Maria Antònia Carbonero es la directora del Observatori Social de les Balears y profesora titular de Filosofía y Trabajo Social de la Universitat de les Illes Balears (UIB). Analiza cómo los cambios en nuestro entorno social, implantados por las administraciones para paliar los casos de coronavirus, pueden afectar a nuestro ritmo cotidiano. Destaca, sobre todo, la facilidad que tiene la población balear para adaptarse a las alteraciones horarias, por ejemplo. Este mes, el Observatori publicará un informe sobre los primeros impactos sociales de la COVID a Balears en comparación con 2019.
Cuando hablamos de cambios, ¿cuáles son los percibidos este año atípico, debido a esta crisis, y cómo nos pueden afectar?
— En este contexto, hablamos de cambios cuando no solo se dan en un mes o dos, sino que duran un tiempo determinado y afecta a mucha población, por lo que se convierte en un cambio en los hábitos. Los cambios son tan rápidos que prácticamente no damos a basto. Desde la UIB estamos a punto de publicar un informe sobre los primeros impactos sociales y económicos que ha tenido la pandemia. Lo que estamos experimentando son cambios horarios –el toque de queda se estableció hasta las 23.00 horas y luego hasta la media noche– y, aunque son cambios pequeños, nos llevan a reflexionar cómo se ha alterado nuestra vida cotidiana en función de las modificaciones rutinarias.
¿De qué forma cree que esta población se va a acostumbrar a la nueva normalidad?
— Cuando en una sociedad predomina un determinado esquema de trabajo, y está generalizado, nos acabamos acostumbrando. Aquí tenemos el ejemplo de la temporada alta, que es en verano. Con esto digo que las personas, o los colectivos sociales, son capaces de ajustar sus ritmos de vida a las actividades productivas que tienen que hacer. Y en este caso, hablamos de adaptarse a una pandemia. No es el mismo ritmo de vida en verano que en invierno para quien trabaje en el turismo. Es, precisamente, esa población que en una época del año hace muchas horas y en otra no trabaja. Por ello todos nos adaptaremos, al final, a una situación que viene marcada por una pandemia. Si esto dura mucho, y afecta a mucha población, puede cambiar todo nuestro día a día.
Precisamente, con el nuevo toque de queda, nuestra rutina se modifica.
— Balears no es como otras comunidades autónomas. Un ejemplo claro es el hecho de que nuestra hora de comida sea más tarde debido a nuestra especialización turística, además de que esta sociedad siempre ha tenido un horario más abierto. Por lo tanto, con este estilo cosmopolita, nuestra adaptación a estilos de vida diferentes, tanto en época de verano como en temporada de invierno, el cambio que tengamos con el toque de queda no supone, o no nos supondrá, una gran alteración.
¿Por qué cree que ha sido tan difícil, este verano, que no cumpliéramos las normas?
— Ese ha sido el gran peligro, que la mayoría de las personas no haya hecho caso a las distancias, a no hacer fiestas, juntarse, etc. Estas medidas del Gobierno español se orientan a los espacios públicos, pero yo creo que el gran peligro de contagio está en espacios cerrados, de puertas hacia dentro. Se ha demostrado que la transmisión por aire importa. ¿Quién controla, así, si se reúnen seis o siete personas o más en una casa? ¿Quieren creen que los jóvenes no puedan salir fuera, dentro de un sitio lo harán con las mascarillas puestas? Desde mi punto de vista, todo lo que sea limitar lo exterior, y permitir así las concentraciones de puertas hacia dentro, es totalmente contrario de lo que las investigaciones están demostrando sobre la transmisión. Donde hay mayor contagio es dentro.
¿Qué observan los sociólogos sobre esta pandemia?
— Lo que hemos visto es un cambio en los hábitos. Hablamos de un cambio de larga duración y que afecta a un gran número de población. Se han analizado efectos emocionales y en nuestras costumbres diarias, estrés, angustia, etc. Todos los aspectos sociológicos aparecen en el informe que hemos elaborado y que presentaremos a mediados de noviembre. Por otra parte, los estudios también demuestran un incremento en el estrés entre mujeres porque son, en mayoría, las que más han dedicado tiempo a los cuidados del hogar y familia durante el confinamiento.