Cristina Fallarás tenía que estar este viernes en Palma para participar en el ciclo de conferencias organizado por el Ajuntament con motivo del 25-N, Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, pero a última hora la activista no pudo viajar. La regiduría de Justicia Social, Feminismo y LGTBI ha organizado un mes de conferencias y actos, que tenían que arrancar con la participación de Fallarás. Bajo el título ‘Violencia contra el relato de las mujeres: si lo cuentas te reviento', su objetivo era denunciar el silencio obligado femenino.
‘Violencia contra el relato de las mujeres' ¿En qué consiste esa violencia?
—La violencia contra el relato de las mujeres se produce en todas partes. Las mujeres se nos ha prohibido relatar nuestra violencia, la que hemos sufrido. Cuando de repente aparece el #metoo o #Cuéntalo parece que el mundo descubre que las mujeres sufren violencia. No solo agresiones físicas o sexuales, sino una violencia institucional que hace que para empezar te dé miedo andar de noche por la calle, que te dé miedo que tu hija salga con 14 años y vuelva sola o que en Sanidad te tratan distinto y por los mismos síntomas: a un hombre se le hace un análisis y las mujeres tienen problemas hormonales. Ese relato de la violencia no existe. De repente, con las redes sociales, parece que la sociedad se da cuenta de una violencia que nosotras teníamos muy asumida.
¿Las mujeres se ven silenciadas al denunciar el maltrato?
—Cuando las mujeres sufren el maltrato, el problema no es el silenciamento. El problema es la credibilidad. Y es más, tienen que demostrar la violencia que se ejerce sobre ellas. Si denuncias, te explora un forense, después declaras ante la policía, antes y después. Vas a una exploración, después te enfrentas a un psicólogo... La prueba más bestia es la primera sentencia en el juicio de La Manada.
¿Qué porcentaje de las denuncias por maltrato se retiran? ¿Aún temen no ser creídas?
—Denunciar es dificilísimo. ¿Cuántas se retiran? La cuestión no es el porcentaje sino por qué se retiran. ¿Por qué a las mujeres no se les dan los instrumentos necesarios para hacer una vida al margen de esa persona que la está agrediendo o amenazando de muerte? Por mucho menos que amenazas de muerte a gente en este país se le ha puesto escolta.
Ana Orantes fue el caso pionero de una mujer que denunció el maltrato en televisión y luego fue asesinada por su marido. ¿Es el ejemplo que daba título a su conferencia ‘Si lo cuentas, te reviento'?
—Para mí Ana Orantes es el ejemplo más extremo del título. Pero podemos ir a lo cotidiano porque el hecho de que se hayan generalizado las agresiones contra las mujeres que públicamente denunciamos violencia construye una sociedad. Ese es el problema. La construcción de una sociedad que permite que si denuncias una violencia, recibas más violencia. A mí hace poco me pusieron una cruz en la puerta del portal de mi domicilio. Y tú sientes que te revientan, y no solo a ti: pueden reventar a tus hijos.
Todavía tengo en mente el sketch de Martes y 13, cuando decían ‘mi marido me pega' y se oían las risas enlatadas. ¿Hemos avanzado algo?
—Hemos adelantado que las bromas se hacen en privado.
La corriente #metoo se impulsó gracias a actrices que denunciaban abusos tras años de silencio.
—Es el grito de mujeres con cierto status que ahora son creídas pero han tenido que pagar un precio relativamente alto. Las sufragistas, la revolución sexual, las mujeres rapadas durante la Guerra Civil o las torturadas por pensar en España han pagado un precio altísimo. Y no se dejará de pagar porque la respuesta a cada paso que damos rompe con la norma sagrada de ‘no participes en el espacio público'. El cuerpo de las mujeres, y así lo construyen todas las religiones y todos los movimientos de poder, pertenece al espacio privado. Tu cuerpo tiene que estar en casa porque tiene que gestar, parir, criar y servir. En el momento en el que las mujeres participamos en el espacio público y reclamamos ciertos derechos o incluso denunciamos y señalamos, una parte enorme de la población, la otra mitad que son los hombres, responde. Como un animal en la selva defendiendo su territorio y sus privilegios. Esto no cambiará.
¿El miedo sigue atenazando a estas mujeres?
—Yo tengo miedo. Cuando señalan la puerta de mi casa yo tengo miedo de que hagan daño a mis hijos. Tengo miedo porque a veces por la calle me empujan y me escupen. Me gritan. Tengo miedo a ir con mi hija pequeña. Tenemos miedo a que hagan pública nuestra intimidad. Y el miedo no hay que esconderlo. Hay un movimiento que dice ‘no seamos víctimas'. Pero claro que nos dan miedo. Tenemos que tenerlo. Toda la construcción de la extrema derecha desde Trump hasta Vox, está en contra de la mujer, dándonos miedo y amenazándonos. Es tan sencillo como decir ‘hola, me llamo Cristina Fallarás y tengo miedo'.