A Josefina Pardo le dio un vuelco la vida hace ocho años al quedarse viuda. Sus hijas, ya mayores e independientes, vivían fuera de la Isla y con 61 años, por primera vez, comenzó a sentir esa sensación tan agridulce, y cada vez más común en nuestra sociedad, la soledad. «Llevo viviendo 45 años en el barrio de Son Rapinya. Tengo amigos, claro que sí. Pero cuando te quedas viuda, te das cuenta de que todas tus amistades están enlazadas en mayor o menor medida con tu pareja, y cuando falta, no eres capaz de integrarte igual», señala.
Josefina, lectora empedernida desde joven, descubrió en una de sus visitas a la biblioteca de Son Rapinya el club de lectura que organizaba una vez al mes su propio centro de salud, el de Son Serra-La Vileta. «Me presenté sin saber muy bien qué me iba a encontrar: leer más, comentar libros, conocer gente nueva... ni idea. Dos años después puedo asegurar que ha sido una bendición porque conectas con personas de tu barrio, algunas que te llevas cruzando media vida, pero con las que nunca has entablado una conversación. No solo lees, hablas de tu vida, te tomas un café a la salida, compartes recetas, historias... es muy enriquecedor», agradece esta mujer, que ha encontrado en la lectura y en este club, ahora paralizado por las medidas COVID, una válvula de escape y amistades nuevas. ¿Ese sentimiento de soledad ha pasado? «Desde luego se ha atenuado», confirma.
La historia de Josefina no es única, ni mucho menos. Según el Anuario del Envejecimiento de Baleares de 2019, cuatro de cada diez ancianos de Palma sufre soledad emocional, entendida como los sentimientos de desolación y falta de relaciones afectivas. Y si echamos un vistazo a la cifras de la Encuesta Continua de Hogares publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), más de 20.000 personas mayores de 80 años viven solas en nuestra comunidad, prácticamente el doble que hace cinco años; una evolución que se explica, sobre todo, por el incremento de mujeres de esa edad que no comparten su vivienda con nadie.
Este virus de la soledad está presente en todo el mundo. El Gobierno británico, por ejemplo, puso en marcha hace dos años un ambicioso plan a nivel estatal para combatir la soledad, la depresión o la nostalgia, no solo con fármacos, sino también recetando deporte, clases de yoga o bailes de salón.
En nuestro país, Catalunya ha sido una de las comunidades más activas a la hora de ‘prescribir' comunidad, mientras que Baleares lleva cerca de una década trabajando para que los centros de salud se conviertan en referentes de barriadas y pueblos, gracias a la creación de los mapas de activos en salud, que cada punto de atención sanitaria se ha encargado de rastrear.
Polideportivos, zonas verdes, entidades vecinales o bibliotecas se convierten en medicamentos tan efectivos como cualquier fármaco de laboratorio. La prescripción social gana cada vez más peso en nuestros ambulatorios.
Trabajo en equipo
El centro de salud Son Serra-La Vileta no fue el primero en poner en marcha su mapa de activos en salud, pero desde luego es uno de estos espacios en el que sus trabajadores están más implicados. Quizá por la idiosincrasia de la zona. Piensen que este centro sanitario aúna a más de 28.000 residentes de barrios, edades y estratos sociales tan diversos como Son Vida, Son Roca, Son Rapinya o La Vileta. «Trabajamos 57 personas, hay 32 consultas y vienen cada día una media de 500 personas. Pero sobre todo tenemos residentes muy heterogéneos: gente de edad avanzada y familias jóvenes con niños pequeños. Por lo que las necesidades son muy diversas», señala el doctor José Francisco Suárez, uno de los responsables de crear el mapa de activos en la zona y de prescribir algo más que medicinas a sus pacientes. «Un centro de salud no es una fábrica que apagas las máquinas y te vas, tiene que ser un punto de conexión de la barriada. Eso se había perdido, y llevamos unos años intentando recuperarlo», recuerda el médico.
Primero se inició un trabajo de rastreo de activos. ¿Qué hay en el barrio que pueda aportar algo a los residentes? El mapa de Son Serra ha llegado a sumar hasta 300 puntos alrededor del centro de salud, que van desde parques, bibliotecas, espacios deportivos, casals de barri, entidades vecinales, asociaciones de gent gran o proyectos socioeducativos como Naüm, en el barrio de Son Roca, de plena actualidad tras la visita estival de los Reyes.
«Todo comenzó hace diez años, con los cursos para dejar de fumar, de EPOC o de anticoagulantes; luego dimos un paso más, con la puesta en marcha de rutas saludables por la barriada para los usuarios interesados y a partir de ahí no hemos dejado de crecer. Nuestros pacientes lo demandaban y nosotros veíamos cambios positivos. Por ejemplo, viene un paciente con un problema psicosomático. Si ahondas un poco, puedes localizar que este malestar puede deberse a una crisis personal, laboral o familiar. ¿Hace falta medicarlo? Quizá sí. Pero también podemos prescribir unas horas de deporte. Tenemos a tiro de piedra Son Moix, y cuesta 4 euros al año a los mayores de 65 años; o si el paciente empieza a sufrir pérdidas de memoria, si sabemos que una entidad vecinal de la zona oferta talleres de memoria, les derivamos allí para ejercitarla», apunta Suárez.
El perfil administrativo
La lectura se ha convertido en otro punto de unión para este centro de salud. Primero colocaron una treintena de libros en una mesa. Volaron todos. Luego colocaron estanterías en los espacios públicos y animaron a la gente a seguir una rutina: coges un libro y dejas otro en su lugar. Ahora este punto de atención sanitaria cuenta ya con 3.000 libros en sus estanterías. «Conocemos a los vecinos que vienen al centro de salud a coger libros, echan un vistazo, se sientan a leer un rato y luego te piden que se lo guardes para otro día. Algunas personas vienen aquí buscando algo más que salud», comenta Elena Valverde, administrativa del centro, y una de las personas más involucradas en cambiar el modo de trabajar en Atención Primaria. Valverde defiende que la gente que está detrás de un mostrador en los centros de salud puede hacer mucho más que dar citas: «Queda mucho por hacer, pero nos esforzamos a diario para desburocratizar este trabajo. Nuestro granito de arena es priorizar a la persona, no son números, son vecinos que vienen habitualmente».
Fruto de su tesón, se han puesto en marcha diferentes talleres en este centro de salud. Entre otros, han logrado traer a alumnos del colegio Anselm Turmeda para conocer las instalaciones y su trabajo; han ofrecido masterchefs de comida saludable para niños y mayores; cada tres meses organiza un taller de trámites administrativos para gestantes, que ahora comienza a hacerse online; enfermeras del centro han enseñado a madres de Son Roca a preparar papillas... «La parte asistencial sigue siendo la más importante, y la que nos come más tiempo, pero intentamos sacar horas y aprovechar los recursos que tenemos alrededor para mejorar la calidad de vida de las personas», finaliza Valverde.