social y, además, pone en peligro la conservación del legado natural y ecológico de la Tramuntana».