Andreu Grimalt (Palma, 1979) es el director técnico de la red para la Inclusión Social-EAPN de Baleares. Esta organización sin ánimo de lucro y fundada en 2005 agrupa a 27 entidades de servicios sociales que atienden anualmente a 150.000 personas. La semana pasada presentaron el informe sobre el estado de la pobreza en las Islas de 2019. El año pasado, cuando la economía crecía, había 180.000 personas en situación o riesgo de pobreza y exclusión social, un 15 % de la población.
¿Cómo se explica esta cantidad tan elevada en número absolutos de pobres cuando la economía crecía?
— Porque la recuperación fue incompleta y se basó en una precarización de los puestos de trabajo tanto a nivel salarial como de condiciones laborales. Ha habido un crecimiento sostenido de los tristemente conocidos como trabajadores pobres, de modo que entorno a un 15 % de la población, pese a tener trabajo, no puede escapar de esta situación de pobreza. Por tanto, esta recuperación ha sido fallida para muchísima gente cuando la economía crecía. Nos debemos preguntar si queremos un modelo que cuando va bien condena a esta situación de pobreza a casi 200 mil personas o nos replanteamos hacia donde queremos ir. Sabemos que es complicado porque encontrar el equilibrio entre arreglar una situación urgente y la reflexión estratégica no es fácil.
¿A qué se refieren cuando hablan de persona en situación de pobreza o riesgo de exclusión?
— A nivel metodológico, es una persona que vive en hogares donde hay menos de un 60 % de la renta media de la región de referencia. Siempre hay cierta dificultad en diferenciar la pobreza de la miseria, es decir, la persona que lo pasa mal pero que no necesariamente está en la calle pidiendo limosna. Estas 180.000 personas no forman parte de este último grupo, sino que son las que no se pueden permitir ciertas cosas como mantener la casa a una temperatura confortable; una alimentación adecuada; o un ordenador en caso de tener que hacer teletrabajo. Estas personas no pueden desarrollar un proyecto de vida, no pueden pensar en un futuro, no pueden soñar con dar una educación a sus hijos en igualdad de condiciones que el resto. Tampoco pueden acceder al ocio ni a la cultura. La pobreza es multidiemsional.
¿Cuál es el perfil tipo de estas personas en Baleares?
— La foto fija se ha roto. Hace años estaba definido y era una persona sin trabajo, sin estudios y extranjera. Sin embargo, cada vez más factores como la nacionalidad, tener trabajo y una educación superior pierden esta influencia a la hora de hablar de riesgo de pobreza. Tenemos a un creciente número de personas con educación secundaria o superior que entran en esta estadística, y la mayoría son nacidos en España. Tener trabajo ha dejado de ser una garantía para escapar del riesgo de exclusión. Ahora tenemos a trabajadores pobres.
¿Quién entra en la definición de trabajador pobre?
— Alguien quien pese a tener un trabajo vive en un hogar donde los ingresos medios no llegan a este 60 % de renta media. Es una de estas 180.000 personas pobres.
La precarización laboral no es algo nuevo en Balears, sin embargo el efecto llamada es muy potente...
— Es cierto. Seguramente esta gente atraída por el efecto llamada está peor en sus lugares de origen, tanto peninsulares como extranjeros. Aunque no sea la panacea, llegar a una comunidad donde históricamente ha sido relativamente fácil encontrar trabajo continua siendo un mantra.
Ustedes son partidarios de diversificar la economía para revertir esta situación, algo de lo que hace años que se habla, ¿Llegaremos a verlo?
— Es complicado. Primero, por la dificultad del equilibrio entre realizar una reflexión estratégica de qué diversificación queremos y la urgencia de dar un trabajo. Segundo, por las presiones, pues hay un determinado sector económico que no tiene interés en revertir la situación. Además, esta diversificación, por muy deseable que sea, no puede ni será inmediata. El proceso puede ser doloroso.
Teniendo en cuenta la baja cualificación de la población balear y que ya no quedan industrias, ¿Por dónde pasa esta diversificación?
— Siempre hemos apostado por una economía del cuidado de las personas. Hay muchas personas, sobre todo mujeres, que cuidan a otras y no contribuyen al PIB. También la economía azul, de residuos; y la naranja, ligada a la industria cultural, algo que nunca podrán hacer las máquinas.
Regresando al momento actual, un informe de la UIB indicaba que la pandemia ha afectado más a trabajadores de la economía sumergida... ¿Hay mucha en Baleares?
— Siempre ha habido. Es cierto que lo han pasado peor ya que este año no han podido trabajar, por lo que no han tenido ingresos ni acceso a prestaciones. Hemos paliado esta situación a través de las entidades sociales y luchamos para que puedan acceder a alguna ayuda y puedan subsistir durante el invierno.
Desde el inicio de la pandemia han detectado un 30 % de nuevos usuarios en los servicios sociales, ¿Proceden de la economía sumergida?
— No. Hay personas o familias perfectamente normalizadas que tenían que empezar la temporada y quedaron sin trabajo. Son trabajadores eventuales que habían agotado la prestación.
¿Prevé un aumento significativo de la pobreza?
— Sí, porque no hay reactivación económica y porque pese a estar en ERTE, los ingresos son un 30 % inferiores. Con la crisis de 2008, cuando el PIB cayó entorno a un 9 %, la pobreza se disparó. La previsión de caída del PIB para este año es del 28 %, por lo que los datos de pobreza serán muy duros.